Periódico de Trabajo Social y Ciencias Sociales Edición digital |
Por:
Introducción
El
presente trabajo es producto del seminario “La prevención
inespecífica en el campo de la drogadicción”
dictado por el campus virtual de Margen. En el mismo se ha abordado
la problemática del uso indebido de drogas desde diferentes
planos, desarrollando como eje principal la noción de
prevención inespecífica, desde lo conceptual y también
metodológico.
En
una primera aproximación a la prevención inespecífica
la podemos definir sintéticamente como aquellas acciones
generales no relacionadas directamente con el fenómeno, que
se dirigen a trabajar sobre las causas o factores que son los que
originan o fomentan el problema de la drogadicción. Mientras
que la prevención específica, que es a la que más
acostumbrados estamos a reconocer y considerar prevención, se
vincula directamente con el fenómeno y se la identifica con la
información sobre los riesgos, con alertar sobre los daños
de determinadas acciones, conductas, etc. en cuanto que favorecerían
la aparición del problema, con brindar conocimientos para
formar actitudes y generar hábitos de “vida sana”,
entre otras acciones y objetivos.
Es
importante destacar que la opción por una u otra forma de
prevención se basa en una determinada concepción del
“fenómeno”, en este caso la drogadicción
(sus características, causas, significados sociales, entre
otros 1);
del contexto socio histórico en el que se presenta; y del ser
humano, con sus límites y posibilidades.
Por
lo tanto, en los desarrollos que se presentan a continuación
se comenzará por intentar aproximarnos a algunas
conceptualizaciones sobre las drogas y la drogadicción, para
luego profundizar en relacionar esta problemática, y las
nociones en torno a ella, con la función de disciplinamiento.
Posteriormente,
se intenta presentar diversas estrategias para abordar la
problemática que se presenten como superadoras de las
tradicionalmente utilizadas y que respondan a las condiciones y
necesidades de los sujetos en sus contextos locales. En este sentido
se destaca la utilización de métodos etnográficos
en la prevención de la drogadicción, profundizando en
las estrategias de abordaje de la relación drogas- carga
simbólica. Asimismo, se presentan herramientas de intervención
relacionadas con la utilización de los medios audiovisuales y
técnicas lúdico-expresivas. Relacionándolas
especialmente con las posibilidades de construcción de
identidades. Por último se presentan algunos elementos
necesarios a tener en cuanta al momento de planificar programas de
prevención inespecífica.
Se
espera que el presente trabajo aporte elementos para repensar y
problematizar las prácticas cotidianas de los operadores que
trabajan, de modo directo o indirecto, en la temática de
drogadicción. En este sentido, damos inicio al recorrido del
desarrollo coincidiendo con que “el conocimiento no se
transmite, el conocimiento se hace, se rehace a través de la
acción transformadora de lo real y a través de la
comprensión crítica de la transformación que se
ha dado antes o que se puede dar mañana” (Freire, P.;
1985)
Deconstruyendo 2
y construyendo definiciones sobre las drogas y la drogadicción
Ante
todo para referirnos al tema drogas, partimos por considerar que las
concepciones que existen sobre las mismas son múltiples y
diversas, cambiando su connotación desde las distintas
disciplinas, profesiones, sujetos… Asimismo en cada contexto
social las drogas adquieren un significado propio desde las vivencias
que se tienen en relación con la misma.
A
su vez, en esta misma línea de ideas, se destaca que las
drogas han adquirido significaciones distintas a lo largo de la
historia y en los distintos espacios socio-culturales. Por lo tanto,
arribar a una única definición se hace prácticamente
imposible. Desde este lugar partimos por afirmar que solo podemos
comprender acabadamente las concepciones que se tienen sobre las
drogas y la drogadicción si las consideramos dentro del
contexto histórico, social, cultural, económico en el
cual emergen y se presentan.
Actualmente
las ideas y nociones que circulan en la sociedad sobre estas
problemáticas son múltiples y diversas, respondiendo a
distintas interpretaciones e intereses diversos. Por ello es
importante señalar que, debido a la multiplicidad de factores
que intervienen en su aparición, la drogadicción se
concibe indistintamente como problema; como enfermedad que compete al
campo de la salud mental; como síntoma de una familia
disfuncional, o bien, como fenómeno resultante de una sociedad
compleja en su estructura y favorecedora para una minoría de
sus integrantes, a expensas de individuos y grupos marginales que no
tienen acceso a los servicios básicos de bienestar colectivo.
En este sentido, se enfatiza que las dificultades que se plantean en
el ámbito terapéutico de las adicciones son notables,
puesto que no existe consenso sobre su conceptualización.
Consideramos
pertinente mencionar a José Luis Rebellato (Tani; 2004), quien
sostiene que la cultura es un texto ambiguo que integra saber y
poder, que demanda una constante interpretación y aprendizaje
y supone una negociación dialógica de sus significados
a través del lenguaje.
Por
lo tanto, consideramos que como profesionales de lo social es
indispensable ejercitar una permanente problematización y
reflexión critica sobre las ideas asociadas a las drogas y la
drogadicción que sustentan nuestros ejercicios profesionales,
ya que en toda práctica se establece una relación
dialéctica entre reflexión y acción 3,
teoría y práctica, por lo que las nociones que tengamos
sobre estas problemáticas determinan el modo de actuar ante
las mismas. Es importante tener presente que el modo en que se defina
y la construcción social que se haga del tema de las drogas va
a determinar su modo de abordaje y los mecanismos que se pongan en
juego para su control. Por lo tanto, cuanto más se investigue
y reflexione sobre el tema mas claramente se podrá definir el
marco referencial desde el cual intervenir y las consecuentes
acciones a realizar.
Son
estas premisas los móviles que me han llevado a realizar el
curso en prevención inespecífica en drogadicción
y a continuar en una búsqueda, que implica deconstrucción
y construcción, de los significados en torno a las drogas y la
drogadicción, que permitan llevar adelante prácticas
acordes a las realidades de la población con la que se trabaja
y constructoras de nuevos sentidos superadores.
Para
presentar algunas conceptualizaciones a las que se ha arribado, parto
por mencionar el significado tradicional de “Droga”,
entendida como “sustancia que, introducida en el organismo vivo
modifica una o varias de sus funcione”.Lo llamativo de esta
definición es su carácter amplio, indefinido y ambiguo.
Esto es así no sólo por la heterogeneidad de sus
componentes (medicamentos y otras sustancias activas), sino que tal
definición de lo que se entiende por droga posee una alta
connotación social.
En
este sentido, actualmente la sociedad percibe las drogas como lo
prohibido, como lo desconocido y atemorizante, como lo nuevo e
incontrolable, estrechamente relacionado con la delincuencia, el SIDA
y por lo tanto con la estigmatización y marginalidad.
Una
vez realizadas estas aclaraciones, en esta búsqueda de saber
algo sobre las drogas, consideramos pertinente partir por realizarnos
preguntas centrando la atención en la idea de vínculo,
y en este sentido formulamos ¿Qué es lo que busca ese
sujeto en las droga como objeto? ¿Qué trata de
conseguir? ¿Qué buscan los que fuman, beben o toman
medicamentos calmantes, euforizantes, estimulantes o tranquilizantes?
