Introducción
Muchas
veces los Trabajadores sociales debemos explicar por qué tal o
cuál trabajo se encuentra, o no, en el marco de las
competencias de nuestra profesión.
¿Porqué
debemos salir a explicar lo que hacemos o lo que no hacemos?
Lo
que hacen los trabajadores sociales lo puede hacer cualquiera... eso
dicen... o lo piensan...
¿Por
qué en muy pocas oportunidades somos considerados una voz
experta en temas que nosotros consideramos son de nuestra
competencia profesional?
Creo
que debemos realizar un análisis a conciencia
sobre esto que aparece cotidinamente en cada una de nuestras
intervenciones o cada vez que alguien se refiere a la labor
profesional que realizamos o debemos realizar.
Este
análisis, que debe comprender factores externos y factores
internos de la profesión y de los profesionales, se relaciona
con la historia de la profesión, con la identidad que cada uno
de nosotros se ha formado sobre el ejercicio profesional, con la
identidad que proyectamos y con la identidad que los otros
nos atribuyen.
Este
trabajo que realizo hoy pretende ser el primero de una serie de tres
(3) referidos a este tema; serie que debería culminar con
propuestas de acción que nos ayuden a cada uno de los
Trabajadores sociales a adoptar una posición clara sobre la
profesión y su ejercicio.
Considero
que sólo a través de ese posicionamiento, de un
sinceramiento, podremos romper con muchos de los factores que
favorecen, en los otros y en nosotros, la construcción de una
identidad difusa, confusa, del Trabajo Social.
Creo
como fundamental para la profesión, para los trabajadores
sociales, para las instituciones, y para la ciudadanía toda,
que el marco teórico que utilizamos en nuestras
intervenciones, la ideología que guía nuestro accionar,
la identidad que nos hemos construido en nuestro interior y la que
proyectamos conformen una unidad demostrable, comprobable, en los
dichos y en los hechos. Ello nos posibilitará a nosotros y a
los otros reconocernos y coincidir o disentir, desde el
discurso y desde nuestras intervenciones, con la FITS cuando en junio
de 2000 planteó que la definición de Trabajo
Social nos caracteriza, nos unifica a nivel mundial y nos diferencia
de otras profesiones y grupos que tienen objetivos similares. Es lo
que guía nuestras actividades. Y definió al
Trabajo Social como una profesión que promueve el
cambio social, la solución de problemas en las relaciones
humanas y el fortalecimiento y la liberación de las personas
para incrementar el bienestar. Mediante la utilización de
teorías sobre el comportamiento humano y los sistemas
sociales, el trabajo social interviene en los puntos en los que las
personas interactúan con su entorno. Los principios de los
derechos humanos y la justicia social son fundamentales para el
trabajo social."
Este
tema hace ya un tiempo que da vueltas en mi cabeza dado que ha veces
(no pocas) me parece que tampoco nosotros, los Trabajadores sociales,
tenemos tan en claro como pretendemos hacer creer a los otros cuál
es el Trabajo Social que queremos, cuál es nuestra función
en una institución, cuál es nuestro rol profesional,
por qué nuestro trabajo es profesional y no pueden hacerlo
otros, y por ello tampoco podemos realizar una buena defensa de la
profesión y de nuestro lugar en las distintas instituciones.
Ante
ello, y con un primer afán egoísta de construir para
mí, trataré de construir algo que también pueda
ser útil a otros en el análisis de este tema.
Considero
importante observar que aquí no aparecerán certezas
irrefutables, sólo hechos y análisis cargados de dudas
e interrogantes que pretendo sirvan para pensar críticamente y
comprender un poco mejor lo que como profesión nos pasa y a
partir de ello construir.
Algo
de historia
Con
la convicción de que para comprender el por qué de
nuestras intervenciones y la construcción de la identidad del
Trabajo Social como profesión y de nosotros como profesionales
debemos conocer la historia de nuestra profesión y de las
prácticas sociales que con ella se relacionan, trataré
de efectuar un breve recorrido por los procesos histórico-políticos
y sociales y las prácticas sociales que considero se
constituyen en los escalones para las intervenciones profesionales
del Trabajo Social actual.
La
intervención profesional posee dimensiones que se construyen
en la práctica mediada por actores e instituciones diversos,
inmersos en la complejidad de contextos históricos
políticos sociales y culturales que se van produciendo
en la dinámica de la sociedad, por lo que resulta muy
dificultoso establecer estándares específicos para
delimitarla.
Intentaré,
no obstante, un análisis teniendo como eje lo que consideré,
en el curso de la breve investigación bibliográfica
realizada, son los puntos básicos sobre los cuales se ha
construido la práctica del Trabajo Social. Trataré de
no efectuar un simple racconto de los hechos sino de
utilizar una perspectiva crítica que posibilite la posterior
realización de un análisis y comprensión de
ellos.
A
continuación, con nosotros: la historia
Leyendo
distintos autores podemos señalar que el surgimiento de las
prácticas sociales y del Trabajo Social se halla estrechamente
ligado a la atención de la pobreza, a la búsqueda
del bienestar social y a la denominada cuestión
social.
A
partir de la breve investigación realizada podemos decir que
encontramos diferentes modalidades de intervención social,
siempre relacionadas con la organización social que cada
sociedad se fue dando.
Si
bien se considera que la intervención del Trabajo Social en la
sociedad se inicia como tal en la época de la modernidad,
podemos afirmar que, considerando la atención de la pobreza
como una de las formas de intervención en lo social, con
anterioridad se observa este tipo de intervenciones. Podemos
mencionar, a modo de ejemplo, los dichos de María Inés
Peralta quien, al realizar un análisis de la asistencia a la
pobreza en la Edad Media, señala la existencia de una
intervención (de su atención) y la intersección
de 2 ejes:
la
relación de la proximidad que debía existir entre el
beneficiario del socorro y quien lo dispensa.
