Periódico de Trabajo Social y Ciencias Sociales
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Política y comunicación:
Por:
Introducción
El
campo problemático de la comunicación y la política
se trama en el diálogo que se produce en los cruces de, por un
lado, las prácticas sociales de comunicación y política
junto con aunque muchas veces, al margen o en contra de
las prácticas profesionales en comunicación y política,
y por otro, particulares perspectivas nocionales y teóricas
que explican y orientan esas prácticas.
En
la actualidad tiempo en que la lógica mercantil
neoliberal impregna todos los espacios del hacer/representar
ciertas maneras de pensar y concebir la política y la
comunicación se han encontrado en lo que se conoce
habitualmente con el nombre de comunicación política. 1 Aquí, como en la mayor parte de la bibliografía sobre
el terreno vincular de la comunicación y la política,
las interrogaciones sobre el espacio público se
constituyen en un problema ineludible, piedra de toque en la mayoría
de las formulaciones.
Dominique
Wolton uno de sus exponentes más destacados
considera que la comunicación política es
el espacio en que se intercambian los discursos contradictorios de
los tres actores que legítimamente se expresan en público
sobre la política y que son los políticos, los
periodistas y la opinión pública a través de los
sondeos. 2 Y también más adelante, la comunicación
política es la intersección más pequeña
entre los otros tres espacios simbólicos que son el espacio
público, el espacio político y el espacio
comunicacional. Es el lugar en el que se concentran y se leen los
temas políticos en debate, los cuales se desprenden del
espacio público y del espacio político. 3
Así,
se produce una triple reducción: de la política a lo
que hacen los políticos, de la comunicación a lo que
pasa en los medios y de la opinión pública a lo que
resulta de los sondeos. Esto hace que la mayor parte de los trabajos
de lo que se llama comunicación política dirijan
sus estudios a lo que hacen dirigentes políticos, periodistas
de los grandes medios y expertos de marketing político.
Wolton
considera que la comunicación política es el
verdadero motor del espacio público, 4 en la medida que integra, legitima o excluye temas políticos,
es decir, en la medida en que organiza el debate político
alrededor de los enfrentamientos que se producen en la democracia de
masas. Pero al hacerlo, genera una separación entre, por un
lado, la comunicación política, y por otro, las
contradicciones y los problemas que aquejan a la sociedad. 5
Consecuentemente,
el espacio público es concebido como el espacio
simbólico en el que se oponen y se responden los discursos en
su mayor parte contradictorios, formulados por los diferentes actores
políticos, sociales, religiosos, culturales, intelectuales,
que componen una sociedad. 6
Wolton
propone mantener una distinción entre los espacios privado (lo
que no está destinado a ser debatido públicamente),
público (lo que es tema de discursos y que puede ser objeto de
un enfrentamiento político) y político (donde se
produce el enfrentamiento discursivo propiamente dicho). Por ello,
cuando se hace pública la esfera privada se abre el camino a
la politización de la misma, reduciendo la
separación de estos espacios. De allí, la importancia
de la comunicación política en las sociedades
democráticas como articuladora de un equilibrio inestable
y motor social.
Por
último, Wolton realiza una distinción entre palabras y
hechos, entre discurso y acción: cuando una parte del
público o de las fuerzas sociales, que ya no se siente
representada en los discursos opone a estos obras y
hechos. 7 Es por ello que considera que lo importante en la comunicación
política es aceptar que el enfrentamiento de las palabras es
preferible al de los hechos.
Sin
embargo, hay otros modos posibles de pensar y actuar el encuentro
entre política y comunicación, en los que resulta
evitable la reducción de la política a la ingeniería
de procedimientos y de la comunicación a los
dispositivos de diseminación de mensajes. 8
Para
ello, es necesario repensar la categoría de espacio
público, clave de comprensión de las relaciones
entre las prácticas comunicativas y las prácticas
políticas (prácticas, unas y otras, que en definitiva
son desarrolladas por un único y mismo sujeto). En función
de este interés, revisaremos los sentidos que lo público
fue adquiriendo en diferentes momentos en la historia del mundo
occidental, basándonos para ello en la literatura
especializada.