¿Quieren que les procuren olvido, calma, energía,
relajación o placer?... Quizás el analizar los vínculos
que los sujetos y las sociedades en general establecen con las
sustancias, nos permita arribar a una noción más
acabada del tema de la drogadicción desde la perspectiva de lo
social.
Intentado
presentar algunas respuestas a estas preguntas podemos afirmar, en
líneas generales, que una adicción puede ser definida
como una relación o vinculación con una situación,
cosa, objeto, particular de características de adhesividad,
sumisión y dependencia que se va construyendo a lo largo del
tiempo (es un proceso) y que se va instalando como modo de respuesta
de un sujeto frente a las frustraciones, las perdidas, la falta de
sentido, etc. A lo largo del tiempo esta forma de respuesta se va
instalando como la “única posible” frente a
situaciones de tensión o a diferentes necesidades, incluso de
distracción, dejando a la persona atrapada en un círculo
que se retroalimenta a sí mismo.
Estas
nociones se comprenden acabadamente en las expresiones del Lic.
Alberto Calabrese (en Martigoni, N.; 1998), quien afirma que un
adicto es nada más y nada menos que una producción de
la época que le toca vivir, y en este sentido menciona "(...)
de las drogas, más allá de su catálogo
biológico: estimulantes o alucinógenas, lo que importa
es cuál es su significado en el contexto social y qué
pone el que las consume sobre ellas, creyendo que con eso lo obtiene.
Uno las buscarán para potenciarse intelectualmente, otros
laboralmente, otros creativamente, otros sexualmente, etc. Lo que
quieran poner en ella".
Por
lo tanto, esto nos lleva a interrogarnos por las características
de la época actual que lleva a que los sujetos tengan que
recurrir a las sustancias en un intento último por encontrar
sentidos, “llenar” su vida, pertenecer a “algo”,
“encontrar alegría”, ocultar sus tristezas,
frustraciones, temores, entre otros sentimientos. De este modo se
puede afirmar que desde el lado de los consumidores su vulnerabilidad
frente a la oferta creciente de drogas quizás deviene de la
misma vulnerabilidad relacional en que se desenvuelven sus vidas y de
la imposibilidad de construir proyectos que permitan afrontar las
situaciones vitales.
De
este modo, las drogas son partícipes de ciertas relaciones con
el mundo y, a su vez, revelan los estilos de relaciones que el
individuo mantiene consigo mismo y con el otro en un determinado
contexto socio histórico. Por lo tanto, no son es si mismas
productoras del “malestar social”, sino que dan cuenta de
él.
Los
mismos niños/as y adolescentes de los barrios populares en los
que trabajo lo reconocen con una claridad sorprendente. Entre
numerosos ejemplos, se mencionan algunos de los productos de un
trabajo realizado con el cuento “El caballero de la armadura
oxidada” del autor Robert Fisher. Los/as integrantes de los
grupos expresan la función de la armadura del caballero: “(la
misma esconde)
Las
correspondencias que se pueden establecer con la drogadicción
y nuestra época actual son contundentes, por lo tanto se
considera para concluir esta breve presentación, se menciona
nuevamente que no es posible comprender la problemática de la
drogadicción aislada de las características de nuestra
época actual y de las dinámicas propias de cada espacio
local en el cual esta se presenta. Por lo tanto, es
preciso que nos apropiemos, en primer lugar, de un marco conceptual
que se constituya en el eje teórico que guíe nuestras
acciones. Por otro lado, debemos colocar el énfasis en las
diferentes lecturas que los sujetos efectúan en relación
a la problemática y en cómo es que se presenta la misma
en la comunidad, grupo, familia, etc.
Y
volvemos a reiterar que según sea la
percepción social, el conocimiento y los estereotipos en torno
al fenómeno de las drogas que posea tanto el profesional,
cierto grupo y la comunidad en la que trabajamos, así serán
los componentes que determinarán nuestras posibilidades y
formas de actuación. Por lo tanto, se concibe que las
definiciones son útiles a condición de que no se
conviertan en fórmulas únicas y fáciles y, por
el contrario, permitan abrir el pensamiento a la recreación,
partiendo de las experiencias concretas en contextos determinados.
Se
considera que en el campo de las adicciones, esta revisión de
conceptos y discursos que sustentan las prácticas es compleja,
debido a los múltiples aspectos a tener en cuenta. Sin
embargo, se sostiene que el Trabajo Social posee las posibilidades de
propiciar instancias teóricas superadoras que contribuyan con
la actualización y resignificación de los conceptos y
nociones que guían las prácticas, programas, planes y
políticas sociales. Y ésta no es solo una posibilidad,
sino una responsabilidad que deviene del fin último de
transformación social que se plantea la profesión.
Drogadicción,
disciplinamiento y dominación
Como
venimos mencionando todas nuestras acciones implican y realimentan
una determinada concepción de la realidad, los sujetos, y la
problemática, en este caso la drogadicción. En este
sentido, nuestras prácticas en prevención pueden
responder a diversas interpretaciones de la problemática y a
la vez contribuyen a construir determinadas representaciones sobre
ésta y sobre los sujetos afectados por la misma.
Asimismo,
como hemos presentado, se visualiza que la percepción social
sobre las drogas varía históricamente y responde más
a condicionantes de tipo socio-político que a modificaciones
sustanciales en los patrones epidemiológicos. Es decir, la
sustancia en si misma no constituye el problema, sino que el mismo se
configura en función de una serie de factores políticos,
económicos, sociales y culturales.
En
este sentido, a través de las mismas acciones de prevención
podemos contribuir a establecer patrones de disciplinamiento. En
muchas ocasiones la drogadicción y los sujetos adictos se
presentan desde la demonización de las drogas, lo que
implicaría concebir que la sustancia ingresa en el organismo y
corrompe el alma, corrompe la moral, corrompe la virtud, la conducta,
hace cosas, y eso involucra una fuerte actividad que infiero que la
sustancia tiene y, por lo tanto, una espectacular carga simbólica
para estas sustancias. Es decir, desde esta perspectiva, estoy
diciendo la sustancia “hace”, cuestión que está
muy presente en nuestro imaginario social actual, con la idea de que
la sustancia me hace adicto, por ejemplo o el alcohol me transforma
en alcohólico.
Desde
este lugar también se presenta la drogadicción como una
enfermedad, concibiendo al sujeto que consume drogas ante todo como
un enfermo, como categoría patológica, vinculada a las
nociones de peligrosidad, delincuencia, promiscuidad y a prácticas
asociadas con la desviación o la transgresión. Esto
conduce necesariamente a reforzar los etiquetamientos a poblaciones y
grupos a partir de nociones de sentido común, que funcionan
como conformaciones culturales de hegemonía sin un compromiso
por definir los fenómenos sociales aludidos, ni contextualizar
dichas prácticas.
Por
lo tanto, esto da cuenta de que la problemática de la
drogadicción está sumamente “filtrada” por
los discursos hegemónicos sobre la misma. Desde estos, en
muchos casos, el usuario de drogas es visualizado socialmente como un
ser peligroso que transgrede el sistema, como un enemigo de la
seguridad pública. De este modo, una construcción de
la cuestión de las drogas asociada a la transgresión de
la ley excluye las responsabilidades de la propia comunidad y reduce
las intervenciones a las meramente punitivas. Todo lo que se diga o
se haga con las drogas y con los que las usan, está vinculado
con la sanción penal, con la inseguridad y delincuencia.