El
criterio de ineptitud para el trabajo, lo que implica que son objeto
de la ayuda quienes no pueden resolver sus propias necesidades dado
que son incapaces para trabajar.
Observamos,
así, que la asistencia a la pobreza implicaba la condición
de incapaz del destinatario, que recibiera ayuda
lo rotulaba como sujeto incapaz de producir. Se está ya aquí
construyendo una idea de sujeto destinatario de la intervención.
Desde
entonces una de las variables que definía el lugar de cada
individuo en la sociedad se encontraba relacionada con el trabajo Se
reconocía el valor económico del trabajo pero inscripto
dentro de un complejo religioso, moral, social, económico que
definía la condición de popular.
El
trabajo era una condición moral y una obligación para
quienes no tenían nada, se lo pensaba como un correctivo
de los vicios del pueblo, por lo que estaba inscripta en él
la idea de disciplinamiento.
Un
hito importante en la intervención en lo social es el
pensamiento de T. Hobbes (siglo XVII). Sus ideas de que el modo de
resolución de los conflictos era darle poder al
soberano y que los hombres sólo aspiran a satisfacer
sus impulsos dan lugar a la constitución de distintas
formas para lograr y mantener la paz. Surgen su idea de contrato
social, que implica que los hombres delegan su
soberanía a un monarca, quien a cambio les restituye el
derecho a la vida, y la construcción de instrumentos
de coerción relacionados a quienes quedan al decir de
A. Carballeda fuera de la contienda, los derrotados
de una determinada coyuntura . Aquí es donde
encontramos la intervención social fundando su necesidad a
partir de posibilidades de ruptura del contrato. O sea a partir de la
idea de que lo que no coincide con la racionalidad social de esa
época debe ser ordenado, racionalizado.
El
proyecto de la Modernidad, formulado en el siglo XVIII por los
filósofos de la Ilustración, de la mano del
positivismo, puso sus esfuerzos en el desarrollo de la ciencia
objetiva, la moralidad, la ley universal y el arte autónomo de
acuerdo a su lógica interna.
Puede
decirse que la Ilustración considera que el mundo ha estado
oculto por la mitología y sujeto a la irracionalidad por lo
que afirma que el sufrimiento, la ignorancia y la injusticia podrán
superarse a partir de la desmistificación.
Este
proceso se realiza a través del triunfo de la razón,
cuya expresión ideológica es el Positivismo (de la mano
de A. Comte que afirma la similitud entre el organismo social y el
organismo biológico y que cada individuo tiene una función
que cumplir ante lo cual toda disfunción debe ser atendida
individualmente)..
La
razón se convierte en el instrumento eficaz para garantizar el
progreso indefinido y el bienestar de la sociedad. La razón
ilumina.
Se
hace importante la laicización, la educación. La
organización de la sociedad y el dominio de la naturaleza se
hace interventivo, no hay privilegios naturales y se genera el
control público de las instituciones sociales. El discurso
plantea que todos los hombres son iguales, pero la realidad muestra
que sólo los considerados ciudadanos pueden tener libertad y
la idea de ciudadano se relaciona fundamentalmente con ser
propietario.
Gana
lugar la idea de bienestar social.
En
este marco se desarrollan nuevas instituciones a las que se liga el
surgimiento de nuevas prácticas. Algunas de estas prácticas
(que serán inicios del Trabajo Social) toman al bienestar
social como uno de sus objetivos.
Según
expresa Margarita Rozas Pagaza el concepto de bienestar social ...es
asumido por el Trabajo Social desde una perspectiva valorativa que
lleva a pensar las acciones del mismo como servicios que deben ser
funcionales a la aparición de la sociedad moderna, sin
embargo, dicha funcionalidad, desde el ejercicio profesional tuvo
manifestaciones conservadoras y que se pueden denominar
antimodernas. La organización de la caridad, que en
Argentina fue creada por B. Rivadavia en l823 y que asume el concepto
de bienestar social como objetivo, es incorporada al Trabajo Social y
luego retomada como el ámbito del quehacer profesional. La
asistencia organizada trabaja para aliviar la pobreza y liberar a los
hombres del peso de las circunstancias de la pobreza procurando que
cada individuo asuma su responsabilidad para orientar su existencia
en la contribución del bienestar de la sociedad.
Esta autora plantea que el concepto de bienestar social influyó
en la configuración de las prácticas asistenciales más
sistematizadas constituyendo el primer antecedente de lo que después
sería una metodología de intervención. En este
marco la intervención comienza a naturalizarse e incorporarse
a lo cotidiano.
De
Sousa Santos expresa que la riqueza del proyecto de
modernidad está sustentado en un principio de regulación
y en un principio de emancipación. En el equilibrio
entre estos dos se sustenta esta sociedad.
De
la mano del argumento del desarrollo de la sociedad comenzó a
fortalecerse la regulación (que inició una
identificación hacia el capitalismo) a costa del pilar de la
emancipación, en un proceso no lineal y
contradictorio evidenciado en los distintos campos de la
vida: cientificismo/utopismo, liberalismo/marxiamo,
reforma/revolución, corporativismo/lucha de clases,
capitalismo/socialismo, etc.
Estos
desequilibrios han dado forma a lo que luego se llamará la
cuestión social.
En
este escenario se instala la exclusión como un hecho
social de característica estructural dado que ha afectado la
posibilidad de constitución de ciudadanos con derechos. Vemos
así un posicionamiento con respecto al concepto de
ciudadanía.
El
bienestar social se relaciona con la idea de superación, es la
búsqueda de justicia y progreso a partir de la razón.