El
ciudadano griego 9 pertenece a dos órdenes de existencia, estableciéndose
una tajante distinción entre lo que es suyo, organizado
alrededor del hogar (oikos) y la familia y cuya actividad principal
es la conservación de la vida, y lo que es comunal o forma
parte del mundo común (koinon) y cuya principal actividad es
la política. De modo tal que queda instaurada para el mundo
occidental la distinción entre dos órdenes o esferas en
perfecta oposición: una esfera privada (oikos) y una
esfera pública (polis). La primera está
vinculada a la reproducción de la vida, en la que los hombres
viven juntos llevados por sus necesidades, donde se utiliza la fuerza
y la violencia para dominar esas necesidades (por ejemplo, gobernando
esclavos) y en la que prima la más absoluta desigualdad. La
segunda es la esfera de la libertad y la política, lugar de
iguales, caracterizada por la puesta en funcionamiento de
las facultades que distinguen a los griegos de los esclavos, los
extranjeros y los bárbaros: la acción (praxis) y
el discurso (lexis). De allí, las oposiciones:
público/privado, polis/oikos, política/economía,
ya que si la política pertenece al espacio público, la
economía permanece en el espacio privado.
En
el mundo griego, según Hannah Arendt, la palabra público
posee dos significaciones relacionadas entre sí. En primer
lugar, y vinculado a la noción de visibilidad, significa
que todo lo que aparece en público puede verlo y oírlo
todo el mundo y tiene la más amplia publicidad posible. 10 Por lo tanto, lo inapropiado, lo que no es digno de verse u oírse,
se convierte en un asunto privado, y por lo mismo, invisible a todos,
en un juego de luces y sombras. Sin embargo, lo que se considera
inapropiado en la esfera pública puede ser adoptado por todo
el pueblo pero mantenerse en la esfera privada. En segundo lugar, el
vocablo público significa el mundo compartido y común
a todos, diferenciado del detentado y poseído privadamente en
dicho mundo. En definitiva, uniendo ambas significaciones, público
es aquello que es común a todos y por lo tanto puede ser visto
y oído por todos: la realidad de la esfera pública
radica en la simultánea presencia de innumerables perspectivas
y aspectos en los que se presenta el mundo común.
Vale
la pena retener que para los griegos, según Arendt, la acción
y el discurso crean un espacio de aparición en un
sentido amplio: el espacio en el que uno aparece ante otros tanto
como esos otros aparecen ante uno, un espacio público de
carácter político ya que surge del actuar juntos, del
compartir palabras y actos.
Pertenece
al derecho romano la distinción entre derecho público y
derecho privado. Haciendo referencia a Ulpiano, el ius
publicum trata de las cosas sagradas, de los sacerdocios y de las
magistraturas. En cambio, el ius privatum afecta a todo
aquello que atañe a los contratos entre particulares,
indicando, a su vez, que son públicas todas aquellas
disposiciones que no pueden ser derogadas por un contrato entre
particulares. 11 En el latín clásico, publicum indicaba,
como significado unitario, perteneciente (pertinente) a todos /
perteneciente (pertinente) al Estado. 12
Si
consultamos un diccionario de ciencias jurídicas, políticas
y sociales, 13 podemos observar la continuidad de la distinción hasta
nuestros días. Así, el derecho público y el
derecho privado se diferencian en diversos aspectos: en cuanto a las
normas el primero se ocupa de normas de organización de
la sociedad y el segundo de normas de conducta de los
miembros que la integran; desde la perspectiva de los sujetos
de derecho, para el primero lo es el individuo y para el
segundo lo es el Estado; desde una perspectiva
teleológica, se trata del primero cuando el fin perseguido es
el interés del individuo, mientras que se trata
del segundo cuando el fin perseguido es interés del
Estado. Uno de los elementos fundamentales del derecho público
está dado por su carácter de irrenunciable.
Esto hace que muchos de los derechos civiles (referidos a la familia
o al matrimonio, por ejemplo) sean considerados como parte del
derecho público. Coincidentemente, según Schaub, el
carácter público del derecho romano no se basa en el
tipo de objeto que regula sino en su estabilidad e
indisponibilidad. 14
Antes
de las revoluciones liberales, en el mundo hispanoamericano 15 la expresión público tiene dos acepciones
primordiales vinculadas entre sí. De un lado, es público
lo que se hace o se dice a la vista de todos o es conocido por todos.
De otro lado, el público es el pueblo en tanto conjunto
de habitantes, cuya existencia jurídica se basa en un gobierno
y un territorio propios. Tanto semántica como culturalmente se
trata de una misma realidad: la comunidad política como un
sistema de reciprocidad moral en la cual lo privado en
sentido moderno queda subordinado al bien común.
