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I.
Introducción
El
presente ensayo tiene por objetivo elucidar el escenario
socio-político en el que aparece la primer expresión de
la denomina “cuestión social”, entendiendo que
ello propiciará una aproximación analítica al
proceso de intervención. En este sentido, no se realizará
una mera descripción de dicho escenario sino que el interés
estará puesto en indagar acerca del poder de policía
que asumirán esas primeras prácticas de intervención
en tanto nuevo poder pastoral.
La
idea rectora del trabajo será que la intervención en lo
social produce saberes en relación a un “otro”
sobre el que se dirige toda una serie de técnicas y
herramientas de control, constituyéndose en uno de los
aspectos fundantes del Trabajo Social. De este modo, no se trata de
determinar si esas producciones discursivas producen verdades o no
sino que se trata de aislar y aprehender la “voluntad de
saber”; es decir, interesa determinar la génesis de la
explosión discursiva en torno y a propósito de ese
“otro”, en un momento histórico en el que la
población surge como problema económico y político. II. La cuestión social 1 en la Argentina hacia fines del siglo XIX
Identificar
los aspectos generales de la situación socio-política
de la Argentina de fines del siglo XIX y principios del XX permite no
sólo acceder a los orígenes de la profesionalización
de la asistencia sino que constituye una vía de acceso a la
construcción de un nuevo saber.
De
manera muy general se puede afirmar que dicha situación se
caracteriza, en términos sociales, por una sustancial
diferenciación del sistema de relaciones sociales hasta
entonces imperante como consecuencia de la política
inmigratoria iniciada a mediados de 1850. En relación a la
economía, se observa su diversificación con la
extensión de la agricultura, la instalación de los
primeros frigoríficos y el desarrollo de las primeras
industrias. Al mismo tiempo, se emprende la prolongación de la
red ferroviaria y se encara una gran cantidad de obras públicas.
Mientras que desde la esfera política, las clases dominantes
logran la consolidación del proyecto liberal que impulsó
una incorporación más plena al mercado mundial.
En
ese contexto, los liberales de la generación del ‛80,
bajo los ideales del progreso y del positivismo, asumirán una
serie de medidas tendientes a materializar y extender el control
estatal en distintos ámbitos de la vida civil. En ese sentido,
el proyecto positivista intentará dar respuesta, por un lado,
a los efectos no deseados del proceso de modernización y, por
el otro, buscará “hacerse cargo reflexivamente del
problema de la invención de una nación” 2.
Si
bien la nación crecía cuantitativa y cualitativamente
de la mano de la ansiada inmigración europea no existían
“plan ni supervisión, y los más elementales
servicios de la vida de la ciudad no conseguían ponerse a su
paso. Faltaban casi por completo los de limpieza en la vía
pública, abastecimiento de agua, sanidad y viviendas para la
clase trabajadora. La consecuencia más patente de este
abandono urbano fue la reaparición de grandes epidemias de
enfermedades contagiosas” 3.
Los discursos médicos se tornarán claves para
disciplinar a estas multitudes compuestas por “especiales
aptitudes morales e intelectuales” 4
y para “considerar la familia y sus transformaciones como una
forma positiva de solución a los problemas planteados por una
definición liberal del Estado más que como elemento
negativo de resistencia al cambio social” 5.
¿Qué podía amenazar en ese momento la definición
liberal del Estado? En primer lugar, los reclamos sociales de
esas oleadas de indigentes que habían arribado a un país
que no cumplía con sus expectativas de progreso. En segundo
lugar, las diferencias sociales al interior del cuerpo social,
diferencias ligadas no sólo a las condiciones de vida sino
también a las costumbres. La solución a ambas
dificultades no podía continuar siendo la pura y simple
represión, dado que la economía liberal necesitaba
instaurar prácticas de conservación y formación
de la población. El problema que se plantea será el
desarrollo de dichas prácticas pero con fines de dominación,
de pacificación y de integración social.
Si
durante la Edad Media la integración fue un fenómeno
puramente divino, en la Modernidad su resolución queda a cargo
de los hombres. De este modo, fue la estrategia filantrópica
la encargada de asumir el desafío. La filantropía no
consistió en una fórmula ingenuamente apolítica
sino en una herramienta pretendidamente despolitizante. III. Nuevo poder pastoral La
intervención implicará una vigilancia continua de la
familia, una táctica a la vez totalizante e individualizadora.