El Trabajo Social asume este concepto como una aspiración
personal que aporta a la búsqueda de soluciones de los
problemas que dificultan el desarrollo de la sociedad. Se trata de
mantener la homogeneidad de la población, de mantener el orden
social establecido por las instituciones. A su vez, puede decirse,
que a partir de sus intervenciones el Trabajo Social colabora en la
construcción de los destinatarios de su intervención,
los que originalmente son señalados, determinados,
por quienes detentan el poder, y en la tarea de construir ideales a
los que debe aspirarse.
Desde
esta perspectiva puede decirse que el origen del Trabajo Social se da
en el contexto de una fragmentación social y se presenta como
modo de cohesionar, de volver a integrar.
El
bienestar social es funcional a los intereses de la clase dominante
que considera que el único sistema que garantiza este
bienestar y el estado de libertad es el
capitalista.
En
esta época el Trabajo Social toma una primera forma de
organización sistemática elaborando lo que podríamos
mencionar como una metodología de intervención que
parte del supuesto de relacionar el bienestar social con el progreso
individual a través de la explotación de las
potencialidades del individuo. Se naturaliza la pobreza y su posible
solución haciendo precario el concepto de bienestar en tanto
éste es parte de una racionalidad reproductora del orden
social.
Este
bienestar social es parte constitutiva del orden institucional, es
consustancial al orden social, así tiene una
connotación más ideal que real, por lo que termina
siendo sólo formal y aparente. De este modo el Trabajo Social
no puede ya convertirlo en un objetivo de su intervención
profesional en los términos planteados por las concepciones
del orden social que lleva una intencionalidad ideológica
explicitada en un ordenamiento de instituciones siendo ello lo que
marca la legalidad.
Durante
la primera mitad del siglo XIX se concretiza el desarrollo de las
fuerzas productivas, los procesos de industrialización y
urbanización, la burguesía lucha por alcanzar la
hegemonía política y económica surgiendo la
cuestión social como amenaza al orden establecido
y como manifestación de las desigualdades estructurales del
capitalismo. Se entiende por capitalismo no sólo el sistema
mercantil generalizado sino fundamentalmente las relaciones de
producción que se instauran entre el capital y el trabajo,
siendo ellas las que determinan la emergencia y generalización
de un sistema capitalista.
La
cuestión social contrapone así una organización
político-jurídica que asegura los derechos de todos los
ciudadanos con un sistema económico que genera miseria y
pobreza.
Entendida
como la manifestación de las desigualdades y antagonismos
políticos, económicos, culturales, y cuestionando al
poder hegemónico de la burguesía, la cuestión
social es vivida como un atentado contra el orden social establecido.
Esto genera la necesidad, en el poder instituido, de implementar
estrategias para enfrentarla, callarla, naturalizarla.
Debemos
señalar, sin embargo, que al decir de algunos autores no
siempre la existencia de la cuestión social generó el
reconocimiento de que el propio desarrollo del proceso productivo y
las diversidades sociales eran las causas de su existencia, sino que
se la naturalizó transformándola en problemas de la
asistencia social, o de violencia y caos social.
La justificación de su existencia fue centrada en la
existencia de problemas individuales o desviaciones patológicas.
Por
otro lado se comenzaron a desarrollar investigaciones sobre los
sectores populares y sus modos de vida cuyos resultados constituyeron
el origen de las ciencias sociales. Se construye acerca del hombre un
saber surgido de las prácticas de vigilancia, control y
disciplinamiento.
Se
desarrolló una conciencia de que la nueva pobreza era un
fenómeno de masas, consecuencia de la industrialización,
y aparece así la creencia de que esa pobreza debe tratarse
mediante técnicas derivadas de la moral institucionalizada.
Ahora
estaría el hombre en el centro (y no Dios como con
anterioridad) pero recogían las ideas de la caridad como
antaño.
Se
presentaba un plan de gobernabilidad política
que imponía modos de dependencia personal y sostenía el
trabajo como un sistema de obligaciones morales.
Las
estrategias a implementar debían recrear redes de
interdependencia entre superiores e inferiores que daban por sentada
la adhesión de aquellos a quienes se moralizaba
perpetuando la situación de minoridad social.
Uno
de los niveles en los que operaban estas estrategias de
moralización era el de asistencia
a los indigentes mediante técnicas que anticipaban
el Trabajo Social.
Esta
estrategia tenía como protagonista al visitador de
pobres. Su tarea explícita no era la de dar
directamente socorro a los indigentes (se
consideraba peligroso darles bienes materiales si no se controlaba
estrictamente el uso que harían de ellos) sino la de realizar
un examen minucioso de las necesidades y clasificarlas. Tenemos,
entonces, que las tareas del visitador de pobres
eran: evaluación de necesidades, control del empleo de la
ayuda, intercambio personalizado.
Asimismo
podemos decir que el otorgamiento de la ayuda estaba condicionado a
la buena conducta del beneficiario. O sea que
puede afirmarse que lo que se buscaba con esta ayuda era garantizar
la pasividad de los pobres, acallar las manifestaciones de las
desigualdades y garantizar la relación de dependencia.
Podemos, así, marcar un paralelo entre esta modalidad de
intervención social y lo que hoy denominamos clientelismo
político.
Esta
línea de pensamiento podemos decir que coincide con el
pensamiento de Stuart Mill quien planteaba la existencia de 2 clases
sociales: una inferior que necesitaba ser
dirigida, la otra superior y como tal pensante y rectora
de los destinos de la sociedad. Esta superior debía prestar
asistencia a la inferior siempre y cuando esta fuera obediente y
respetuosa de sus superiores.
Las
distintas estrategias implementadas para intervenir en la cuestión
social van generando nuevas prácticas que, en muchos casos,
esconden la verdadera intención de ser instrumentos de control
social.
G.
Parra menciona 2 matrices como fundacionales del Trabajo Social:
de
base doctrinaria, fundada en conceptos de la persona humana y la
moral cristiana.
de
base racionalista y laica, ligada al movimiento de médicos
higienistas, que apunta a la regulación desde lo público.
