En las siguientes líneas
me interesa poder problematizar y pensar las ideas que subyacen al
acogimiento familiar en tanto dispositivo de intervención,
pues considero que muchas veces se cae en el error de pensar que por
ser el acogimiento familiar el dispositivo que vino a reemplazar en
cierta medida (pues aún conviven ambos dispositivos) la tan
criticada institucionalización del los niños en los ya
conocidos macro institutos, no habría espacio para el
cuestionamiento o una mirada crítica hacia este nuevo
dispositivo de intervención. Si bien es cierto que este
dispositivo conlleva un avance en tanto se enmarca en la Declaración
Internacional de los Derechos del Niño propiciando el
cumplimiento del derecho que tiene todo niño de crecer en el
seno de una familia, también es cierto que este mismo
dispositivo puede ser utilizado bajo la lógica normativa
característica de la visión asistencialista del “menor
en riesgo” (propia de la Ley del Patronato de Menores).
“Hogares
pequeños han reemplazado a grandes institutos creyendo que se
desinstitucionaliza, se reproducen con pocos actores las mismas
escenas, incluso facilitadas por la mayor privacidad. Las mismas
escenas, tal vez, de las que se creyó sustraer al niños
al institucionalizarlo. ¿Será su fatalidad acaso no
poder encontrar una diferencia? O peor ¿no servirá para
aplacar las conciencias de los defensores de los derechos del niño?”
Lo que aquí
propongo es invitar al lector a problematizar y discutir algunas de
las cuestiones que subyacen al acogimiento familiar como dispositivo
de intervención con el fin de que podamos visualizar la
convivencia de lo viejo y lo nuevo en un mismo dispositivo. Un
dispositivo cargado de complejidad y de diversos significados y usos.
Estoy convencida que vale la pena deconstruir para comprender la
esencia y la carga ideológica que hay detrás de los
dispositivos de intervención.
...hacia atrás en
la historia
Si
bien el concepto de Acogimiento Familiar tal como lo conocemos hoy es
reciente en nuestro país, siendo utilizado por primera vez por
el organismo Nacional CONNAF
en el Programa de Familias Cuidadoras (ex Pequeños Hogares)
en el año 1998, el acogimiento familiar es ante todo una
práctica social privada, muy antigua y arraigada en numerosas
culturas. En la práctica colectiva, encontramos sociedades que
desde la antigüedad cultivaban el valor de asumir la crianza de
los niños cuando sus padres estaban imposibilitados de
hacerlo, particularmente quien se hacía cargo era la familia
extensa. Este tipo de acogimiento familiar es propio de las
sociedades tradicionales, “Estas sociedades tradicionales
estaban fundadas en un principio de cohesión social, que se
insertaba en las propias condiciones de la sociedad, las relaciones
entre los hombres se constituían de una manera orgánica,
es decir el vínculo social se presentaba como natural”
Aún
en este tipo de sociedades existían problemas relacionados a
la integración primaria de los sujetos, aunque cabe señalar
que éstos no eran considerados “problemas” para
sus pobladores. La desafiliación ,
como ruptura en las redes de integración primaria al decir de
Castel constituía la problemática social. Serán
las mismas fallas de la sociabilidad primaria las que movilizarán
las potencialidades de la comunidad. Castel va a decir que re-afilian
a los individuos desestabilizados solicitando recursos económicos
y relacionales del ambiente familiar, local o ambos. “La
integración amenazada se reconstituía sobre una base
territorial, y en el marco de las interdependencias generadas por esa
inscripción” .
Lejos de ser una
práctica privada...
Es en el marco de la
Modernidad donde cobrarán sentido los dispositivos de
intervención bajo una lógica normativa signada por los
postulados de la Ilustración. A partir de aquí se
construye un saber acerca del hombre. La ciencia y la razón
darán sustento a la intervención. La familia como
estamento primario, necesario y básico para la constitución
de la sociedad, será el blanco para la detección de
disfuncionalidades o patologías que ameritarán la
intervención profesional. La construcción de un ideal
de familia se propondrá como forma de garantía de un
orden relacionado con el naciente Estado Moderno.
Parto
de la idea de que la intervención en lo social remite al
“conjunto de dispositivos de asistencia y de seguros en
función de mantener el orden o la cohesión de lo que
denominamos sociedad” ,
es decir, que el fin último de toda intervención será
abordar la problemática de la integración social.