Si hasta el siglo XIX el poder político y el poder pastoral
aparecen más o menos ligados entre sí, a partir de
entonces esta táctica logrará la imbricación de
ambas lógicas, constituyendo una nueva forma de poder.
El
nuevo poder pastoral 7,
matriz moderna de individualización del Estado, pese a
perpetuar la función de la vieja institucionalización
eclesiástica del pastorado, transmutará su objetivo. Ya
no se trata de conducir al manso rebaño hacia su salvación
futura garantizada en el más allá, sino que se trata de
asegurársela en este mundo, en el más acá.
a.
Metamorfosis del objeto
Uno
de los cambios que conlleva el nuevo poder pastoral es el de la
significación de esa salvación; el objeto muta del alma
al cuerpo.
El
cuerpo, convertido en blanco de poder desde el siglo XVII,
habría de ser sometido a nuevas técnicas que llevarían
el control a otra escala. Ya no se trata del cuerpo “en masa,
en líneas generales, como si fuera una unidad indisociable,
sino de trabajarlo en sus partes, de ejercer sobre él una
coerción débil (...) al nivel mismo de la mecánica:
movimientos, gestos, actitudes, rapidez” 8.
Pero en el siglo XIX, el cuerpo así entendido debe ser
salvado, y para ello resulta necesario preservarlo en su integridad.
En
este sentido, la medicina invertirá las “posiciones
respectivas del alma y del cuerpo con vistas a la perfección” 9.
Si mis conductas en el mundo no son las que aseguran mi salvación
en el más allá, sino que la salvación está
aquí y es mi cuerpo su materialidad, entonces se torna
necesario conservar un buen estado de salud, promover nuevas
condiciones de educación y de seguridad social.
Esta
metamorfosis opera en el plano de la beneficencia en una mutación
de la esperanza y del compromiso. Mientras que con la caridad el
objetivo estaba constituido por la salvación del alma, y la
pobreza era una determinación divina donde la esperanza del
paraíso en el cielo, en el más allá, establecía
un compromiso con la causa de Dios; por el contrario, con la
filantropía el objetivo será el de ayudar al semejante
con la esperanza puesta en la tierra, en este mundo, donde la pobreza
es un imponderable, por lo que se niega la limosna como una dádiva
y se plantea una ayuda que actúe como paliativo de la
circunstancia del prójimo, estableciéndose un
compromiso con la causa de la humanidad.
¿Por
qué se torna necesario establecer el lugar de esta
metamorfosis en la beneficencia? Porque será la
institucionalización de esa intervención privada (que
aporta un saber práctico apoyado en el sentido común y
en el compromiso pero también una identidad y un lugar), junto
con la ampliación de las funciones del Estado y el desarrollo
de las Ciencias Sociales las que den origen, a principios del siglo
XX, a un nuevo tipo de práctica: la asistencia, el servicio o
el trabajo social.
b.
Proliferación de agentes
En
segundo lugar, se produce un fuerte aumento de funcionarios de ese
poder pastoral. Serán las instituciones públicas pero
también las “empresas particulares, de sociedades de
asistencia, de benefactores y, de modo general, de filántropos” 10
los encargados de ejercerlo. Incluso una vieja institución
como es la familia se verá obligada a asumir funciones
pastorales, pero sobre ella volveremos en el siguiente apartado. Esto
implica que el poder de tipo pastoral que durante milenios estuvo
ligado a instituciones religiosas, encuentra soporte en una multitud
de instituciones, expandiéndose de pronto por todo el cuerpo
social.
Importa
destacar aquí que el poder, en términos foucaultianos,
no es una sustancia, algo que se posee, sino que está en
continua y permanente circulación, que funciona en cadenas
retroalimentantes a través de las redes en las que estamos
implicados, en las que somos sostenidos y de las que somos sostenes.