C.
Montaño también opina sobre ello y plantea 2 tesis
respecto a la génesis del Trabajo Social:
una
perspectiva endogenista en la que el origen de la profesión
de halla en la evolución, organización y tecnificación
de las formas de ayuda social como la caridad y la filantropía.
Una
perspectiva histórico-crítica que ubica al
Trabajo Social como resultado de la necesidad del sistema
capitalista.
Sea
el que fuere el punto en el que nos paremos para analizar el origen
del Trabajo Social creemos que no se puede negar que su origen apunta
(aunque no explícitamente) al control de los conflictos
sociales y marca un papel político de la profesión.
Citando
a Alfredo Carballeda podemos señalar que en el Río
de la Plata la génesis de la intervención en lo social
se relaciona con una serie de fracturas que están fuertemente
ligadas a la irrupción de la modernidad y a la necesidad de
ordenar y disciplinar una sociedad que lentamente escribía su
contrato societario.
Este
autor expresa la presencia de una nueva lógica construida
sobre 2 ejes: la pregunta por el origen y el mito del
progreso indefinido.
La
primera pregunta planteaba como punto de partida la idea de un caos
inicial y la búsqueda de un orden final. Orden que
fue marcado en un solo sentido y que dejó del otro
lado a aquellas expresiones o personas que no se ajustaban
a él. Aparece así la noción de el otro
a quien se considera peligroso, inferior, lo que genera la necesidad
de ordenar la sociedad delimitando sus espacios.
Esta
función fue la que tomaron las intervenciones del Trabajo
Social si bien su discurso se relacionaba con la filantropía
en el sentido de que se trataba de preparar a los otros para
que se desempeñen dentro de la sociedad. En este
modo de intervención el sujeto era quien tenía la
culpa por su situación, era diferente, inferior.
Este discurso obstaculizará dentro de la profesión un
análisis sobre las causas de las desigualdades e irá
conformando con más fuerza una idea de sujeto destinatario de
las prácticas sociales.
Observamos,
así, una dicotomía entre discurso y práctica, la
que continuaba ligada al disciplinamiento, a lo normativo, a la
noción de orden social impuesta por quienes detentaban el
poder.
Leyendo
a Lucía Martinelli vemos que menos por razones éticas
y sociales y más en la defensa del régimen a lo largo
del tiempo, la burguesía se vió obligada a rever sus
estrategias de asistencia a los pobres. El pauperismo, como polo
opuesto a la expansión, creció tanto que su atención
ya no podía restringirse a las iniciativas particulares o de
la Iglesia; era preciso movilizar al propio Estado, incorporando la
práctica de la asistencia y su estrategia operacional
el Trabajo Social a la estructura organizacional de la
sociedad burguesa constituida como un importante instrumento de
control social.
Considero,
asimismo, significativo recordar a G. Parra cuando afirma que el
espíritu humanista animó a las instituciones que se
desarrollaron desde el siglo XIX hasta la primera mitad del siglo XX
y consecuentemente durante los primeros años de
institucionalización de la profesión,
institucionalización que fue desarrollándose en un
contexto en continua transformación.
A
fines del siglo XIX nos encontramos con el Estado como eje central
del ordenamiento de la sociedad, era la manera de resolución
entonces planteada frente a la crisis y fractura existente.
Poco
a poco, y algunos autores opinan que a partir de la caída de
la idea de mercado como mecanismo autoregulatorio, va deteriorándose
la figura de la libre empresa y de la mano de este deterioro camina
el sistema capitalista. Aparece, así, el sistema capitalista
en crisis iniciándose una etapa de mayor intervensionismo del
Estado, intervensionismo que apunta a mantener la hegemonía de
las burguesías defendiendo sus intereses.
Desde
tiempo atrás venía preparándose lo que sería
la crisis entre democracia y liberalismo, la que
agudizada en esta época genera también la intervención
del Estado como mecanismo para mantener no disuelta esta síntesis.
Estas
intervenciones del Estado pueden señalarse como antecedentes
de lo que luego sería el Estado de Bienestar.
La
crisis del sistema capitalista implicará grandes cambios en
todos los órdenes de la vida de la sociedad, hasta en la
conformación de los Estados y en las explicaciones que las
ciencias sociales intentarán dar.
Las
modalidades de intervención del Trabajo Social continuarán
ligadas a la filantropía y a un discurso con contenido
moralista-religioso de integración pero con algunas variantes.
Podemos
mencionar que en esta época, a fines de 1.800, las primeras
organizaciones filantrópicas esbozan una línea de
trabajo consistente básicamente en:
conocimiento
de las necesidades del sector.
estudio
de las necesidades de los pobres del sector.
relaciones
de amistad con los necesitados.
supervisión
del trabajo.
uso
económico de la limosna.
La
Charity Organization Societyde Londres agregaría a
estas otras acciones:
cada
caso será objeto de una encuesta escrita.
Cada
encuesta se presentará a una comisión que decidirá
las medidas a tomar.
La
ayuda no será temporal sino metódica hasta que la
familia o el individuo vuelva a sus condiciones normales.
En
1897 en Estados Unidos se lleva a cabo la Primera conferencia
nacional de asistencia social y allí Mary Richmond propone la
creación de una escuela de filantropía
aplicada y a posteriori se inician las primeras acciones de
capacitación sistemática.
Se
comienza a dar mayor importancia a la formación y al
conocimiento relacionándolo con el poder. Es asi que
lentamente las modalidades de intervención se reacomodan hacia
una mayor especificidad del disciplinamiento partiendo de un
conocimiento de las características de la población
sobre la bases de la existencia de la heterogeneidad y división
marcada por la población destinataria de las intervenciones.
El
Trabajo Social no escapa a ello, interviene sobre las diferencias,
los sujetos destinatarios de sus intervenciones continúan
siendo los diferentes, los otros.