Es
así que si la sociedad percibe el uso de drogas como algo
vinculado con la transgresión a la ley y con la juventud, van
a aparecer fenómenos de estigmatización y se comienza a
buscar sospechosos entre quienes consumen. Al respecto, Erving
Goffman (2003) es muy preciso cuando señala que la sociedad
organiza los medios para categorizar a las personas, ante las
primeras apariencias que una persona pueda presentar nos preguntamos
en qué categoría lo ubicamos. Ejemplo de esto: el
drogadicto, el "falopero", el discapacitado, el haragán,
etc.
Por
lo tanto, si a través de los intentos de prevención
basados en estas concepciones, y especialmente desde los modelos
modelo ético-jurídico y médico 4,
lo que se hace es precisamente contribuir a estigmatizar a los
sujetos usuarios de drogas, presentándolos como alguien o algo
inferior y reduciendo, por lo tanto, precisamente sus posibilidades
de acción, de desplegar sus potencialidades para superar la
situación.
Al
mismo tiempo, al estigmatizar a los consumidores se escinde la
problemática del contexto en el cual está inserta. De
este modo, la construcción del uso de drogas como problema
social encuentra fundamento en diversos procesos económicos,
políticos y culturales. Muchos análisis sobre el uso de
drogas han eliminado su complejidad para reducirla, naturalizarla y
circunscribirla a la interpretación jurídico-penal o
psiquiatra. Asimismo, las prácticas profesionales de
diferentes disciplinas reproducen estos saberes, lo que se expresa en
estereotipos que contribuyen al desarrollo de procesos de
estigmatización social de individuos y conjuntos sociales.
Se
concibe que estos procesos se desarrollan desde mecanismos de poder
que, al constituir las verdades en el imaginario colectivo, influyen
sobre las subjetividades, presentándose como una forma de
manipulación del otro y de negación de las situaciones
sociales y económicas que producen la problemática. Por
eso es necesario, desde la prevención, promover la emergencia
de los distintos sujetos, nacidos de sus necesidades concretas. Por
lo tanto, se considera preciso desarrollar acciones que tiendan a no
estigmatizar, sino que consideren a las personas como actores con
posibilidades de creación, de acción, de pensarse,
definirse, encontrarse, proyectarse. Teniendo en cuenta la permanente
interrelación entre los factores del contexto macro y micro
social de cada sujeto, y a su vez su singularidad, que lo distingue y
hace única a cada persona.
Partiendo
de las significaciones de los mismos sujetos. La utilización
de métodos etnográficos en la prevención de la
drogadicción
Partimos
por afirmar que la prevención de la drogadicción debe
basarse en construir junto con los sujetos de los barrios en los que
trabajamos las nociones sobre las drogas y la drogadicción,
junto con concepciones sobre el mismo barrio, sobre sus vidas,
proyectos, entre otras. Esto implica un proceso de conocimiento de
los significados que los mismos le atribuyen a las sustancias y a las
problemáticas que vivencian, y al mismo tiempo un proceso de
decontrustrucción y reconstrucción sobre estas
concepciones, las de ellos, las nuestras, y de este modo avanzar en
conjunto hacia ideas superadoras desde una visión crítica
de la realidad.
Estos
planteos se relacionan con lo presentado anteriormente en cuanto a
que la prevención puede dirigirse a consolidar formas de
disciplinamiento; y al mismo tiempo a la consideración de que
las ideologías de los sectores hegemónicos y dominantes
son impuestas, a través de distintos mecanismos de poder, a
los sujetos de las comunidades, de los distintos sectores sociales y
espacios locales. En este sentido podemos afirmar, siguiendo a M.
Teresa Sirvent (2004), que el hecho social es una estructura
significante.
Es
en relación con estos planteos que adquiere importancia la
utilización de métodos etnográficos para
trabajar en prevención de adicciones, ya que hacer etnografía 5
implica adentrarse en un grupo, aprender su lenguaje y costumbres
para hacer adecuadas interpretaciones de los sucesos, teniendo en
cuenta sus significados. No se trata de hacer una fotografía
con los detalles externos, hay que ir más atrás y
analizar los puntos de vista de los sujetos y las condiciones
histórico-sociales en que se dan.
De
este modo, el trabajo etnográfico, como cualquier otro trabajo
de investigación, requiere de una elaboración teórica,
de un análisis de conceptos que ayude a comprender la
realidad, partiendo de cómo los mismos sujetos de las
comunidades los significan. Asimismo, es interesante destacar que
este método nos lleva a encontrar lo general en lo particular,
mediante la captación de lo esencial que es lo universal,
entendiendo que "Lo universal no es aquello que se repite muchas
veces, sino lo que pertenece al ser en que se halla por esencia y
necesariamente".
Consideramos
que junto con las nociones de etnografía, otras corrientes de
pensamiento e investigación pueden generar aportes
interesantes en estos aspectos, como ser la Educación Popular
y la Investigación Acción Participativa. Estas
distintas corrientes se basan en considerar al otro como sujeto y no
un mero objeto de conocimiento, en una reflexión que requiere
imprescindiblemente tanto de la profundización del
relevamiento empírico como especialmente de la agudización
del esfuerzo interpretativo.
Asimismo,
en estos planteos adquiere importancia la noción de pensar
popular. Siguiendo la reflexión que realiza Aldo Ameigeiras
(2002) el pensar popular es “un pensamiento predominantemente
seminal que se explicita a través de múltiples
significaciones, con un andamiaje racional y una lógica que
constituyen un núcleo clave de la cultura de los sectores
populares, desde donde se posibilita el acceso a la comprensión
de una perspectiva y un posicionamiento diferente ante la vida”.
Estas
nociones adquieren especial significatividad considerando que si se
intentan llevar adelante estrategias de prevención
inespecífica en los barrios populares, que se aclara que no
son los únicos ámbitos que están atravesados por
esta problemática, las características de los mismos
deben es cuidadosamente consideradas. Surge de este modo el barrio
como un ámbito privilegiado de despliegue de las relaciones
sociales donde develar ritos sociales y circuitos, códigos y
lenguajes, roles y posicionamientos, prácticas y
acontecimientos, pero fundamentalmente aproximarnos a una urdimbre
simbólica que se despliega en lo microsocial pero que resulta
atravesada plenamente por lo macrosocial.
Finalmente
afirmamos, siguiendo a Jose Luis Rebellato (2005), que “el
lenguaje, entendido como comunicación, es un eje central del
pensamiento de Paulo Freire. Estoy pensando en el lenguaje en su
sentido más profundo: apertura a los otros, diálogo,
encuentro y compromiso (…) Sin lenguaje, sin comunicación
y sin deseo no hay una transformación que involucre las
estructuras y subjetividades”. Consideramos que estas premisas
son fundamentales para llevar adelante un trabajo de prevención
que, partiendo de las realidades de los espacios locales, puede
generar alternativas transformadoras.