El poder asume dos movimientos: uno descendiente, de lo macro
a lo micro (baja, impone un discurso); otro ascendiente, en
sentido inverso, que lo produce, le presta forma concreta, lo
multiplica. La hipótesis de este trabajo es que esta línea
descendente estaría garantizada no sólo por el poder de
policía 11
de todos estos agentes, sino por el nuevo poder pastoral entendido
como uno de los cimientos sobre los que se fundará el Trabajo
Social.
Precisamente, el nuevo
poder pastoral encuentra en los orígenes de nuestra profesión
un terreno fértil donde florecer ya que deja de demandar
sacrificio y se lo empieza a brindar en nombre del hombre. ¿Quién
lo ejerce? Aquel que promueve el cuidado del otro. La inevitable
pregunta acerca de las razones o motivos que podrían motorizar
esta práctica encuentran así su explicación:
aquellos que no logran integrarse a este modelo liberal de sociedad
dejan de ser considerados un mero excedente social para pasar a ser
vistos como agentes valiosos, fuerzas productivas y útiles que
deben ser reorganizadas en función de imperativos económicos
y sociales.
c.
Tecnologías de saber-poder
La
condición de esa reorganización se centra en el
“desarrollo del conocimiento de los hombres acerca de dos
funciones: una globalizadora y cuantitativa, que concierne a
la población” 12
y que se centra en la vida; la otra analítica, que
concierne al individuo y manipula su cuerpo como foco de fuerzas que
hay que hacer útiles y dóciles a la vez.
Este
conjunto de funciones no operan del mismo modo, por lo cual no se
excluyen sino que se articulan. La función analítica
proporcionará un saber minucioso, puntilloso de las menores
partículas de la vida cotidiana y del cuerpo humano; mientras
que la función globalizadora y regularizadora permite pensar,
reflexionar y calcular los problemas específicos de la
población, a través de un factor técnico
principal, la estadística.
Ella
permitirá la medición de fenómenos demográficos
tales como la natalidad, mortalidad y longevidad de la población.
En este sentido, la medicina va a ser una técnica política
de intervención, con efectos de poder propios. La medicina, en
tanto saber/poder que se aplica, a la vez, sobre el cuerpo y sobre la
población, sobre el organismo y sobre los procesos biológicos,
va a tener efectos disciplinarios y regularizadores. El foco de estas
intervenciones va a estar dado por la familia; la familia aparece,
así, como un elemento de la población y como un
instrumento fundamental de su gobierno.
Por
lo tanto, es posible afirmar que la familia, punto neurálgico
de la sociedad, es el punto de convergencia de la anatomopolítica
del cuerpo humano y de la regulación política de la
vida, la biopolítica. El dispositivo 13
familiar se convierte en el instrumento privilegiado para el gobierno
de la población, y por lo tanto, en el objeto de la
intervención estatal.
De
este modo, aparecen nuevas técnicas de intervención,
surgen nuevas formas de observación, de registro, de
interrogatorio. Todas estas técnicas se inscriben en la lógica
de la indagación como forma de intervención, en tanto
proceso de búsqueda de la verdad. Y en esta búsqueda de
la verdad, lo que importa al poder pastoral es que todo sea dicho, el
pastor debe conocer hasta en el más mínimo detalle a su
rebaño, “en todas partes fueron preparadas incitaciones
a hablar, en todas partes dispositivos para escuchar y registrar, en
todas partes procedimientos para observar, interrogar y formular” 14.
En este sentido, la aparición de “nuevas formas de
análisis de la cuestión social abre panoramas hasta
hace poco tiempo impensados e inexplorados (...) básicamente,
se desconfía de lo dado” 15.
Por lo que va a adquirir importancia la prueba dado que ella viene a
intentar demostrar, certificar y verificar esa verdad.
En
este punto interesa analizar el momento del surgimiento de la
población como problema económico y político y
la relación que se establece con la intervención.
La
política deja de girar en torno a la igualdad y la libertad
para pasar a “cuidar la vida” y administrarla. Bajo esta
premisa, la intervención se realiza con el objetivo
fundamental de hacer vivir, sobre la manera de vivir y sobre el cómo
de la vida.