Ahora trata de conocerlos en su homogeneidad y en su heterogeneidad
desde un conocer para controlar como objetivo real de la intervención
y no para integrar como expresa en su discurso.
Así
el conocer se relaciona con el poder, poder sobre los diferentes.
Se
construye, de este modo, un sujeto al que a partir de un
diagnóstico (conclusión a la que se arriba luego del
estudio realizado del sujeto) se lo clasifica y califica, se lo
categoriza para posibilitar su control y justificar su exclusión.
Esto se relaciona con la concepción de ciudadano que se va
conformando.
Es
una etapa a la que algunos autores llaman primera gran
crisis de la modernidad.Es el fin de las certezas, de las
respuestas totalizadoras.
La
idea de progreso indefinido asociado con el bienestar comienza a ser
cuestionada en distintos campos. Se cuestiona la relación
entre las ciencias humanas y las ciencias naturales planteando que no
pueden aportar a la resolución de la problemática de la
integración.
Las
ciencias sociales, desde la sociología que jugará un
importante papel, intentarán comprender los conflictos
aportando distintos modos de reformas para solucionarlos a partir de
mantener el orden instituido.
El
socialismo marcará otro discurso de solución a partir
del importante apoyo de la clase obrera. Para éste la crisis
es visualizada como un indicador del fracaso e inicio del fin del
capitalismo.
Se
visualiza la crisis de las formas de integración social y con
ello el inicio de un período de incertidumbre, lo que
intentará ser resuelto a través del surgimiento de los
Estado-Nación.
Esta
crisis iniciada a fines del siglo XIX puede decirse que se extiende
hasta comienzos del siglo XX, hasta el fin de la Primera Guerra
Mundial, período en el que se hace más firme la
necesidad de reordenamiento ya planteada. Esta necesidad de
reordenamiento no se plantea ahora como necesidad de volver al orden
anterior sino de construir uno nuevo a partir de nuevas estrategias
de intervención desde el Estado. Se reafirma, entonces, la
centralidad del Estado-Nación como ordenador de la sociedad y
desde allí se construyen las posibles respuestas a la crisis.
Aparece
así la idea del Estado de Bienestar como modo de
igualar las desigualdades sociales y dar fin a la fragmentación.
Uno
de los hechos más importantes que afectan a la sociedad en el
siglo XX es el surgimiento de las profesiones. En la lógica
del mercado y el modo de producción capitalista la
racionalización y la división del trabajo y las
estrategias de intervención sobre la cuestión social
generan posibilidades y demandas que van cubriendo distintos grupos.
Así cada uno de estos grupos siente la necesidad de demostrar
que su labor no puede ser ejercida por cualquiera, aparece la
necesidad de diferenciarse. El proceso de consolidación de
este Estado, cuyo momento más importante puede decirse es la
revolución industrial, es acompañado de distintas
corrientes de pensamiento que conviven y van influyendo en el
desarrollo de las estrategias, en la configuración de los
distintos campos profesionales. Estos campos profesionales son
propietarios de un saber especializado que a través de
distintas prácticas y representaciones intenta conocer,
explicar e intervenir sobre la cuestión social, sobre los
efectos propios de la sociedad en construcción.
La
diferencia está basada en que el desempeño de tal o
cual tarea ya no es una cuestión de fe, de creencia o de
voluntad, sino que es una práctica fundada sobre un saber
específico. Se constituyen así las profesiones.
En
este marco el Trabajo Social cobrará fuerza y es, entonces,
que asoma en el escenario como práctica profesional.
Consideramos
en este momento importante señalar que las relaciones entre la
cuestión social y la profesionalización del Trabajo
Social no pueden ser planteadas como unilineales ya que presentan una
importante complejidad.
El Trabajo Social asoma en este contexto sin poder desprenderse de
los condicionamientos previos ya planteados, lo hará
respondiendo a la necesidad de integración pero desde una
mirada de disciplinamiento.
Vemos,
entonces, que el surgimiento del Trabajo Social en cuanto a profesión
dentro del orden capitalista se relaciona con las estrategias del
poder instituido para abordar la cuestión social. Surge como
una de las formas de enfrentar la cuestión social y
subordinado al poder de las clases dominantes.
Según
J. P. Netto el Trabajo Social se constituye como profesión a
partir de su inserción en el mercado de trabajo, o sea, a
partir de que el trabajador social se incorpora al Estado y se
hace vendedor de su fuerza de trabajo. Por lo tanto la práctica
profesional está condicionada por las relaciones Estado y
sociedad civil. La constitución e institucionalización
del Trabajo Social como profesión depende de la acción
del Estado en la regulación de la vida social.
El
Trabajo Social encuentra su especificidad en la intermediación
entre recursos y satisfactores que moviliza y pone en juego en
situaciones concretas. Intermediación que va adquiriendo
distintas significaciones según las distintas significaciones
que va adquiriendo la cuestión social.
La
nueva profesión construye su estructura particular en un
esquema conceptual general, perteneciente a las ciencias sociales,
pero influenciado internamente por las ideas de las prácticas
del espíritu humanista, exigencias institucionales de
procedimientos administrativos y burocráticos que apuntan al
control social y por la demanda específica en la mediación
entre necesidades y recursos.
A
la luz de la dinámica social e influenciada por ella la
práctica fue construyendo distintos encuadres teóricos,
distintos modos de entender y operar y, por ende, de ejercitar su
práctica.
La
profesionalización del Trabajo Social y su incorporación
al mercado de trabajo se produce por una necesidad del sistema
capitalista, pero la raíz ideológica de la profesión
se relaciona con ideas del pensamiento conservador. Ideas que son
re-interpretadas de modo que sean favorables al sistema capitalista
pero no por ello modifican su práctica conservadora.