Drogas-
carga simbólica: repensando algunas estrategias de abordaje
Como
se ha mencionado, en las tareas de prevención se destaca la
importancia de analizar el sentido simbólico de lo que implica
ser droga dependiente, de lo que implica ser familiar de un droga
dependiente, lo cual plantea preguntas tanto a los profesionales y
operadores de los social, como a los mismos sujetos que se encuentran
en esa situación.
Esto
nos conduce nuevamente a la noción presentada de
“estigmatizado”, refiriéndonos a aquella persona
que lleva a cuestas un estigma pero se esfuerza en sostener las
mismas creencias de identidad que nosotros: que es un ser humano, una
persona "normal" como cualquier otra, un individuo que
merece una oportunidad para desempeñarse exitosamente. Un
rasgo central que es común y vital para todo estigmatizado es
la búsqueda de la aceptación, para lo cual él
mismo debe realizar un gran esfuerzo de adaptación, puesto que
tanto los “normales” como los estigmatizados organizan su
vida evitando los contactos sociales mixtos.
De
este modo, carente de la saludable interacción de una relación
social cotidiana con los demás, la persona tiende a aislarse y
puede volverse desconfiada, depresiva, hostil, ansiosa y
desorganizada. Ser concientes de su inferioridad les genera un
sentimiento crónico que le agrava e incrementa sus niveles de
ansiedad. Asimismo, una de las posibles consecuencias de ser
identificado como perteneciente a un grupo estigmatizado corresponde
a la disminución de la autoestima; junto con efectos sobre los
sentimientos de autoaceptación, valoración personal y
respeto por sí mismo. Se reconoce que la autoestima es un
componente esencial del funcionamiento psicológico, representa
un elemento sobresaliente de la concepción personal sobre sí
mismo, y está estrechamente relacionada con la satisfacción
de la vida propia.
Por
lo tanto, para abordar la relación drogas- carga simbólica
es importante trabajar sobre sus efectos en estos puntos antes
mencionados: autoaceptación, autoestima, valoración
personal y respecto por sí mismo y por los demás. En
este sentido el demostrar y demostrarse que puede hacer algo
diferente, útil para si mismo y para los demás, algo de
lo que sentirse orgulloso, se presentan como elementos importantes a
tener en cuenta a fin de construir estrategias que posibiliten nuevas
miradas sobre la problemática.
Asimismo,
se sostiene que el trabajo de la relación drogas- carga
simbólicas es un proceso lento, que requiere deconstruir
muchos de los elementos presentes en la sociedad, y por lo tanto, en
los mismos sujetos que presentan una adicción, sus familiares,
amigos y demás miembros y organizaciones de los barrios,
dentro de contextos más amplios. De este modo la relación
droga-mal-delito-peligrosidad-camino errado, tiñe todos los
ámbitos sociales, lo cual dificulta el abordaje de la
problemática.
Por
lo tanto, es preciso que los propios profesionales revisen sus
concepciones permanentemente y desde aquí se dirijan a
apropiarse de un marco conceptual que se constituya en el eje teórico
que guíe las acciones. De este modo se afirma lo
imprescindible de comenzar a trabajar nosotros mismos como
profesionales.
Los
medios audiovisuales como herramientas en los programas de prevención
inespecífica
Se
parte por considerar el rol que los medios masivos de comunicación
tienen en la construcción de valores, deseos y normas
necesarios para reproducir el sistema social, político y
económico. Son los ojos, los oídos y las voces de la
sociedad y tienen una gran influencia para determinar cómo se
visualiza y se describe la misma. Asimismo, cuestionamos la idea de
“comunicación”: los medios masivos monopolizan la
palabra porque son sólo ellos quienes hablan, dejando sin
posibilidades de respuesta y participación a las personas. En
este sentido, podemos preguntarnos, ¿cómo presentan los
medios masivos los problemas como la pobreza, el hambre y la
desocupación, la drogadicción?, ¿cómo
presentan las acciones de la población para enfrentarlos?,
¿qué es noticia para ellos?
La
lógica de los medios masivos de comunicación, tiende a
hacer invisible algunos de los problemas de la comunidad, porque no
son considerados “noticia” o porque no “venden”;
a la estigmatización, como una marca negativa sobre
determinadas personas o grupos; y a la despolitización:
apelando a la solidaridad despojada de todo análisis de las
causas que generan la pobreza, el hambre, la desocupación,
entre otras problemáticas.
De
este modo, adquieren relevancia los aspectos temáticos,
formales y estilísticos de los discursos dominantes 6
en la construcción del imaginario "adictivo", los
cuales se expresan también en el discurso de los mismos
sujetos drogodependientes.
Estos
distintos discursos "ajenos" (principalmente discursos
médico-terapéuticos, jurídicos,
represivos-policiales y de sentido común) que se presentan y
que tienden a normativizar (a dar un sentido particular) a las
adicciones, contribuyen a construir la misma subjetividad adictiva.
Así, la imagen del sujeto adicto se conforma a partir de una
serie de enunciados provenientes del "discurso ajeno" que
se mezclan y confunden en distinto grado con el discurso autorial
(que se podría también denominar propio).
Sin
embargo, frente a su posibilidad de “comunicar masivamente”,
los mismos pueden contribuir a llamar la atención, al público
y a las personas más influyentes, sobre la vulneración
de los derechos de muchos sujetos. Asimismo, tienen la posibilidad de
alentar a los gobiernos, las organizaciones de la sociedad civil y
los individuos a llevar a cabo cambios que mejoren la calidad de vida
de los ciudadanos. Los modos en que se transmiten los sucesos pueden
estar impregnados de distintos intereses y sentidos que construyen
las concepciones que socialmente se tengan sobre la problemática.
Se
considera que una manera estratégica de llevar adelante un
proyecto de prevención inespecífica en drogadicción
es permitir que los mismos niños/as, jóvenes y/o
adultos/as de los barrios cuenten sus propias historias, experiencias
y visiones de la problemática, alentando su participación
directa como creadores.
Como
uno de los objetivo de esta utilización de los medios
audiovisuales para la prevención inespecífica, se
plantea ofrecer a los chicos y jóvenes un espacio donde los
mismos puedan construir un mensaje distinto al de “ser un pibe
chorro”, “ser un drogon”, “no servir para
nada”, etc. que de cuenta de las situaciones por las que
atraviesan a diario, poniéndose el eje en la importancia de la
comunicación social y en los alcances que ésta puede
ofrecer.
A
este fin, se propone una “co- producción”, en la
cual son los mismos sujetos los que se conforman como equipo
realizador, mientras que el equipo de educadores desarrolla una tarea
de acompañamiento, transferencia de herramientas, técnicas
y orientación. Se procura que el grupo realizador afiance su
identidad, su autoestima, dignidad, se autorrepresente social y
culturalmente, tome conciencia de su situación, revise las
representaciones sociales sobre las drogas y otras problemáticas,
y entre éstas ejercite una mirada crítica de los
discursos imperantes en los medios masivos 7.