El acogimiento familiar
supone la existencia de motivos suficientemente fundados para sacar a
un niños de su núcleo de origen. La Convención
en su art9 autoriza en virtud del interés superior del niño
a que sea separado de sus padres en casos extremos. El art20 de la
misma ley, garantiza que: “los niños temporal o
permanentemente privados de su medio familiar, o cuyo interés
exija que no permanezcan en ese medio, tendrán derecho a la
protección y asistencia especial del Estado”.
El
niño, la familia de origen, la familia cuidadora y el equipo
técnico son los actores que construyen y son parte de este
dispositivo de intervención. El equipo técnico-
profesional (en tanto representa la cara visible del Estado) vendría
a mediar entre la familia de origen (biológica) y la familia
cuidadora, mediará entre estos dos espacios a la vez que se
intromete en los mismos. ¿De qué modo se intromete? En
la familia de origen en tanto la irrupción que genera la
institucionalización del niño en un pequeño
hogar
y el posterior control que se realiza sobre la familia (en su
cotidianeidad, sus hábitos y costumbres) a fin de modificar
las causas que dieron origen a la separación del niño y
lograr la restitución del niño a su familia originaria.
Por otro lado, se intromete en la familia cuidadora en tanto la misma
debe aceptar y predisponerse para abrir sus puertas a los ojos del
equipo técnico-profesional que supervisará sus
comportamientos (dentro de los criterios de evaluación para la
selección de familias cuidadoras en el Programa de Pequeños
Hogares del Consejo Nacional de la niñez, adolescencia y
Familia se contempla como central la apertura de las mismas a la
supervisión de los técnicos).
Del
mismo modo esta intervención implica la elucidación de
los datos complejos que llevan a que un niño se vea privado de
su derecho de vivir con su familiar de origen. Esto remite a la
“construcción de una lógica del acontecimiento”
que estará fuertemente marcada por el marco conceptual de
dicha intervención. Con esto quiero decir que la construcción
del acontecimiento estará impregnada de representaciones y
construcciones simbólicas propias de los sujetos de la
intervención. Sería prudente para este fin considerar
la complejidad de la situación familiar a partir de las
construcciones de sentido de la propia familia y no únicamente
del equipo técnico interviniente. Por esto considero que la
construcción del acontecimiento podría estar sujeta a
las representaciones de las familias de origen, las familias
cuidadores y el equipo técnico-profesional.
Dos
miradas...Familia sustituta vs. Familia acogedora
Estos dos términos
remiten a una mismo dispositivo de intervención pero en ellos
subyace una lógica y una ideología muy diferente.
Cuando
pienso en familia sustituta automáticamente pienso en los
términos “reemplazar”, “cambiar”,
“sacar por otro”. Si pienso en sustituir es porque algo
debe ser reemplazado en tanto no funciona. La palabra “funciona”
me remite a la Teoría Funcionalista en tanto lo que interesa
es identificar la disfuncionalidad en la familia. Para esto
inicialmente se establecen parámetros a fin de definir lo
funcional y lo disfuncional, en este caso podríamos pensar en
la existencia de un “modelo de familia ideal”
único y legítimo, con roles
y funciones pre establecidos.
Es decir que siguiendo esta concepción
tendríamos de un lado las familias de origen que serían
aquellas consideradas disfuncionales o desviadas y del otro lado las
familias cuidadores quienes portarían la cara de la familia
funcional, del deber ser.
Si
nos conducimos aún más atrás en la historia
podríamos esbozar diciendo que en términos positivistas
las familias de origen vendrían a representar lo patológico,
aquello que a través de la ciencia se podrá “curar”.
“A través de esta intervención se buscará
introducir en estas familias la idea de familia, padre, madre e hijos
que tendrán funciones cada vez más estrechas y hacia
allí se dirigirán las prácticas del cuerpo, de
la mente y del contexto” .
Esta concepción de
sustitución es peligrosa en tanto nos remite a la polarización
buena- mala cayendo en estigmatizaciones y etiquetas difíciles
de modificar a la hora de la intervención. Sin duda que estas
palabras contienen una carga de poder muy significativa, en tanto
rótulos, etiquetas que si bien son construidas socialmente en
la intervención pueden ser sustentadas o, lo que implicaría
un mayor desafío deconstruidas.