Citando
a Iamamoto diremos que el Servicio Social al ser incorporado
en el aparato del Estado, tiende a reproducir, en su práctica
institucional, no sólo el paternalismo autoritario estatal
frente a la clase trabajadora, sino también el discurso del
Estado, expresión de la ideología de los gobernantes.
Es
importante señalar como otro elemento a tener en cuenta en
nuestro análisis lo que plantea M. Iamamoto al argumentar que
existe una vinculación entre ciertos componentes profesionales
oriundos del humanitarismo cristiano con determinado espíritu
de casta de los trabajadores sociales. Apunta con ello a la
extracción de los trabajadores sociales (fundamentalmente de
los sectores medios) y su posible identificación ideológica
con la sociedad dominante y el proyecto de sociedad que ésta
plantea. Afirma, así, que estos factores contribuyen a la
formación de una conciencia profesional profundamente
ambigua en la que se constata una amplia distancia entre los
propósitos enunciados y los resultados de la acción.
Nos
deja, aquí, planteada de este modo nuevamente una de las
cuestiones que ya mencionáramos: distancia entre los dichos y
la acción, falta de coherencia entre discurso y práctica.
Motivada ¿en qué? En la falta de convicción
sobre los ideales manifestados.
Argentina
no era ajena a este panorama.
A
comienzos del siglo XX se había producido una importante
inmigración y desarrollo de la clase obrera. Se produjo un
significativo crecimiento poblacional y comenzaron a ganar lugar
ideas socialistas (traidas por los inmigrantes opinan algunos
autores) lo que dio lugar a protestas y reclamos por las situaciones
de explotación a las que era sometida la población
obrera.
Así
el Estado ve como imprescindible la necesidad de ejercer el control
social manteniendo el status político y económico y lo
hace a través de distintas leyes que promueven homogeneizar la
población y mantenerla dentro del sistema imperante (ejemplo
de ello es la Ley de residencia-1920-donde se permitía la
expulsión de los extranjeros díscolos).
La
profesión del Trabajo Social se organiza en América
Latina a partir del proceso de industrialización, urbanización
y del conflicto entre obreros y capitalismo. Las primeras medidas del
Estado en estos conflictos apuntaban al aspecto sanitario (se
necesitaba población sana para la producción) y por
ello el Trabajo Social se desarrolló originariamente en el
campo de la salud. Se trata de construir una población
homogénea a partir de ratificar al destinatario de la
intervención como alguien que está fuera de lo normado
(en este caso haciéndose hincapié en costumbre
higiénicas y sanitaristas); es alguien moralmente débil,
que no logra comprender. Se re-construye así un sujeto desde
lo negativo, colocándolo fuera de lo definido como normal.
En
1929 puede señalarse como hecho muy importante el derrumbe de
la bolsa de Nueva York lo que impacta negativamente en las economías
capitalistas. EEUU y Europa aplicaron medidas proteccionistas
afectando el comercio internacional. Ello repercutió en
Argentina que vió perjudicados sus ingresos por la disminución
de las exportaciones. A partir de ello creció el desempleo y
el descontento social.
Como
ejemplo del pensamiento de la función del Trabajo Social en
1930 podemos citar párrafos del discurso de Maidagan de
Ugarte, en Chile, el inaugurar el ciclo lectivo en la Escuela de
Servicio Social:
...
el objetivo es formar visitadoras sociales que cuiden no sólo
el aspecto material de los asistidos sino también sus almas...
se concibe al Trabajo Social como una vocación, más que
una simple profesión, para la cual son tan necesarios los
aspectos técnicos como el amor que se da... se apunta a formar
visitadoras que donde vayan lleven paz, alegría, den seguridad
y confianza, inclinando su corazón hacia todos los que
necesitan ser ayudados y reclaman una mano que los guíe...
ellas han de ser la más alegres, las más amplias y
comprensivas, las más amables y las más inteligentes de
todas las mujeres que se dedican al trabajo; han de ser sanas de alma
y cuerpo puesto que debe comunicar esta salud y esta fuerza a quienes
nunca la tuvieron o a los que están privados de ellas por las
vicisitudes de la vida. (Manrique Castro 1982).
En
Argentina la formación profesional, con una fuerte tendencia
sanitaria, se inició con la escuela del Museo Social en ese
mismo año.
Pasadas
ambas guerras mundiales puede decirse que se observa la existencia de
cierto nivel de esperanza y confianza en el desarrollo futuro con un
fuerte desarrollo del Estado de bienestar.
El
Estado desarrolló un importante papel en tratar de minimizar o
neutralizar los efectos negativos del capitalismo en la sociedad.
Puede decirse que ello fue posible mediante una especie de
negociación que por un lado planteaba
implícitamente un compromiso de no traspasar los límites
del capitalismo y por otro explícitamente la atención
de la cuestión social con estrategias diferentes a las de
filantropía y represión.
El
desarrollo del socialismo, las luchas sindicales que llevaron a la
organización gremial de lo trabajadores, generaron un nuevo
escenario desde lo económico y laboral que afectó todas
las esferas de la sociedad incluyendo los Estados de bienestar.
Creció
el empleo, se mejoraron las condiciones de trabajo, se incrementaron
los salarios. Volvió la idea de un progreso sin fin
relacionada con la valoración positiva de lo nuevo.
Touraine
plantea que la vida de una sociedad se basa en la
interiorización de normas marcando la importancia de que
exista correspondencia entre las instituciones que las elaboran, las
socializan y las hacen respetar. Estas intervenciones forman parte
muy importante de las misiones del Estado haciéndose ello más
relevante dentro del Estado de bienestar.
Podemos
señalar que el modelo vigente en EEUU y Europa es
transplantado a Latinoamérica manifestándose una
dependencia de tipo económico pero también política, social y cultural.