Veamos
el uso de lo público como visible. En primer lugar, la
publicidad, como algo visto o conocido por todos, está ligada
a la moral y a la religión (íntimamente relacionadas en
la época), por lo que puede tener un efecto positivo o
negativo: se considera positiva cuando se vincula a virtud,
decencia o modestia; se considera negativa
cuando se relaciona con indecencia, vicios,
malas costumbres. Estos usos de lo público
no pueden oponerse a privado, tal como vimos en el caso
griego. Como indica Lampérière la moral pública
no toleraba con indiferencia los vicios privados y
secretos: los actos reprobados que sólo Dios puede ver
eran otras tantas ofensas que la comunidad tenía la obligación
de prevenir y, venido el caso, castigar, puesto que eran de su
responsabilidad al igual que los demás, y su descuido tenía
necesariamente consecuencias negativas para el conjunto de la
colectividad. 16 En segundo lugar, la publicidad, también como algo visto o
conocido por todos, se relaciona no con la difusión o
publicación de opiniones sino que se vincula al campo de la
información útil o necesaria y de la celebración
colectiva 17 y es siempre, al estar ligada al bien común, un
privilegio de las autoridades o de quienes ésta autoriza.
¿En
qué sentido el público es el pueblo? Como señala
Lampérière, la república constituía
la comunidad perfecta, o sea, la que se distinguía
de un simple conglomerado de familias o individuos por ser la
comunidad del pueblo, unida por vínculos morales, religiosos y
jurídicos e, idealmente, autosuficiente tanto desde el punto
de vista espiritual como político y material. 18 Con este ideal, se vinculan formando una constelación
semántica: el buen gobierno administra el bien
común y garantiza el buen orden para
beneficio público. Es decir, público
es todo lo que tiene una utilidad para el pueblo de los vecinos,
comenzando por su gobierno: 19 la república, en tanto totalidad, supone la identidad entre el
pueblo y el ayuntamiento que lo gobierna.
Para
Hannah Arendt, el surgimiento del mundo burgués produjo
modificaciones en las concepciones de lo público y lo privado.
Si en el mundo griego lo público constituye el espacio de la
política y lo privado el espacio doméstico (lugar de la
producción material por el trabajo esclavo y de la
reproducción de la vida), en el mundo moderno opera un doble
desdoblamiento: por un lado, lo privado se constituye únicamente
en el lugar para lo íntimo, desterrando lo doméstico;
por otro, lo público se divide en político y social,
donde lo social compone el espacio de la administración
doméstica y organiza el espacio público. De tal modo,
la esfera pública en tanto esfera social es decir, como
sociedad crece y tiende a devorar las esferas de lo político
y lo privado. Citando a Arendt, tal vez la indicación
más clara de que la sociedad constituye la organización
pública del propio proceso de la vida, pueda hallarse en el
hecho de que en un tiempo relativamente corto la nueva esfera social
transformó todas las comunidades modernas en sociedades de
trabajadores y empleados; en otras palabras, quedaron en seguida
centradas en una actividad necesaria para mantener la vida. 20 Es decir, las actividades relacionadas con la supervivencia y la
reproducción de la vida aparecen en público
ocupando un lugar central.
Para
Richard Sennet, durante los siglos XVII y XVIII en Francia y en
Inglaterra, público viene a significar una vida
que transcurre fuera de la vida de la familia y de los amigos
cercanos. Son las ciudades capitales los lugares donde la vida
pública se desarrolla. Allí, los distintos grupos
sociales se relacionan indefectiblemente, al desarrollarse ámbitos
de sociabilidad al margen del control real directo: ésta
fue la era de la construcción de parques urbanos masivos,
(...) la era en la cual los salones de café, luego las
cafeterías y las posadas se transformaron en centros sociales;
en la que el teatro y la ópera se abrieron al gran público. 21 Para Sennet, en tiempos de la Ilustración el hombre se hace a
sí mismo en público pero realiza su naturaleza en el
dominio privado, dentro del núcleo familiar. Por ello, los
espacios público y privado no eran tan
contrarios como alternativos: En público, el problema
del orden social se satisfizo con la creación de signos; en
privado, el problema de la nutrición fue afrontado, si no
resuelto, por medio de la adhesión a principios
trascendentales. Los impulsos de voluntad y artificio eran los que
gobernaban el dominio público mientras que los que gobernaban
al dominio privado eran aquellos de la restricción y
destrucción del artificio. Lo público era una creación
humana; lo privado era la condición humana. 22
Para
Jürgen Habermas, 23 en los siglos XVII y XVIII, a partir fundamentalmente del impulso
generado por el capitalismo mercantil desde el siglo XVI, se fueron
creando las condiciones para la aparición de una nueva forma
de esfera pública. Hasta el momento, al espacio público
corresponde la esfera del poder público
constituida por el Estado Absolutista (con su poder de policía)
y la Corte (en tanto sociedad aristocrático-cortesana). El
espacio privado comprende a la sociedad burguesa en sentido
estricto; esto es: por un lado, el ámbito del tráfico
mercantil y del trabajo social, y por otro, la familia con su esfera
íntima. Entre ambos espacios aparece la esfera pública
escindiéndose del ámbito privado, ya que la dicotomía
central organizadora es Estado/sociedad.