Y
aunque esta preocupación no es nueva, sino que aparece en
Argentina mucho antes que la generación del ‛80, el
aspecto novedoso se da en relación al cómo de la
vida, ya que modifica la lógica del dispositivo asistencial
predominante hasta ese momento:
cambia
su naturaleza: lo que hay que dar, por principio, son consejos
antes que bienes.
cambian
los criterios de oportunidad: de la dependencia pobres-ricos a
la “legítima influencia”, ello garantizado por la
atribución de derechos políticos. Derechos que
permiten superar la alternancia entre caridad y represión al
establecer una serie de preceptos cuyo cumplimiento debe ser
garantido por el Estado.
cambian
la formas de atribución de ayudas, es decir, el orden de
prioridades: antes el niño que el anciano, antes la mujer
que el hombre. En términos de Castel, se configura la
handicapología, es decir, el perfil de las poblaciones
que se convertirán en clientes potenciales de lo
social-asistencial, individuos que tendrán el común
denominador de no poder subvenir a sus necesidades básicas
dado que no están en condiciones de trabajar. En este
sentido, la intervención se planteará en torno a la
verificación de la pobreza, se requerirá para ello no
sólo de las herramientas que permitan su cómputo
(tales como certificados, visitas, encuestas, informes, etc) sino
también la institucionalización de un saber capaz de
administrarlas y de ejercer sobre la población un férreo
control.
V. A modo de conclusión
Nos
encontramos, indiscutiblemente, con los orígenes de nuestra
profesión. No constituye el objetivo de este trabajo el
continuar el análisis de ese proceso, sino el identificar un
complejo escenario socio-político en el que se plantea la
necesidad de intervenir sobre lo que en ese momento se identificó
como la “cuestión social” de una manera
regularizadora y globalizante del cuerpo social a través de un
nuevo tipo de poder que Foucault denomina nuevo poder pastoral.
A
partir de allí vimos la proliferación tanto de agentes
capaces de sostenerlo como de técnicas y conocimientos
constructores de un nuevo saber que cargaron con la tarea de hacer
gobernable no a individuos aislados sino a una población.
En
este sentido, importa señalar que “cada sociedad gesta
en base a un determinado grado de desarrollo de sus prácticas
y representaciones las diferentes formas de resolver dichos problemas
y promueve así el desarrollo de la ciencia, de la tecnología,
de las profesiones y de las diversas instancias sociales, políticas
y culturales (...) involucradas en el desenvolvimiento de la
sociedad” 16.
Es decir, que la necesidad de una profesión no se origina por
simple proclamación sino por la configuración de un
campo de problemas que requiere un determinado tipo de intervención.
Resta
reflexionar acerca de las dimensiones de la “intervención
en lo social en la actualidad, entendiendo que ella se nos presenta
como un “espacio de libertad” que se construye en
pequeños hiatos, intersticios, lugares, donde es posible
reconstruir historicidad, entender a ese “otro” no como
un sujeto a moldear sino como portador de historia social, de
cultura, de relaciones interpersonales” 17.
Espacio de libertad y, por lo tanto, campo atravesado por tensiones
diversas que es preciso conocer. La reflexión quizá nos
permita pensar que la intervención por venir requiere la
producción de aberturas que desborden la condición de
imposibilidad, es decir, la producción de nuevos posibles 18.
En
este sentido, ya se lo preguntaba Ignacio Lewkowicz, ¿adónde
nos conduce esto? La pregunta era y sigue siendo pertinente. La
respuesta continúa siendo: depende. “Depende de
lo que hagamos prácticamente los contemporáneos, en la
medida en que no hay ningún futuro escrito en ningún
cielo secreto. Depende de nuestro hacer, sin un sentido determinado
de antemano, pero que es un libre hacer incondicionado. Depende de lo
que se haga con las condiciones. Porque son condiciones y no
determinaciones. Resulta imposible no tomarlas en cuenta. Pero
resulta cobarde asumirlas como determinaciones. En definitiva:
depende” 19. VI.
Bibliografía:
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Exclusión e integración en los nuevos escenarios
sociales”. Editorial Paidos Tramas Sociales. Buenos Aires.
2005.
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Donzelot,
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Corea, Cristina. “Chicos en banda. Los caminos de la
subjetividad en el declive de las instituciones”. Paidós
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Lewkowicz,
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fluidez”. Paidós. Buenos Aires. 2004.