En mi búsqueda de
una definición de acogimiento familiar llegué a la que
utiliza la Fundación Emmanuel que dice: “Acogimiento
es brindar un espacio en familia, por el tiempo que sea necesario, a
niños que por diversas circunstancias no puedan vivir con su
familia, favoreciendo, desde un marco de respeto a su identidad, la
recomposición con su orígenes”.
-“brindar un
espacio en familia” en tanto el mismo significa una
actitud de escucha hacia el niño, despojada de prejuicios y
rótulos, abierto a aceptar diferencias y comprender el
significado y la singularidad del niño y su familia
-“favoreciendo,
desde un marco de respeto a su identidad, la recomposición de
sus orígenes”, identidad que se construye en los
ámbitos de intercambio y reciprocidad a partir de la
cotidianeidad del sujeto donde el mismo es protagonista. La
intervención desde esta mirada tendrá que ver con la
recreación del vínculo, el sustento de pertenencia, el
fortalecimiento de la identidad, la reconstrucción de
interacciones, el rearmado de relaciones, la memoria, etc.
La fundación
Emmanuel al referirse a las familias acogedoras utiliza el término
de familias complementarias, familias que ponen a disposición
de otras familias, lo que éstas no pueden ofrecer
momentáneamente a sus hijos, sin querer, desde un juicio
crítico, reemplazar o sustituir, son familia que añaden
y suman sus posibilidades a las de la familia de origen.
El sujeto de la
intervención
Una primer manera de
concebir al sujeto de la intervención es tomarlo como objeto
en tanto se lo aísla, separa de las coordenadas temporo-
espaciales donde el mismo se constituye como tal. La familia es
considerada una esfera autónoma y todo lo que allí
suceda, será producto de desviaciones de sus integrantes, para
lo cual la solución será sacar al niño de este
espacio para “desarmarlo” y moldearlo en el seno de una
familia ideal. (Esto se asemeja al viejo dispositivo de guerra,
desarmar al enemigo, a ese “otro” para
reconstruirlo). Es ejemplificadora la idea del “torno”
recogida por Donzelot, en tanto significa una forma de ingreso a un
nuevo mundo, a un orden diferente y opuesto del que se provenía.
En este caso la familia acogedora brindaría la posibilidad de
darle un nuevo rumbo a la vida de este sujeto. Sería algo así
como “borrón y cuenta nueva”.
En
esta línea podríamos pensar en aquellas intervenciones
donde el acogimiento familiar es comprendido y utilizado a modo de
“ubicación familiar”
la cual se centra sobre el niño y no sobre el conjunto de su
contexto socio-familiar, como si el niño existiera solo,
generalmente la acción se centra en salvaguardar el bienestar
del niño, minimizando la acción con la familia de
origen. Por esto se dice que la ubicación familiar es
utilizada como una medida de “tapón” con el riegos
de que se transforme en una simple institucionalización, dado
que difícilmente tiene en cuenta el ensamble que debe existir
entre las posibilidades de la familia acogedora, las necesidades del
niño acogido y la realidad de la familia de origen. El
desarraigo y el juicio crítico no es una gran preocupación
para la ubicación familiar.
Este modo de entender el
acogimiento implica también una transferencia de “poderes”
(desplazamiento de los derechos y deberes de la patria potestad hacia
la familia acogedores) que lleva un mensaje implícito: uno
puede y el otro no, uno ejerce el poder y el otro queda excluido.
El
concepto de restitución, que para la Ley significa colocar un
objeto en el lugar del que ha sido extraído, y reparar los
daños que en tanto ha sufrido, remite a una idea de objeto y
habría que preguntarse si tal conceptualización puede
ser utilizada para lo humano, “cuando el objeto en cuestión
es un sujeto, la complejidad de la situación deja entrever los
límites de la ilusión reparadora del derecho”
En contraposición
podemos pensar en el sujeto de la intervención como un sujeto
Histórico Social. Esto implicaría pensar la
intervención a partir de la comprensión y de la
elucidación de los significados y las representaciones de los
sujetos de la intervención. Donde el niño y su familia
dejen de ser comprendido como sujetos a moldear y pasen a ser
considerado como portadores de historia social, de cultura, de
relaciones interpersonales. Facilitando desde la intervención
la reconstrucción de la historia del niño, donde el
pueda participar activamente de estas vicisitudes.