Simultáneamente, aparece la sociedad civil donde
las personas privadas desarrollan sus actividades económicas
bajo la tutela de la autoridad pública. Entre ambas, aparece
una nueva esfera pública conformada a partir del raciocinio
político de las personas privadas, que lentamente comienzan a
cuestionar y criticar las decisiones de la autoridad pública
sobre la sociedad civil. En dicha esfera los hombres participan sin
distinciones jerárquicas, en igualdad de condiciones, donde a
partir del intercambio de juicios y del ejercicio de la crítica
prevalecen los mejores argumentos.
Habermas
le da especial importancia a la prensa periódica (primero
literaria y cultural y después política y social).
Junto a los bares, salones, cafeterías y teatros, como ámbitos
propicios para la nueva sociabilidad burguesa, la prensa y la
literatura jugaron un papel central: a comienzos del siglo XVIII las
casas de café, los salones, etc., eran tan amplios y numerosos
que sólo podían ser alcanzados por periódicos,
muchas veces editados por los mismos dueños de esos lugares.
Dice Habermas: la misma discusión es transportada a otro
medio, proseguida en él, para volver luego, a través de
la lectura, al originario medio de la conversación. 24 Y refiriéndose al Tatler, periódico fundado en 1709,
el público que lo leyó y comentó se vio a
sí mismo como tema. 25 El público se mira al espejo con elTatler,
con el Spectator, con el Guardian, sentencia Habermas.
A través de la literatura, la crítica artística
y literaria y la prensa periódica, el público burgués
se autorrepresenta, se considera a sí mismo y tematiza. Así,
el espacio público modela la subjetividad burguesa que, a su
vez, constituye ese espacio público. No hay subjetividad
burguesa sin publicidad burguesa: la subjetividad
literariamente capaz, se convierte, efectivamente, en la literatura
de un amplio público lector; las personas privadas convertidas
en público razonan también públicamente sobre lo
leído y lo introducen en el proceso comúnmente
impulsado de la Ilustración. 26 Dicho por el mismo Habermas pero en otros términos: no
se sabe bien si las personas privadas se ponen de acuerdo qua
hombres en el raciocinio literario acerca de experiencias de su
subjetividad, o bien si las personas privadas se ponen de acuerdo qua
propietarios en el raciocinio político acerca de la regulación
de su esfera privada. 27
Pero
para Habermas el público no coincide con el pueblo.
El público tiene una envergadura reducida si se
le compara con la masa de la población rural y del pueblo
urbano. 28 El público presupone personas privadas (lectores,
oyentes y espectadores) con patrimonio e instrucción
suficientes para participar del mercado cultural.
Para Roger Chartier, cuando aparece el concepto de opinión
pública en el siglo XVIII, produce una doble ruptura con
lo que hasta entonces era considerado público. Por un lado,
apela a la transparencia y a la visibilidad
de las intenciones y las acciones. Al convertir a la opinión
pública en la autoridad ante la cual se subordinan todas
las opiniones particulares, se perfila una nueva cultura política
desde el momento en que transfiere la autoridad de la voluntad
única del rey cuya decisión es inapelable y
secreta al juicio de una entidad que no se encarna en ninguna
institución, que discute públicamente y es más
soberana que el soberano. 29 Pero por otro lado, al hacerlo, al convertir a la opinión
pública en autoridad soberana necesariamente estable,
única y fundada en la razón, se convierte en lo
contrario de la opinión popular, múltiple, versátil
e impregnada de prejuicios y pasiones. 30 Según Chartier, esto es así para todos los
intelectuales ilustrados, de Kant a Condorcet.