Se
considera que la prevención inespecífica debería
tender a que cada sujeto pueda elaborar su propio discurso, que pueda
tener voz, tener la palabra, poder decir, expresar/se. Entonces el
trabajo no estaría centrado en imponer discursos, sino en
promover que cada sujeto pueda elaborar el propio, en un proceso de
encuentro consigo mismo, su identidad, proyectos, dificultades,
alegrías…
Volviendo
a considerar el discurso massmediático y dominante, este no
sólo establece qué es ser adicto, quienes lo son y por
qué, sino también contribuye a definir qué es
droga. Nuevamente se impone un discurso monológico que impide
el distanciamiento necesario para una crítica y discusión
de los supuestos que conforman el mundo de las adicciones. De este
modo se oculta la promoción del consumo como valor en sí
mismo, lo ilusorio de la necesareidad de una sustancia en particular.
En este sentido sería conveniente establecer qué
ideología favorecen los discursos actuales y sus
correspondientes estereotipos. Todos parecieran favorecer la
ignorancia y la confusión para silenciar la contradictoria
historia de cada droga y de los condicionantes estructurales y
político-económicos que producen esa conducta.
Ante
esta situación, el desarrollo de espacios que promuevan la
reflexión crítica sobre las actuales condiciones de
vida, el desarrollo de lazos sociales de pertenencia, contención,
construcción de identidad y sentidos de vida, la valoración
de la propia vida y la definición de proyectos y valores
propios, seria un modo de prevención para la drogadicción.
Se
considera que ante esta realidad los medios audiovisuales representan
una posibilidad para que niños y jóvenes que se
encuentran en esta situación de “invisibilidad”
puedan reconocerse y luchar por una sociedad que los reconozca como
ciudadanos “iguales”. Además, son un medio para
avanzar en reconocer y a hacer ejercicio de sus derechos. Asimismo se
contempla la posibilidad de que estas producciones puedan ser
transmitidas por medios masivos u otros medios que permitan
transmitir estos mensajes de los sujetos a otros actores de la
comunidad, ampliando los alcances de esta labor preventiva.
Prevención
en drogadicción desde una perspectiva lúdico –
expresiva
Cuentan
que para los indios navajos la representación de Dios era un
cuero estirado entre cuatro palos, con un tajo a cuchillo en el
medio. Aquella herida en el cuero, era también el lugar por
donde se filtraba la luz del sol. Como una pequeña puerta
entreabierta…
Se
considera que los recursos del juego y la creatividad son elementos
valiosísimos para trabajar en la prevención de
adicciones, que estando enmarcados en ciertos objetivos terapéuticos
permite efectos multiplicadores en los sujetos. Por lo tanto, a
continuación desarrollaremos las características de
esta modalidad de intervención, destacando sus amplio y
profundos aportes.
Partimos
por considerar la persona como una unidad biológica,
psicológica y social, lo que nos exige trabajar en el
desarrollo de la salud física, emocional y mental sin olvidar
que ese sujeto está inserto en un ámbito social y
cultural, que puede favorecer u obstaculizar este desarrollo.
La
conducta lúdica y creativa es empleada como recurso en tanto
configura un lenguaje rico y cargado de significación. En los
espacios de juego se busca que los diferentes miembros del grupo se
conecten con sus emociones a partir de la vivencia. Se considera que
un primero paso en la prevención es
el reconocimiento de nuestras propias emociones.
Estos
procesos son sumamente valiosos para abordar la problemática
de la adicción, estrechamente vinculada con “lo no
dicho”, con lo oculto, con la búsqueda de “salidas”
ante un malestar provocado por múltiples factores. En este
sentido, la conducta lúdica favorece el cambio de actitudes
mediante la búsqueda y utilización de múltiples
canales de comunicación en el cual se alternan y comparten
roles. Los estereotipos, los roles fijos, no son más que
defensas, máscaras que utilizamos para sentirnos más
seguros. Pero esta armadura rígida que colocamos en nuestro
cuerpo y nuestra vida emotiva, es inmensamente peligrosa y frágil.
Se
busca que en el espacio lúdico y creativo, los participantes
encuentran el marco adecuado para canalizar y elaborar necesidades,
impulsos; explorando y descubriendo nuevas alternativas para accionar
y vincularse, distintas a aquellas que se establecen mediante las
drogas y que se configuran como modo de legitimación e
integración en algunos grupos.
Desde
este lugar se plantea que la creatividad no es un lujo, sino que la
misma constituye una ‘urgencia’ para transformar las
lecturas sobre la realidad, las ideas y, fundamentalmente, una acción
en la vida cotidiana para resignificar lo humano. De este modo, el
arte amplia nuestra visión y comprensión de la
realidad, dotándola de nuevos modos de inteligibilidad. Como
sostiene Inés Moreno (2005) “el arte sensibiliza,
permite compartir con otros el dolor, la temporalidad, la fiesta, la
muerte, la incertidumbre, que constituyen sensaciones y emociones
básicas del alma, promueve un ámbito intersubjetivo
para comprender al otro, que vive angustias y alegrías, tan
humanas como las propias”
En
este sentido, la actividad artística, vista como recurso y
medio de la enseñanza-aprendizaje, es potencialmente capaz de
desarrollar el pensamiento divergente, visto como aquel que permite
generar y articular alternativas para resolver los desafíos
hacia la transformación personal y colectiva. A su vez, puede
afirmarse que el juego estimula la fluidez, la flexibilidad, la
creatividad y el cambio, a partir del permiso que da para probar y
equivocarse.
Asimismo,
el juego, el arte y la acción cultural, como procesos
transformadores y educativos, están íntimamente ligados
a la construcción de identidad y sentido social. De este modo
nos adentramos al tema de la identidad, ya que se considera que el
mismo emerge como un eje central en la temática de la
drogadicción.
Drogas-
identidad: ¿Cómo promover alternativas superadoras?
Ante
todo se destaca que el trabajo con respecto a la identidad es de suma
importancia en la prevención inespecífica de la
drogadicción. Se considera que la cuestión de las
drogas se relaciona con que las mismas afectan especialmente a
aquellos individuos que carecen de un desarrollo de materiales
culturales y simbólicos que les permita crear una identidad o
“alimentar una interioridad”.
Se
parte por considerar la identidad como “autocomprensión
de si mismo y de los otros dentro de un espacio social determinado.
La identidad se construye junto “con”, “al lado de”
otros, condicionados tanto por factores estructurales, como por la
historia en particular. Así, se concibe la identidad como
construcción social, permanentemente redefinida en el marco de
una relación dialógica con el otro. Como sostiene
Leonor Arfuch (2002) “La identidad sería no un
conjunto de cualidades predeterminadas (raza, color, sexo, clase,
cultura, nacionalidad, etc.) sino una construcción nunca
acabada”.
Por
lo tanto, para abordar este aspecto en un proceso preventivo se
sugiere, trabajar con los sujetos las temáticas: Yo soy: la
visión que cada uno tiene de uno mismo, el reconocimiento de
las características personales, del propio cuerpo, de las
emociones, de los gustos, enfatizando las capacidades y
potencialidades y los aspectos a mejorar. Yo estoy: enfatizando la
relación con otros, familiares, amigos, vecinos, etc. Yo
puedo: reconocer capacidades y posibilidades, recursos y habilidades.