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utilizada: FOUCAULT M, “El sujeto y el poder” en
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2001.
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Hobsbawm, E.
“Las revoluciones burguesas”. Cap. XI.
S/d.
Terán,
Oscar. “Positivismo y nación en la Argentina”.
Pág. 12. Editorial Puntosur, Buenos Aires, 1987.
NOTAS
1
Robert Castel señala que la cuestión social
“puede caracterizarse por la inquietud acerca de la capacidad
de mantener la cohesión social de una sociedad”. Véase
“La metamorfosis de la cuestión social”,
Editorial Paidos, Buenos Aires, 1997. Pág.
29.
2
Terán, Oscar. “Positivismo y nación en la
Argentina”. Pág. 12. Editorial Puntosur, Buenos Aires,
1987.
3
Hobsbawm, E. “Las revoluciones burguesas”. Cap.
XI. S/d.
4
Ramos Mejía, José María. “Fragmentos de
Las multitudes argentinas” en Terán, Oscar, op.
cit.
5
Donzelot, Jacques. “La policía de las familias”.
Editorial Pre-textos. España. 1998.
6
Terán, Oscar. Op. cit.
7
Foucault, Michel. “Le sujet et le pouvoir”,
Dits et écrits, vol. IV, Paris, 1994; versión
castellana utilizada: FOUCAULT M, “El sujeto y el
poder” en DREYFUS H y RABINOW P, Michel Foucault: más
allá del estructuralismo y la hermenéutica, BsAs,
Nueva Visión, 2001.
8
Foucault, Michel. “Vigilar y castigar. Nacimiento de la
prisión”. Pág. 140. Siglo Veintiuno Editores.
México. 2001.
9
Donzelot, Jacques. “La policía de las familias”.
Pág. 17. Editorial Pre-textos. España. 1998.
10
Foucault, Michel. “El sujeto y el poder”. Pág.
248. S/d.
11
Poder de policía “no en el sentido
estrictamente represivo que nosotros le damos hoy, sino según
una concepción mucho más amplia que engloba todos los
métodos de desarrollo de la calidad de la población y
del poder de la nación” en Donzelot, Jacques. Op. cit,
pág 10.
12
Foucault, Michel. Op. cit.
13
Michel Foucault señala que dispositivo es la red de
relaciones que se pueden establecer entre elementos heterogéneos.
En un dispositivo, cualquiera sea éste (de intervención,
familiar, de sexualidad, etc) la norma adquiere un lugar
fundamental en tanto actúa como la coacción de una
conformidad que es preciso realizar, establece un grado óptimo
que es preciso alcanzar y también el umbral mínimo.
Permite distinguir entre lo social y lo asocial, lo sano y lo
patológico, lo diferente y la diferencia de las diferencias
(lo anormal).
14
Foucault, Michel. “Historia de la sexualidad. La voluntad del
saber”. Editorial Siglo veintiuno editores Argentina. Buenos
Aires. 2002.
15
Carballeda, Alfredo J. M. “La intervención en lo
social. Exclusión e integración en los nuevos
escenarios sociales”, pág. 36. Editorial Paidos Tramas
Sociales. Buenos Aires. 2005.
16
García Salord, Susana. “Especificidad y rol en Trabajo
Social”. Pág. 18. Editorial Humanitas, Buenos Aires,
1991.
17
Carballeda, Alfredo
J. M. “La intervención en lo social. Exclusión
e integración en los nuevos escenarios sociales”. Pág.
32. Editorial Paidos Tramas Sociales. Buenos Aires. 2005.
18
Duschatzky, Silvia y Corea, Cristina. “Chicos en banda. Los
caminos de la subjetividad en el declive de las instituciones”.
Paidós Tramas Sociales. Buenos Aires. 2002.
19
Lewkowicz, Ignacio. “Pensar sin Estado. La subjetividad en la
era de la fluidez”. Pág. 36. Paidós. Buenos
Aires. 2004.
* Datos sobre la autora: * Maia Klein Estudiante Lic. Trabajo Social Volver al inicio de la Nota |
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