En
la actualidad podemos registrar tres usos habituales del par
público/privado: lo común y general opuesto a lo
individual y particular; lo visible y manifiesto opuesto a oculto y
secreto; lo abierto y accesible opuesto a cerrado y vedado. De alguna
manera, estos tres usos contienen, de conjunto, las definiciones de
público que aparecen en cualquier diccionario de uso
escolar. A saber: Notorio, manifiesto. || Vulgar, común,
notado por todos. || Potestad o jurisdicción para hacer algo,
por oposición a privado. || Perteneciente a todo el pueblo. ||
Común del pueblo o ciudad. || Conjunto de los que participan
de las mismas aficiones o concurren con preferencia a un lugar. ||
Conjunto de los reunidos para asistir a un espectáculo o acto
semejante.
En
el primer caso, lo público es lo común a todos,
lo que concierne, afecta o pertenece a la comunidad y, por ende, a la
autoridad que emana de ella. Por ello, la seguridad pública,
la educación pública, la salud pública, etc. Sin
embargo, la recuperación de este sentido desde una perspectiva
jurídica noción juridicista 32 de lo público, dirá Sergio Caletti, que
como veíamos antes divide el derecho en público y
privado, lo común a todos (lo que pertenece o
concierne al pueblo) queda reducido a la autoridad
colectiva, es decir al Estado. De manera tal que la
identidad romana entre público y Estado, en tanto
colectividad civil, que de alguna manera pervivió en el mundo
hispanoamericano hasta las revoluciones liberales en la identidad
entre público y pueblo, en tanto comunidad
política, quedó reducida al Estado en su sentido
moderno. Este es el camino por el cual lo público se
convierte en estatal y, por ende, en político.
En
el segundo caso, lo público es lo que puede ser
visto y oído por todos, lo que es manifiesto y
ostensible para cualquiera, lo que puede ser conocido por todo el
mundo. Es lo opuesto de lo oculto y secreto, aquello que se sustrae a
la comunicación, al juicio, a la opinión o la crítica
e históricamente vinculado a lo sacro. En sus sentido
ilustrado hace referencia a la luz que ilumina lo que permanecía
en secreto, por excelencia, la publicidad burguesa. Esta manera de
concebir lo público no necesariamente ha coincido
históricamente con lo público en la primera
significación. Veamos: lo que es común a todos
no siempre ha sido tratado a la luz pública ni lo
particular se sustrajo a la mirada de los demás,
como se vio en el mundo hispanoamericano. Por otra parte, la opinión
pública no será necesariamente la opinión
del pueblo sino la opinión ilustrada de los que
tienen patrimonio e instrucción suficientes, tal como nos han
mostrado Habermas y Chartier. Aquí lo público y
lo político no constituyen una identidad natural
pero, sin embargo, mantienen una estrecha relación al reducir
la metáfora de la visibilidad a la visibilidad de la autoridad
pública: es la opinión pública la que controla
los actos de gobierno a partir de su publicidad. En
el tercer caso, lo público es lo que es de uso común,
lo que se sustrae al uso particular e individual (es decir, privado),
aquello que es accesible a todos, abierto para cualquiera. Por lo
tanto, público es también el conjunto de los que
se benefician de ese uso. Las plazas, las calles son accesibles a
cualquiera que quiera hacer uso de ellas. En estos casos, los lugares
son públicos porque son abiertos al uso común y,
por lo mismo, es visible a todos lo que allí ocurre. Es decir,
reúnen los tres sentidos de lo público
presentados. Pero es posible que algo sea público en tanto se
realiza frente a la mirada de todos y no ser público en tanto
abierto a todos; por ejemplo, las bodas reales combinan exposición
pública con restricciones en su disponibilidad. También
es posible que algo sea público en tanto común a todos
y ostensible pero no accesible; por ejemplo, los procesos electorales
antes del sufragio universal.
En
el mundo griego podemos encontrar una identidad entre público
y político; identidad todavía válido para el
pueblo romano, que asimiló Estado en tanto colectividad
civil a público. Luego, lentamente, para el mundo
feudal en general, lo político fue reduciéndose
a la autoridad pública (al Estado en su sentido
moderno), y para el mundo hispanoamericano en particular, lo
público fue identificándose con el pueblo en
tanto comunidad política (borrándose así la
distinción público/privado de los antiguos). Pero
después, en los orígenes del capitalismo, contra la
autoridad pública del absolutismo fue construyéndose
un espacio público propiamente burgués; primero
impolítico, claramente político después.
Finalmente, lo público se divide a su vez en político
y social, donde lo social administra la producción (privada
para el mundo griego) y organiza un espacio público que
parece despolitizarse. Sin embargo, este espacio público
mantiene fuertes lazos con lo político en tanto
autoridad pública, a partir del control público
de los actos de gobierno, la publicidad y la opinión
pública.