Yo quiero: trabajar los proyectos a corto, mediano y largo plazo,
promover sentido de vida y deseo de vida.
Se
considera que estos aspectos pueden ser trabajados en grupos
específicos para prevención de adicciones, como en
otros grupos que a partir de brindar pertenencia le permita
reconocerse como sujetos con posibilidades y potencialidades de crear
y transformar.
Rosanvallon
y Fitoussi (en Martigoni, N.; 1998) opinan que frente al temor y al
desconcierto los individuos desean recuperar puntos de referencia,
criterios de igualdad, ya que de ese modo les permitiría
obtener mayor cohesión y poder. Las opciones imperantes para
obtener este reconocimiento y punto de referencia son marcadas
también por el sistema excluyente. Al respecto son
ilustradores los ejemplos que cita Graciela Touze “En una
ciudad (Medellín, Colombia) que no ha pasado de ser un
conglomerado urbano, las bandas se han constituido en el espacio de
socialización de niños y jóvenes. Desde aquí
se exige el reconocimiento social. No es la silencionsa "delincuencia
profesional" sino el orgullo del protagonismo”.
Teniendo
en cuenta estos elementos, se considera que las actividades de
prevención deben centrarse en generar espacios en los cuales
los jóvenes puedan tomar un rol activo como constructores de
su propia identidad y avancen en repensar y redefinir su posición
en la sociedad.
En
dichos espacios, el trabajo en grupos de jóvenes provee la
posibilidad de que los mismos realicen un proceso, en el cual a
partir de el intercambio de ideas, experiencias, historias de vida,
vivencias, avancen en construir sus propios producto, producciones,
pensamientos, etc. en los cuales se representen cada uno como sujeto
y como grupo. El trabajar junto con otros reflexionando sobre
problemáticas comunes, posibilita que a nivel individual cada
persona encuentre consigo mismo y que a la vez se reconozca dentro de
un grupo de pertenencia. Por lo tanto, el sentido de pertenencia
juega un papel fundamental para la identificación personal y
colectiva y abre nuevas formas de vinculación con la comunidad
a la que pertenecen los jóvenes.
Se
reconoce que manifestarse, reconocerse, sentirse, pensarse, proyectar
son cualidades que se consideran fundamentales y que técnicas
lúdicas y del trabajo con la creatividad promueven y facilitan
desarrollar.
Por
lo tanto, los procesos de prevención deben constituirse en
alternativas para la construcción de identidades, creando un
espacio donde poder pensar y pensarse críticamente y a su vez
proyectar la posibilidad de un futuro distinto. Este proceso es de
suma relevancia, ya que los adolescentes y habitantes de los barrios
reciben permanentemente un atributo desacreditador en las
interacciones sociales. La discriminación de “los otros”
apunta a su identidad, en la medida que los estigmatizan con un
determinado rótulo, el sujeto va incorporando tales miradas.
El
dialogo entre dos jóvenes, creado a modo de ficción
en uno de los grupos de adolescentes en los que trabajo, da cuenta de
este proceso:
“A:
¿Cómo estás tanto tiempo?
N:
Acá mas o menos, porque he creado una persona en mi que no lo
es ¿Cómo puedo hacer para cambiar?
A:
Lo primero que nada empeza a hacerlo por vos mismo y empeza a mostrar
la persona que realmente sos.
N:
Pero me va a costar mucho porque hace tiempo que estoy con esto.
A:
No importa el tiempo solo tenes que poner voluntad y empezar a creer
en vos mismo”.
Algunos
elementos a considerar en la planificación de programas de
prevención inespecífica
“Por
eso, creo en una prevención que escuche, más que decir.
Porque en la medida que escucha puede atender aquello que aparece
denunciado por el consumo de drogas. En tanto “diga”,
obturará la posibilidad de trabajar sobre lo que realmente
importa”. Silvia Gianni (2001)
En
función de todo lo desarrollado en este trabajo consideramos
que son múltiples los conocimientos necesarios para aplicar un
programa de prevención inespecífica en una población
focalizada. Sin embargo es importante destacar ciertas
características de los mismos. En este sentido se podrían
mencionar que sean conocimientos contextualizados, que partiendo de
lo local consideran las cuestiones estructurales de la actual
“cuestión social”, que contemplan las diversas
dimensiones de la problemática; que asimismo partan de lo que
los propios sujetos dicen, interpretan, significan en función
de sus vivencias cotidianas y saberes populares; que sean
conocimientos construidos desde una mirada crítica, que
problematicen los supuestos y prejuicios, que contemple la visión
histórica de “las drogas”.
Por
lo tanto, en principio, la intervención en prevención
implica la necesidad de un mayor conocimiento del contexto, con una
mirada más profunda a lo local. Como sostiene Alfredo
Carballeda (1999) "En principio, implica preguntarse qué
lugar ocupan las drogas en nuestra sociedad. A partir de allí
surgen múltiples significaciones que se singularizan en
diferentes situaciones. (…) Una "intervención
preventiva" debería apuntar a esas cuestiones, siendo de
esta forma una estrategia de tipo socio-comunitaria que debe
interrogarse acerca de cada situación en particular, sea esta
familiar, barrial, institucional, etc.”
Partimos
por considerar que la prevención inespecífica se
presenta, a nuestro juicio, como la más adecuada para trabajar
con la población en general, esto es, se debería
trabajar colocando el énfasis en aquellos aspectos que hacen
al estilo de vida de los sujetos a los cuales nos dirigimos, más
que colocar el énfasis en las sustancias o aspectos puntuales
del consumo de drogas.
Esto
significa que debemos partir por conocer el modo cómo los
sujetos construyen su vida cotidiana, visualizar cómo son
percibidas las características de las situaciones en las
cuales se desenvuelven los sujetos de los barrios; ya que de no tener
en cuenta todo esto corremos el alto riesgo de que las acciones
preventivas sean mal encaradas, dado que se parte del punto de vista
del operador social y no de la realidad misma de los sujetos. En este
sentido, sostenemos que comprender el modo como la población
visualiza la temática del consumo abusivo de drogas
posibilitará generar propuestas de intervenciones preventivas
construidas a partir del protagonismo de los grupos sociales a los
que van dirigidas.
Asimismo,
es importante señalar que estos conocimientos que se van
construyendo deben estas guiados por preguntas claves como ¿para
qué se interviene?, ¿cuál es el sentido de la
intervención en tanto Prevención? De este modo se hace
real la relación dialéctica entre reflexión y
acción que debe estar presente en todo proceso de
intervención.
De
este modo, se considera que al tiempo que se va conociendo se está
actuando y esta intervención en prevención de las
adicciones se puede transformar en un mecanismo, dispositivo, que
puede intentar hacer visible aquello que la crisis separó,
pero también construyó. De esta forma, la intervención
en prevención implica una interpelación, que puede
interrogar a aquello que se presenta como problema, o como la
naturalización de una situación.
Por
lo tanto, este conocimiento se constituye en un primer paso para
elaborar un programa de prevención inespecífica. En
principio se hace necesario definir sobre qué sector se
pretende intervenir, si; sobre la población en general, los
adictos, los usuarios, etc., existiendo en la actualidad una gran
variedad de posibilidades en tanto cada grupo. De igual forma,
también es posible definir el nivel etario de la población
objetivo, es decir, jóvenes, adultos, niños, etc,
tratando, desde una perspectiva local, indagar acerca de la actitud
de la comunidad frente al tema.