Entiendo que cada niño
y cada familia debe ser comprendido en su singularidad, por lo que no
se trata de seleccionar “familias perfectas” sino
simplemente el encuentro de una familia “tal”, para “tal”
chico, que tiene “tal” papás biológicos,
resulta indispensable apartarse de la idea de ver a las familias como
buenas o malas.
Transitoriedad vs.
Permanencia
“El
acogimiento no es una solución definitiva, más bien es
una medida transitoria hasta tanto se pueda determinar la definición
más adecuada para cada niño”
Si bien este dispositivo
fue pensado para que el niño estuviera transitoriamente en la
familia acogedora, nos encontramos en la práctica con niños
que llevan 5 o 6 años viviendo en un Pequeño Hogar.
Esto nos interpela de distintos formas:
En primer lugar qué
consecuencias trae para estos niños que no siendo adoptados
por estas familias viven en un constante “como si” que
los condiciona y los interpela en tanto individuos, sobre todo en lo
que tienen que ver con la construcción de su identidad.
...¿Podríamos pensar entonces que se estaría
dando un especie de seudo adopción por parte de éstas
familias?
En segundo lugar nos
interpela en tanto profesionales a re pensar que papel están
jugando los diagnósticos en la concreción de egreso de
estos niños. Esto no lleva a re pensar el instrumento en sí
y cómo este es utilizado a favor o en contra de un posible
egreso. ¿Será acaso que nunca hubo un proyecto que se
propusiera desde el inicio la reubicación del niño?
En tercer lugar me
pregunto si esto no se estaría pareciendo a los niños
que viven en institutos durante toda su niñez. ¿Acaso
no se dijo que todo niño tiene derecho a tener una familia
definitiva y que este dispositivo de intervención iba a tener
el carácter de transitorio?.
Cronificar el acogimiento
puede favorecer de una u otra manera, el depósito o la
exclusión del hijo por la familia de origen y la apropiación
por parte de la familia acogedora. La familia acogedora llevada por
el deseo de tratar al niño acogido “como si fuera su
propio hijo”, puede transformar esta vivencia de pertenecer y
ser pertenecido como sinónimo de propiedad.
Esto se relaciona
con las motivaciones que mueven a una familia a ser acogedora de un
niño. Se observa que no son pocos las familias que se acercan
con una actitud “redentora” de querer salvar a un niño,
otras donde el niño es tomado como eventual solución
de los problemas de los adultos o la creencia de que la compañía
de un niño va a solucionar la angustiosa y solitaria
existencia del adulto.
Estas motivaciones deben ser trabajadas
profundamente en tanto que podrían tener serias consecuencias
para los niños. Nuevamente, por esto creo que es de suma
importancia elucidar las representaciones en torno al significado del
acogimiento, tanto para las familias que se postulan a serlo como
para el conjunto del imaginario social.
Contexto de
crisis...
Estamos
viviendo un contexto de crisis, en tanto pérdida de los
espacios de socialización, caída abrupta en las
condiciones de vida acompañada por los procesos de
fragmentación y exclusión social, nos encontramos
frente a una población sumamente heterogénea, “la
familia como institución se encuentra atravesada por una serie
de nuevas cuestiones de orden social, económico, político
e histórico, la familia es una realidad no homogénea,
(...)” .
Encontramos aumento de uniones consensuales, mujeres solas con hijos,
hogares formados por parejas homosexuales, hogares ensamblados,
familias formadas por padres separados que comparten la tenencia de
sus hijos y conviven con ellos en sus respectivos domicilios la mitad
de la semana, familias que no comparten la unidad de vivienda, etc.
Esto
interpela directamente el dispositivo de acogimiento familiar en
tanto hoy las familias cuidadores presentan realidades tan complejas
como las que atraviesan a las familias de origen. Con esto quiere
decir que la franja que separaba a la familia cuidadora de la familia
de origen se torna cada vez más estrecha al punto de
desaparecer ¿Con esto qué quiero decir?... Que si antes
teníamos de un lado la “familia idea” (papá
con trabajo, mamá en casa y los chicos jugando) y del otro
lado la “familia problema”, hoy tenemos en la familia
cuidadora un papá desocupado, una mamá con suerte
ocupada en algún trabajo informal, hijos de distintas uniones
y podríamos seguir con otras características más.