A
la luz de los tres sentidos descriptos de lo público
(lo común y general opuesto a lo individual y particular; lo
visible y manifiesto opuesto a oculto y secreto; lo abierto y
accesible opuesto a cerrado y vedado), es posible comprender por qué
Dominique Wolton entiende que la comunicación política,
en tanto intersección más pequeña entre
los otros tres espacios simbólicos (el público, el
político y el comunicacional), es el verdadero motor del
espacio público. Reducción, entonces, de lo
público a la autoridad política, de lo visible a la
visibilidad de esa autoridad y de lo accesible a la accesibilidad que
posibilitan los profesionales de la comunicación y la
política.
Frente
a la reducción que supone la concepción juridicista
que hace derivar lo público de lo político en tanto
regulado por la ley del derecho público y sus instituciones
jurídico-políticas y que supone el ordenamiento estatal
de la vida civil, Caletti propone recuperar una concepción más
amplia de lo público. Una noción que incluya también
lo que la propia sociedad civil construye, expresa y hace
visible de sí, y a los términos de visibilidad general
que define y exige, al margen del ordenamiento jurídico
(aunque luego el orden jurídico pueda hacerlo parcialmente
suyo) y frente a las instituciones del poder político. 35 Desde esta perspectiva es posible considerar lo público
como creación histórica 36 en el sentido de que no hay articulación de lo social que se
dé de una vez y para siempre (tanto en lo que concierne a las
partes como a las relaciones entre las partes y a las relaciones
entre esas partes y el todo social). Lo público como la
construcción social de una esfera atravesada por las tensiones
entre el orden jurídico-político y las formas de la
vida social entre lo político y lo doméstico, en
sentido estricto en la medida en que, como dice Hannah Arendt,
la sociedad constituye la organización pública del
propio proceso de la vida. Dicho por el propio Caletti: lo
público no sólo como un espacio para un orden
específico de las cosas (que el Derecho ilumina), sino también
como el espacio donde la misma sociedad permítasenos: la
subjetividad social hace presente lo que cree ser. 37
Para ello, Caletti propone analizar el espacio de lo público
destacando cinco elementos constitutivos: visibilidad,
autorrepresentación social, tecnologicidad, politicidad y
heterogeneidad (en tanto combinación y rearticulación
de formas superpuestas de la socialidad). 38 Con pequeñas variaciones y matices, seguiremos su propuesta.
En
virtud de nuestro interés particular, trabajaremos sobre tres
dimensiones del espacio público para el análisis del
campo vincular de la comunicación y la política:
comunicabilidad, representabilidad y politicidad; dimensiones que, de
más está insistir, sólo son escindibles
analíticamente.
Comunicabilidad.
Uno de los elementos claves que caracterizan lo público es su
visibilidad, 39 pero no ya entendida como visibilidad de los actos de gobierno sino
en tanto visibilidad de lo social en su conjunto. Tal como señala
Caletti, la posibilidad de ver determinada cosa supone la
posibilidad de concebirla como una entidad capaz de ser
delimitada y, por lo tanto, objeto de juicio y controversia. Cuando
un grupo social reconoce al gobierno como interlocutor al hacerlo
objeto de sus reclamos, se reconoce a sí mismo como parte de
la interlocución: la sociedad que reclama la visibilidad
de los actos de gobierno se ha hecho visible a sí misma en
tanto que tal. 40 Pero para cada momento histórico, el espacio de lo público
define lo que puede y lo que debe ser visto, bajo unas determinadas
reglas y posibilidades expresivas. Es por ello, que aquí
consideramos por condición de comunicabilidad, las
particulares relaciones establecidas entre las tecnologías de
la comunicación y aquello que permiten visibilizar: las
formas y modalidades sucesivas de constitución y operación
de y en el espacio de lo público sólo se entiende en su
relación con los recursos técnicos socialmente
disponibles para hacer visible el tratamiento de los problemas
comunes, 41 dirá Caletti.
Representabilidad.
Politicidad. En
toda sociedad existe un poder explícito 48 encargado de asegurar la vida y el orden social en contra de todo
aquello que lo ponga en peligro, sea en acto o en potencia. Este
poder explícito funciona por igual a nivel de las
representaciones, los sentimientos y las finalidades. Castoriadis
vincula este poder explícito con instancias
explícitamente instituidas que puedan tomar decisiones
sancionables en cuanto a lo que hay que hacer y a lo que no hay que
hacer, es decir que puedan legislar, ejecutar, dirimir
los litigios y gobernar 49.