Como
hemos mencionado, en función de la singularidad del tema, es
importante definir las características de los grupos sobre los
cuales se intervendrá. Las características de su
territorialidad, la existencia de subgrupos, las formas de
comprensión y explicación frente al tema, la influencia
del mismo en la construcción de lazos sociales. A su vez,
también es posible trabajar alrededor de la expresión
local de la cultura de la integración, la percepción de
la problemática de la drogadicción por diferentes
grupos sociales y las posibilidades de construcción de
consenso y regulaciones a nivel local.
Otra
fuente de indagación pasa alrededor de la relación
entre las sustancias y los usuarios de éstas, contemplando el
lugar que ocupan las instituciones en la comunidad y la capacidad de
contención de las mismas, refiriéndonos a instituciones
de distintas áreas, tanto específica en el trabajo con
adicciones, como otras que se constituyen como espacios de
socialización y contención, o que deberían
serlo.
A
su vez, la perspectiva de mirada desde la Intervención en
prevención de la drogadicción, implica indagar acerca
de cómo el drogadependiente o el consumidor, o los jóvenes
de los barrios construyen sociabilidad, y si a través de una
relación de intercambios y reciprocidades a nivel grupal o
desde la visión de la comunidad se está construyendo
identidad, y en este sentido, qué tipo de identidades y en
torno a qué se constituyen.
Sintéticamente
podemos afirmar que la prevención inespecífica dentro
del campo de la drogadicción, es de alguna manera la expresión
de la necesidad de acceder a mayores niveles de compresión y
explicación desde una perspectiva comunitaria, que intenta dar
cuenta de las propias circunstancias de cada espacio donde se
pretende intervenir. En este sentido, la misma se presenta como un
mecanismo complejo, que intenta ajustarse a lo heterogéneo y
singular, es decir partiendo desde las características propias
de cada lugar, en tanto espacio microsocial.
Considerando
entones que la prevención puede ser entendida, no como un
"mensaje" que se debe multiplicar, sino como una"
intervención" en diferentes espacios sociales, se plantea
que a partir de las propias características sociales y
culturales del la población sobre la que se quiere actuar, es
necesario desarrollar diferentes estrategias singularizadas que
responden a los objetivos planteados en función de cada
contexto. Por lo tanto, a medida que vamos conociendo iremos
definiendo el sobre qué de la intervención, y el para
qué de la misma, es decir los objetivos que guiaran las
estrategias seleccionadas.
Las
estrategias que se planteen desde una "intervención
preventiva", deben privilegiar intentar resolver en espacios, si
se quiere microsociales, los efectos de las fragmentaciones que
nuestra sociedad sufre y las diferentes expresiones del malestar. En
este sentido prevenir, implica actuar en función de intentar
articular lo fragmentado, a través de diferentes formas de
intervención, barrial, comunitaria, familiar, institucional,
etc.
De
este modo, las nuevas modalidades de intervención desde la
prevención, requieren quitar el protagonismo del tema a la
sustancia "droga", corriéndose éste hacia los
factores que generan la drogadicción. Así es posible
desarrollar acciones de prevención y tratamiento que, en este
contexto, pueden ser útiles en la medida que se direccionen a
intentar amalgamar aquello que la propia civilización
fragmentó, buscando nuevos sentidos, en lo micro social, en lo
cotidiano y en la cultura.
Por
lo tanto, se considera que tanto en la elaboración de un
programa de prevención inespecífica, como en su
implementación y evaluación es de fundamental
importancia la participación activa de los sujetos de las
comunidades. De este modo se estará construyendo un “proyecto
con” los otros, en el cual el ser humano es concebido como un
ser activo, capaz de satisfacer sus necesidades a través de
proyectos que incluyan la cooperación entre las personas.
Desde
la prevención inespecífica se concibe que la práctica
puede llegar a ser más eficaz en la medida en que los sujetos
participen en la programación y ejecución de las
acciones preventivas. No podemos olvidar que esos sujetos son
portadores de historias de vida, las cuales debemos tratar de
decodificar, esto significa que debemos dejar a un lado las normas y
direccionar nuestra escucha y nuestra mirada en pos de poder
comprender y explicar cada situación en particular, tratando
de reconstruir y reconstruir, junto con los sujetos, otras nuevas
formas de “leer” el mundo y de “habitarlo”.
Conclusiones
En
las reflexiones presentadas se ha procurado abrir las posibilidades
de cuestionamiento de las tradicionales y dominantes
conceptualizaciones sobre las drogas y drogadicción y sus
modos de abordaje, posibilitando pensar en estrategias superadoras,
acordes al contexto actual. En este sentido consideramos que desde
nuestro rol de profesionales, “las situaciones de necesidad y
urgencia de la gente deben ser el disparador que posibilite desplegar
nuestra sensibilidad y creatividad en la búsqueda de
propuestas” (Melano, C.; 2001). De este modo, adquiere
significativa importancia, como parte de las habilidades a
desarrollar por los trabajadores sociales, la creatividad en la
búsqueda de alternativas superadoras e innovadoras para dar
respuesta a los problemas que se presentan en una sociedad cada vez
más compleja.
En
este contexto de trabajo, consideramos que el espacio profesional,
como conjunto de posibilidades de acción del trabajador social
u operadores sociales, es un espacio dinámico, configurado
históricamente que se construye teniendo en cuenta las
coyunturas y se relaciona estrechamente con las capacidades
desarrolladas por los mismos profesionales. Por lo tanto, se destaca
que, ante un sistema hegemónico excluyente que se impone
vorazmente, se plantea la necesidad de seguir inventando y recreando
espacios desde donde los diversos sujetos involucrados puedan
“reconstruir esperanza” y promover en los sujetos el
derecho a tener sentido de por qué vivir, derecho a desear
vivir y ser felices.
Bibliografía
AMEIGEIRAS,
A. (2002) El pensar popular: entre la memoria popular y el
imaginario colectivo
en la cotidianeidad del ámbito barrial. En FORNI Floreal
(compilador) “De la exclusión a la organización.
Hacia la integración de los pobres en los nuevos barrios del
conurbano bonaerense”. Ed. Ciccus. Buenos Aires.
BATTAGLIA,
C.; RADIEN, M. Los entrecruzamientos discursivos en las
construcción de la subjetividad adictiva, Estudio
de un programa del Departamento de Prevención del CENARESO,
s/f
CARBALLEDA
A. J (1999) Algunas cuestiones acerca de la
prevención en drogadicción. Periódico
Posiciones. Buenos Aires.
CARBALLEDA.
A. (1999) Adicciones,
Salud Mental y Trabajo Social, Ponencia
en las 1ras Jornadas sobre Salud y Trabajo Social) Universidad
Nacional de Luján. Departamento de Ciencias Sociales. Carrera
de Trabajo Social
CARBALLEDA
A. J. (2004) La
intervención en lo social. Exclusión e integración
en los nuevos escenarios sociales.
Ed. Paidos, Buenos Aires.