El
Estado de bienestar se desarrolló en Argentina detrás
del peronismo (1945-1955) y del modelo desarrollista (1960) jugando
un importante papel en la implementación de políticas
de protección para los trabajadores (obra social, servicios
colectivos gratuitos: educación, salud, etc., derecho laboral,
etc.), en favorecer la incorporación de la mano de obra al
sistema productivo y en aumentar el consumo.
Cabe
señalar que en esta etapa en Argentina el término
ciudadano se ligó íntimamente al del
trabajador, categoría que durante la época
tuvo un importante desarrollo.
De
la mano de esto los sujetos de la asistencia social fueron quienes
por razones particulares (vejez, invalidez, etc.) no podían
incorporarse como fuerza productiva. Si bien se continúa
trabajando sobre los diferentes se modifica, en parte, la
visión de estas diferencias.
La
práctica de las asistentes sociales, visitadoras de higiene,
médicos, educadores, etc. en este marco, se vinculó
fuertemente con la política social y con la idea de dignidad
que les daba un nuevo sentido.
Podría
decirse que aquí se abre la brecha marcada en el ligar las
distintas disciplinas sociales con lo derechos sociales, las
prácticas del Trabajo Social se vieron influenciadas por ello.
Un
papel importante en ello le cupo a la Fundación Eva Perón
cuya actividad podría pensarse sentó, en cierto modo,
las bases para la elaboración de diagnósticos sociales
comunitarios ya que quienes en ella trabajaban recorrían las
distintas comunidades, generalmente en compañía de un
médico, y elaboraban fichas que contenían un
diagnóstico del estado sanitario de la población.
Paralelo
a ello continuaba en los trabajadores sociales y en el Estado vigente
un rol de detector de problemas y de armador de
estrategias de socialización o resocialización,
desde una mirada micro social que asociaba la pobreza a una
desviación social.
Durante
la etapa del desarrollismo (1955-19565) el Estado ocupó un
lugar principal en la concepción de la política
económica y social elaborándose distintos programas
sociales cuyo objetivo teórico consistía en lograr la
participación de los sectores sociales subordinados
en el mejoramiento de sus condiciones de vida y trabajo.
La
ejecución de estas políticas de promoción social
estuvo en manos de los trabajadores sociales. Crecieron escuelas de
formación y adquirieron jerarquía.
Puede
decirse, entonces, que la profesión tuvo aquí su
oportunidad de dejar de lado su práctica tradicional, dejar de
ser una práctica meramente empirista y asistencialista para
vincularse con la promoción de los sectores populares y
contando con aportes de distintas corrientes ideológicas y de
distintas disciplinas iniciar un camino que lo llevará a poder
realizar la explicación de los problemas sociales.
Este
fue un momento de importante politización de la sociedad y
ello impactó en el Trabajo Social, muchos de cuyos
profesionales debieron asumir el carácter político que
tenía la profesión aunque muchos otros continuaron con
una línea de voluntarismo que intentará ser superada a
posteriori.
No
obstante la situación económica política
social descripta, a partir de la década del 70,
comienzan a perder fuerza en el mundo estas ideas de desarrollo y
progreso. Como hechos significativo de esta época, marcados
por diferentes autores, y que se relacionan con ello pueden
mencionarse: la carrera armamentista, la carrera espacial, la
preocupación por el medio ambiente y la denominada crisis
del petróleo (1973).
Puede
decirse que esta crisis pone en el tapete la falsedad de la idea de
progreso indefinido a partir de evidenciar la existencia de límites;
se plantea que los recursos naturales pueden tener un límite y
este límite no sólo tendrá que ver con la
naturaleza sino que también se relacionará con lo
político. Se plantea un regreso al liberalismo al que luego se
llamará neoliberalismo.
Comienza,
así, una crisis de sentidos, que abarcará
todas las esferas de la vida afectando ineludiblemente a los Estados
de Bienestar, y a la que se denomina crisis de la modernidad.
La
crisis de sentidos estará relacionada con una crisis de
valores, de identidad, de legitimidad, de integración,
marcando al Estado de bienestar.
En
esta época se sitúa el movimiento de
reconceptualización del Trabajo Social en
Latinoamérica, produciéndose entonces un análisis
crítico de los fundamentos teóricos, de las
metodologías y de las técnicas utilizadas. Se expresa
la decisión de no adoptar acriticamente las técnicas y
métodos utilizados en otras regiones (EEUU Y Europa sobre
todo) y se comienza a cuestionar el sistema económico y social
vigente como productor de miseria y explotación buscándose
causas globales de ello.
El
movimiento de reconceptualización parte de una profunda y
explícita intención de ruptura con el Trabajo Social
conservador llevado adelante hasta entonces. Este proceso es guiado
por una necesidad de relegitimización de la profesión a
partir de una mayor rigurosidad teórica. Este proceso fue
abortado por las dictaduras militares.
Un
hecho importante de esta época, y que luego marcaría
las economías mundiales, es la instalación de los
petrodólares en el sistema económico dando
ello lugar a la conformación de un sistema financiero que
estimuló la especulación económica.
Desde
el punto de vista económico, además, se observa la
existencia de una reducción en las ganancias de los dueños
de los capitales (quienes acusan de ello a estas crisis económicas
pero más a los avances obtenidos sobre los derechos laborales
por la clase obrera). Esto afecta también las políticas
diseñadas desde el Estado y al Estado mismo.
Así
deberá producirse un nuevo reacomodamiento que se tratará
de lograr a partir de la implementación de otras modalidades
de intervención.