Aquí
aparece un cambio sustancial en la consideración de la
política en este nuevo sentido que involucra lo
político; por un lado, permite romper con la idea de
la política como actividad diferenciada/fragmentada de lo
social (entre otras muchas actividades como la económica, la
artística, la científica, la comunicacional, la
educativa, etc.) de la que se ocupan algunos profesionales
especialistas, y por otro, permite otorgarle espesor político
a todas las prácticas sociales, en la medida en que suponen
otras tantas instituciones sociales y su puesta en duda. De este
modo, la política se convierte en un aspecto constitutivo de
la vida social en tanto la experiencia humana cotidiana legitima,
cuestiona o transforma el orden social establecido 52.
Para
Hannah Arendt, el poder que emerge entre los hombres y mujeres
cuando actúan juntos y se esfuma cuando se separan es la
condición de existencia de la esfera pública y de las
varias maneras en que ésta puede organizarse. El espacio
público es un espacio de aparición, a través del
discurso y de la acción: el poder sólo es
realidad donde palabra y acto no se han separado, donde las palabras
no están vacías y los hechos no son brutales, donde las
palabras no se emplean para velar intenciones sino para descubrir
realidades, y los actos no se usan para violar y destruir sino para
establecer relaciones y crear nuevas realidades. 54
El
actuar comunicativo o político agota su sentido y de
allí su grandeza y trascendencia en la misma ejecución
de ese acto y no en su resultado; es decir, se ubica fuera de la
categoría de medios y fines. Dicho de otro modo, o bien los
medios para lograr ese fin ya son el fin y o bien ese fin no puede ya
ser medio de otra realidad. De allí que Hannah Arendt diga que
el poder no es acumulable sino que sólo existe en su realidad.
Por
ello, cuando Dominique Wolton separa palabras y hechos (discurso y
acción) y propone la representación de los primeros por
los segundos, reduce la comunicación y la política a su
acepción instrumental y, por ende, al trabajo de los
periodistas y políticos, modelando desde su teorización
una particular manera de concebir el espacio lo público,
explicando y orientando (muchas veces) las prácticas que allí
se realizan.
Si
como dice Hannah Arendt, el único factor material
indispensable para la generación de poder es el vivir unido
del pueblo, 55 el ejercicio que los ciudadanos realicen de ese poder (en términos
variables que van de lo común y general opuesto a individual y
particular, pasando por lo visible y manifiesto opuesto a oculto y
secreto, hasta lo abierto y accesible opuesto a cerrado y vedado) es
lo que caracterizará al espacio de lo público.
1
Ver, entre otros, FERRY, Jean-Marc, WOLTON, Dominique y otros
(Comps.): El nuevo espacio público, Gedisa, Barcelona,
1998; GAUTHIER, Gilles, GOSSELIN, André y MOUCHON, Jean
(Comps.): Comunicación y política, Gedisa,
Barcelona, 1998.
2
WOLTON, Dominique: Las contradicciones de la comunicación
política, en GAUTHIER, Gilles, GOSSELIN, André y
MOUCHON, Jean (Comps.): Ob. Cit., p. 110.
3
Ob. Cit.: p. 111.
4
Ob. Cit.: p. 112.
5
Ob. Cit.: p. 113.
6
Ob. Cit.: p. 114.
7
Ob. Cit.: p. 124 (subrayado en el original).
8
CALETTI, Sergio: Comunicación,
política y espacio público. Notas para pensar la
democracia en la sociedad contemporánea, Borradores de
Trabajo, Mimeo., Bs. As., 1998-2002, pp. 63-64.
9
Se siguen aquí los planteos de ARENDT, Hannah: La
condición humana, Paidós, Bs. As., 2003.
10
Ob. Cit., p. 59.
11
SCHAUB, Jean-Frédéric: El pasado republicano del
espacio público, GUERRA, Francois-Xavier, Annick
LEMPÈRIÉRE et al.: Los espacios públicos en
Iberoamérica, Fondo de Cultura Económica, México,
D.F., 1998, p. 42.
12
CALETTI, Sergio: Ob. Cit., p. 72. Cabe destacar que en cita al pie
el autor aclara que el Estado no es el gobierno (el SPQR, el Senado
y el Pueblo de Roma) sino la colectividad civil, es decir, el
conjunto social.
13
OSSORIO, Manuel: Diccionario
de ciencias jurídicas, políticas y sociales, Ed.