CIFUENTES
GIL, R. (2002)
Aportes para reflexionar sobre la
conceptualización sobre Participación;
Documento preparado para el conversatorio sobre conceptualización
y definiciones referentes a la Participación, convocado por la
DIGIDACP, Ministerio del Interior, Colombia.
DÍAZ
BARRIGA SALGADO, L. Estigma social y psicológico
en adicciones,
http://paginas.deagrapa.com/tecnologia_y_ciencia/adicciones
FREIRE,
P. (1970) Pedagogía del oprimido, Ed. Siglo XXI,
Buenos Aires.
FREIRE
Paulo (1984) El mundo y la letra. Una lectura crítica
del entorno. En Correo de la UNESCO. Febrero
Fundación
Girasol. Historias de Prevención, El cuento
extraordinario. El cuento enseñanza como recurso educacional –
preventivo ante situaciones de riesgo, Buenos Aires
GENDE,
C. E. Sobre
el concepto de interpretación, Universidad
Nacional del Comahue,
Neuquén, 1999 www.pucp.edu.pe/eventos/congresos/filosofia
GUBER
Rosana (1984) La identidad de los villeros. Primer
Simposio Argentino de Antropología urbana. Facultad de
Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires.
GOFFMAN
Irving (2003) Estigma. La identidad deteriorada. Amorrortu
Editores. Buenos Aires.
GAGNETEN,
María Mercedes (2004) Antropología
Cultura Popular y Derechos Humanos. Espacio Editorial. Buenos
Aires.
GARCÍA
Alejo (2006) Educación popular y cine: de la
des-subjetivación a la construcción de sentidos de
vida. En TONON Graciela (compiladora) (2006) “Juventud y
protagonismo ciudadano”. Ed. Espacio. Buenos Aires.
MARTIGNONI,
N. (1998) Trabajo Social en
Drogadicción. Hacia una modalidad de intervención
interpretativa frente al consumo de drogas,
Tesis de Grado Presentada por la
autora en la UNCPBA
MELANO
María Cristina (2001) Un Trabajo Social para los nuevos
tiempos. La construcción de la ciudadanía.
Editorial Lumen Hvmanitas. Buenos Aires.
MORENO
I. (2005) El juego y los juegos. Ed. Lumen Hvmanitas;
Buenos Aires.
NOLLA
CAO, N. (1997) Etnografía:
una alternativa más en la investigación pedagógica,
Rev. Cubana Educación Media
Superior, Ministerio de Salud Pública
SIRVENT
M., T. (1998) Poder, participación y múltiples
pobrezas: la formación del poder ciudadano en un contexto de
neoconservadurismo, políticas de ajuste y pobreza. Ed.
Mimeo. Buenos Aires.
TANI
R., CARRANCIO B., NÚÑEZ M. G. y PÉREZ E.
(2004) La práctica edagógica crítica de José
Luis Rebellato. Revista El Catoblepas Crítica del
presente. Número 23. Enero.
VASCO
URIBE L.
G. (1983) Algunas
reflexiones epistemológicas sobre la utilización del
método etnográfico en trabajo de campo,
Ponencia para el II Congreso Nacional de Antropología en
Colombia, Medellín, Universidad de Antioquia, octubre 7-11 de
1980 Publicada en Boletín de Antropología, Departamento
de Antropología, Universidad de Antioquia, Medellín
NOTAS 1
“Pero si en principio,
intentamos reconocer el origen de los problemas, es posible que
sepamos con más claridad qué hacer, de ahí que
se haga necesario interrogarnos acerca del por qué de la
drogadicción. Tal vez preguntándonos en principio; si
la drogadicción es una elección, o en definitiva un
producto de la época que vivimos”.
2
“ La deconstrucción
es una estrategia que permite desmontar imaginarios y tener la
posibilidad de identificar las fisuras, las grietas, de las
propuestas y sus desarrollos en todo el aparato de saber y de poder
en torno al cual se ha montado en la academia, en las ONGs, en los
grupos comunitarios y en las organizaciones populares. Es
indispensable impulsar la posibilidad de oír lo secundario
con la misma fuerza y poder que oímos los discursos
elaborados desde los centros de poder” (Cifuentes Gil, R.;
2002)
3
Paulo Freire (1985) menciona
“o tra virtud es la
de vivir intensamente la relación profunda entre la práctica
y la teoría, no como yuxtaposición, como
superposición, sino como unidad contradictoria. De
tal manera que la práctica no sea subteoría, sino que
no puede prescindir de la teoría. Hay que pensar la práctica
para, teóricamente, poder mejorar la práctica. Hacer
esto demanda una fantástica seriedad, una gran rigurosidad (y
no superficialidad), estudio, creación de una seria
disciplina. Esta cuestión de pensar que todo lo que sea
teórico es malo, es algo absurdo, es absolutamente falso. Hay
que luchar contra esta afirmación, no hay que negar el papel
fundamental de la teoría. Sin embargo, la teoría deja
de tener cualquier repercusión sino hay una práctica
que motive la teoría.
4
Tanto el modelo ético-jurídico como el
médico-sanitario adoptan un enfoque en donde las sustancias
adquieren un papel predominante. Desde el primer modelo se resaltan
los efectos perjudiciales de las drogas estableciendo al mismo
tiempo una distinción entre las drogas lícitas e
ilícitas. El consumidor es visualizado como un delincuente de
modo que esto genera un proceso de estigmatización a nivel
moral y ético ya que se asocia a las drogas con la
delincuencia. El modelo ético-jurídico posee una
visión individual, al igual que el modelo médico-sanitario,
en el sentido que considera al sujeto que consume drogas como un ser
vulnerable.
5
La etnografía es un
término que se deriva de la antropología, puede
considerarse también como un método de trabajo de
ésta; se traduce etimológicamente como estudio de las
etnias y significa el análisis del modo de vida de una raza o
grupo de individuos, mediante la observación y descripción
de lo que la gente hace, cómo se comportan y cómo
interactúan entre sí, para describir sus creencias,
valores, motivaciones, perspectivas y cómo éstos
pueden variar en diferentes momentos y circunstancias; podríamos
decir que describe las múltiples formas de vida de los seres
humanos.
6 Rebellato
considera que el lenguaje expresa relaciones políticas de
apropiación de poder en el espacio social complejo que regula
el Estado y sus instituciones, y que el análisis de las
estructuras léxicas y sintácticas debe interpretar la
diversidad de intereses ideológicos antagónicos que se
expresan en las prácticas lingüísticas y los
efectos de dominación que condicionan el comportamiento de
los sujetos. En Rubén
Tani “La práctica pedagógica crítica de José
Luis Rebellato”, enero 2004.
7
Se destaca el proyecto “Cine en Movimiento”, el cual
comienza en el año 2002 y tiene como objetivo acercar las
herramientas del lenguaje audiovisual a los sectores populares para
que éstos puedan crear su propio mensaje y de esta manera,
convertirse en sujetos políticos productores de cultura.
* Datos sobre la autora: * Lía Carla De Ieso Trabajadora Social Volver al inicio de la Nota |
Volver al sumario | Avanzar a la nota siguiente | Volver a la portada para suscriptores |