Continentes ricos en recursos naturales, pobres en desarrollo.
Es la ecuación impuesta desde el sistema capitalista, avasallador de todos los principios de igualdad humana.
El modelo neoliberal que marcó la reestructuración productiva impulsada por el Capital Finaciero Internacional es generador de más desigualdades y marginación. El mismo sistema político acompaña procesos y situaciones en las que se violan los Derechos Humanos.
El Estado se ha quitado su máscara de defensor de los más débiles y pisoteado el concepto de que es de "todos" como cohesionante de lo "nacional". Con descaro sin igual se erige como ejército de avanzada para los avances de los poderosos sobre los espacios públicos y los recursos naturales.
De tal manera, hoy la "Patria" es el "Trabajo". A ese espacio intangible y móvil acuden las masas desposeídas en busca de abrigo y comida, constituyéndose en los nuevos ejércitos de la mano de obra barata. Millones de inmigrantes abandonan lo que les corresponde por derecho.
De acuerdo a la teoría política moderna (postulada desde el mundo occidental), se supone que cada "ciudadano" de nuestros países posee una cuota parte de lo que ofrece su país en recursos naturales y oportunidades de desarrollo.
De allí que se diga que cada uno entrega su porción de "poder" al Estado para que éste administre los espacios y los recursos de todos (lo público). Si hiciéramos una simple operación matemática, sumando el valor actual más la potencialidad de los recursos y la infraestructura ya construida por las anteriores generaciones (de las que recibimos su legado), nos daría una cifra asombrosa que incluiría entre otras cosas: petróleo, gas, yacimientos de minerales diversos, pesca, campos de cultivo, agua, energía, tecnología y capacidad de humana de creación.
Para saber cuánto es lo que nos corresponde a cada uno, deberíamos dividir esa cifra fabulosamente millonaria por la cantidad de habitantes. Simple. Veríamos que cada uno de nosotros es inmensamente rico. Y lo mejor de todo es que esta riqueza sería compartida con nuestros semejantes.
En ese mundo no debería existir la pobreza, ni el atraso, ni la desnutrición; ninguno de los males del mundo que nos ofrece la libertad del mercado para enriquecer a quienes se apropian de lo que no les corresponde.
A lo largo de nuestra historia, los americanos debimos soportar invasiones, matanzas y esclavitud. Las reacciones fueron reprimidas salvajemente. A un proceso de represión le siguió uno de aparente libertad, en la que los Estados y los Organismos Internacionales se convirtieron en garantes del saqueo.
Como señalara Ernesto Guevara, "América constituye un conjunto más o menos homogéneo y en la casi totalidad de su territorio los capitales monopolistas norteamericanos mantienen una primacía absoluta. Los gobiernos títeres o, en el mejor de los casos, débiles y medrosos, no pueden imponerse a las órdenes del amo yanqui.... Esa política cuenta con una impunidad casi absoluta; la OEA es una máscara cómoda, por desprestigiada que esté; la ONU es de una ineficiencia rayana en el ridículo o en lo trágico; los ejércitos de todos los países de América están listos a intervenir para aplastar a sus pueblos. Se ha formado, de hecho, la internacional del crimen y la traición." (Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental, abril de 1967)
Los Golpes de Estado de la década del '70; los procesos neoliberales de los '90 y las democracias formales y vacías de contenido del siglo XXI son las herramientas políticas que consolidan el sistema de injusticia que empuja a millones de seres humanos a la miseria y la marginación, a abandonar sus países ricos en busca de trabajo.
La "Patria" está allí donde haya trabajo. La Patria es el Trabajo.
Paulo Freire señala que la marginalidad no es la situación del que está "fuera de" o "marginado de" sino la del que ha sido expulsado, echado y mantenido fuera.
Y desde el momento en que es echado, se convierte en miembro de un sistema que se torna perverso para el poder hegemónico. Este sistema y sus integrantes son considerados como el enemigo, como "el otro", el distinto y por ende, peligroso.
Hoy que la "democracia" se vació de participación popular, que las leyes del mercado controlan el poder formal para beneficio de los grandes grupos financieros internacionales sumiendo a millones de personas en la indigencia; debería ser el momento para aportar -en mayor o menor medida- a la recuperación de los espacios perdidos y para que crezcan y se multipliquen las producciones sociales y cooperativas a lo largo de todo nuestro continente (y del mundo entero).
La memoria y el compromiso deberían ser el punto de partida para lograr esa recuperación.
José Luis Parra