Claridad, Bs. As., 1984, pp. 239-240.
14
Ob. Cit., 42.
15
Se siguen aquí los planteos de LAMPÉRIÈRE,
Annick: República y publicidad a finales del Antiguo
Régimen (Nueva España), en GUERRA,
Francois-Xavier, Annick LEMPÈRIÉRE et al.: Los
espacios públicos en Iberoamérica, Fondo de
Cultura Económica, México, D.F., 1998, pp. 54-79.
16
Ob. Cit.: p. 64.
17
Ob. Cit.: p. 67.
18
Ob. Cit.: p. 56.
19
Señala Lampérière que desde el siglo XVI e
incluso hasta después de la Independencia, los cargos de
república (por ejemplo, integrar el ayuntamiento) eran parte
de las obligaciones de servicio público que ninguna persona
designada podía eludir.
20
Ob. Cit.: p. 56. Como bien señala la autora no hace falta que
cada miembro de la sociedad sea un trabajador sino que todos sus
miembros consideren lo que hacen como un medio para mantener la
propia vida y la de su familia.
21
SENNET, Richard: El declive del hombre público,
Ediciones Península, Barcelona, 2001, p. 50.
22
Ob. Cit., p. 225.
23
Aquí se siguen los planteos de HABERMAS, Jürgen:
24
Ob. Cit.: p. 80.
25
Ob. Cit.: p. 80.
26
Ob. Cit.: pp. 87-88.
27
Ob. Cit.: p. 92.
28
Ob. Cit.: p. 75
29
CHARTIER, Roger: Espacio público, crítica y
desacralización en el siglo XVIII, Gedisa, Barcelona,
1995, p. 43.
30
CHARTIER, Roger: Ob. Cit.: p. 41.
31
Se siguen aquí algunos de los planteos de RABOTNIKOF, Nora:
El espacio público y la democracia moderna, Instituto
Federal Electoral, México, D.F., 1997.
32
CALETTI, Sergio: Ob. Cit., pp. 68-80.
33
Ob. Cit.: p. 75.
34
CASTORIADIS, Cornelius: El avance de la insignificancia, Eudeba, Bs.
As., 1997, p. 276 (el subrayado es nuestro).
35
Ob. Cit.: p. 77.
36
CASTORIADIS, Cornelius: La institución imaginaria de la
sociedad, Tusquets, Bs. As., 1999.
37
Ob. Cit.: p. 79-80.
38
Ob. Cit.: fundamentalmente capítulos 8 y 9.
39
En todos los usos revisados en nuestro trabajo está presente
el carácter visible de lo público.
40
Ob. Cit.: p. 94.
41
Ob. Cit.: p. 104.
42
CHARTIER, Roger: Poderes y límites de la
representación. Marin, el discurso y la imagen, en
Escribir las prácticas. Foucault, de Certeau, Marin,
Manantial, Bs. As., pp. 75-99.
43
Ob. Cit.:, vol. 1, p. 255.
44
Ob. Cit.: p. 98 (subrayado en el original).
45
GUTIERREZ, Leandro y Luis Alberto ROMERO: Sectores populares,
cultura y política, Ed. Sudamericana, Bs. As., 1995, p.
39.
46
OSSORIO, Manuel: Ob. Cit.: pp. 587-8.
47
CALETTI, Sergio: Comunicación, política y espacio
público. Notas para pensar la democracia en la sociedad
contemporánea, Borradores de Trabajo, Mimeo., Bs. As.,
1998-2002, p. 8.
48
CASTORIADIS, Cornelius: Poder, política, autonomía,
en El lenguaje libertario (FERRER, Christian, compilador),
Grupo Editor Altamira, Bs. As., 1999, pp. 125-152.
49
CASTORIADIS, Cornelius: El avance de la insignificancia,
Eudeba, Bs. As., 1997, p. 271.
50
Ob. Cit., p. 271.
51
Ob. Cit., p. 149.
52
Aunque esto suponga un sujeto de la política que no siempre
reconoce su práctica como tal.
53
Ob. Cit., p. 109.
54
Ob. Cit.: p. 223.
55
Ob. Cit.: p. 224.
* Datos sobre el autor: * Pablo Carro Licenciado en Comunicación Social. Profesor Instituto Secundario Integral Modelo Jefe de Trabajos Prácticos en la Cátedra Introducción a la Comunicación Social en la Escuela de Ciencias de la Información, Universidad Nacional de Córdoba Volver al inicio de la Nota |
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