Esto rompe con el modelo hegemónico de lo normativo en tanto
no es posible seguir posicionándose en los parámetros
previamente descriptos. Es ejemplificador lo que esta sucediendo con
el Programa de familias cuidadores (ex Pequeños Hogares) del
Consejo de la Niñez, Adolescencia y Familia, el cual entre los
requisitos de las familias cuidadores se dice: “el marido
deberá contar con una actividad rentada teniendo estabilidad
económica y buenos antecedentes laborales o bien gozar de
beneficios previsionales. El ama de casa no podrá ejercer otra
actividad laboral” .
Hoy ¿podemos hablar de estabilidad económica? ¿Podemos
seguir pensando en familias donde un solo miembro de la pareja
conyugal trabaje? Esta claro que esto dista mucho de la situación
que vivimos actualmente los argentinos.
En la práctica
concreta nos encontramos con familias cuidadoras en las que el marido
esta desocupado y es la mujer quien provee de sustento económico.
Estas familias probablemente al momento de la inscripción en
el programa contaban con un trabajo remunerado y hoy están
dentro de la gran franja de desocupados. Habría que
preguntarse entonces que estamos priorizando a la hora de seleccionar
a las familias cuidadoras. Una posibilidad sería la que
desarrollan los profesionales en donde actualmente yo realizo mis
prácticas, éstos frente a esta dificultad planteaban
que para ellos era prioritario evaluar el vínculo que se
establecía entre la familia cuidadora y el niño, más
allá de las condiciones reales de existencia de la misma
(económico-sociales).
Hacia delante...
“Tal
vez la intervención en lo social no implique agregar si sacar
nada sino solamente hacer ver (...) y acaso permita que ese otro
recupere historicidad, ubicándolo en el lugar de la verdad”
Sería prudente
abrir el abanico de la lectura frente al abordaje de estas
situaciones familiares, dando paso a la manifestación de las
singularidades de cada sujeto y cada familia. Considerando al sujeto
de nuestra intervención inserto en un entramado de relaciones
complejo y desigual.
Si bien este dispositivo
estaría un paso más adelante en relación a los
cuidados a la niñez, sobre todo si se considera que aún
hoy hay niños viviendo en macro institutos y sigue vigente e
implementándose la Ley del Patronato de Menores, el riesgo de
caer en viejas posturas esta aún presente.
Hay que salir de la
lógica de la estigmatización de estas familias en tanto
buenas y malas y poder trascender el análisis a fin de
comprender la problemática en el marco de la complejidad que
merece. Sería pertinente preguntarnos de que modo podríamos
abordar la intervención a partir de la desmitificación
de estos rótulos, reconstruyendo la lógica de la
intervención a partir de elucidar con las familias y desde el
imaginario social los significados y las representaciones en torno a
lo que significa el acogimiento familiar.
¿Continuidad
o ruptura?
Tal vez sea conveniente
dejar de lado las dualidades “continuidad o ruptura”,
“buena o mala”, “mejor o peor” para empezar a
pensar en términos de proceso. Como intenté haber
mostrado a través del presente ensayo este dispositivo implica
tanto continuidad como ruptura, el estar más próximos a
una u otra orilla dependerá del marco teórico e
ideológico de quien lo ejecute.
La cuestión
central debe pasar por la pregunta constante como motor de la
práctica, pues nada esta definido para siempre. Es conveniente
que podamos analizar la intervención desde diversas lecturas y
desde los diversos sujetos de la intervención a fin de
construir y de-construir en la medida en que sea necesario.
Bibliografía
Wainerman Catalina,
Estudios Demográficos y Urbanos. El colegio de México.
2000
Luna Matilde y Jorge
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Carballeda Alfredo. Las
familias en los albores del nuevo milenio, capitulo 2: Las
políticas sociales y la esfera de la familia, crisis de
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Fundación
Emmanuel, Revista n° 11/12, año 1997.
Fundación
Emmanuel, “Conceptualizando el Acogimiento Familiar”.
CONNAF. Departamento de
Pequeños Hogares, material bibliográfico sobre el
Programa.
Alfano, Adriana, “La
familia como Institución y las instituciones de la Familia,
nov 1998.
Apuntes de Cátedra
Carballeda “La intervención en lo Social”, año
2003.
NOTAS
* Datos sobre la autora:
* Por María José Maciel
Estudiante de Trabajo Social. Facultad TS. Universidad Buenos Aires