En
el caso de Argentina, Nora Aquin expresa que desde 1976 se
viene ratificando y consolidando la impotencia del Estado argentino
para conducir estratégicamente a la sociedad en relación
a una vida colectiva digna y viable para todos y plantea la
existencia de 3 subordinaciones del Estado:
de
la Nación al mercado
de
la política a la economía
de
lo público a lo privado
Estas
tres subordinaciones tuvieron su momento fundacional a partir del
desarrollo del terrorismo de Estado. A partir de
entonces, utilizando diferentes estrategias, los gobiernos que se
sucedieron implementaron una política basada en el terror,
ello construyó una sociedad temerosa que comenzó a
encerrarse en sus espacios privados y trajo como resultados una
importante fractura cultural, disgregación política y
desarticulación social cuyas consecuencias aún estamos
pagando.
El
mercado y lo económico pasan a ser los ejes centrales a partir
de los cuales se organizan las políticas. Así desde lo
económico como uno de los modos de superar la crisis se toma
como variable de ajuste el salario de los trabajadores; desde lo
laboral comienzan a restringirse los derechos de los trabajadores con
la consecuente pérdida de poder de los gremios. El desempleo
que se sufre hace que el trabajo pierda su sentido histórico
como espacio de socialización y construcción de
identidades.
El Estado se retira cada vez más de su lugar de
Estado benefactor, deja su lugar de integrador, se excusa de sus
responsabilidades en este campo y delega en el sector privado. Sus
decisiones políticas están subordinadas a la economía,
al capital.
Se
modifica la distribución de la riqueza con un importante
crecimiento de la inequidad. Así se incrementan los espacios
de exclusión ya que ésta comprende cada vez a mayor
número de personas, incluso quienes no se consideran a sí
mismos excluidos saben que corren el riesgo de pasar a serlo en
cualquier momento. Crece el sentimiento de falta de pertenencia, el
temor, la incertidumbre por el futuro propio y de las futuras
generaciones.
En
1980, en América Latina se inicia una etapa de democratización
de la que el Estado se erigió, en cierto modo, como garante
pero esta democratización no sirvió para que el Estado
retomara su papel de integrador. Estas democracias terminan
subordinándose al interés del mercado trayendo como
consecuencia importantes desigualdades sociales con importantes
limitaciones de la ciudadanía.
La
situación de la profesión en esa época es
expresada, en 1980, por el CELATS (Centro de estudios
Latinoamericanos de Trabajo Social) que elabora un informe sobre la
situación y perspectivas de la profesión en América
Latina. Sus puntos principales son los siguientes:
Formación
profesional: los profesionales fueron pasando de una
formación netamente instrumental a una de corte psicológica
por influencia del Trabajo Social norteamericano, hasta llegar a una
formación más amplia y sólida que los prepara
para desarrollar procesos de integración. Persiste un
desfasaje entre teoría de los centros académicos y la
práctica producto de un reduccionismo por
división indebida de conocimientos y prácticas.
Ejercicio
profesional: es definido como el conjunto de prácticas
y representaciones desarrolladas en distintas áreas de
intervención. Se pasó de actividades netamente
empíricas y asistencialistas a actividades de organización
y promoción pero entre muchos colegas no se superaron las
prácticas consideradas obsoletas acompañadas de una
comprensión ahistórica de la práctica
profesional.
Producción
teórica: con el proceso de reconceptualización
comenzó la producción teórica que antes era
inexistente.
En
la década del 90 se comienza a hablar de globalización
lo que tendrá fuertes impactos sobre los Estados-Nación.
Globalización que, tomando la propuesta neoliberal de
desarrollo, puede entenderse como un macro proceso que imprime una
nueva lógica a procesos capitalistas.
Alan
Touraine señala 3 aspectos como principales indicadores de los
cambios de esta época:
Destrucción
de los sistemas de control de la actividad económica
(sistemas políticos, sociales, legales y culturales) lo
que genera un debilitamiento del control social y
político. Hay una descomposición de los
sistemas normativos a los cuales los individuos ya no se someten, lo
que se acerca, en gran medida al estado de anomia planteado desde la
sociología.
Triunfo
del individualismo que atribuye a la desaparición
de los sistemas de control.
Un
mundo cuya perspectiva es a la vez global e individual .El
autor explica ello afirmando que todos intentamos,
individual y colectivamente, darle sentido a nuestras vidas.
Intentamos darle importancia a cada acción en relación
a la construcción del significado general de la
autoreferencia de las vidas individuales.
Se
observa, entonces, lo que Castels ha denominado la metamorfosis
de la cuestión social.
Se impone la existencia de patrones comunes de consumo y producción
para todos y se colocan en el último lugar las necesidades
sociales y la identidad cultural de las naciones.
El
eje del capitalismo que estaba puesto en el sistema productivo se
desplaza hacia el sistema financiero.
En
los procesos económicos se dejan de lado aún más
las dimensiones humanas, lo que lleva a que el modelo de desarrollo
se construya en base a la posibilidad de adquirir los servicios en el
mercado y la disponibilidad a las condiciones propias del mismo. Ser
ciudadano se equipara a ser consumidor.
La
fragmentación social, que pretende esconderse detrás de
la globalización, se hace más notoria y se da al
interior de los Estados, los que han dejado de ser el centro de lo
político para permitir el dominio de nuevos poderes
relacionados con los capitales.
Las
instituciones del Estado, cuya función era la de reducir las
diferencias sociales y construir identidades, padecen crisis de
financiamiento y comienzan a restringir y/o abandonar las
prestaciones y servicios a pesar que las demandas de la población
afectada por la crisis económica son más nuevas y cada
vez mayores. Las políticas sociales plantean un ficticio
carácter de inclusión desde la marcada focalización
de los destinatarios y problemáticas amparándose el
Estado en su carencia de recursos económicos y financieros.
Se
apela a un pensamiento tecnocrático, esto
es se reduce la razón a una racionalidad técnica
que selecciona estrategias al margen de la inclusión de otras
racionalidades; los problemas sociales se expresan en una
relación costo-beneficio.
En
el Trabajo Social se observa esa racionalidad técnica a partir
de la neofilatropía, a partir de hablar de la reducción
del gasto social se trata de lograr un desplazamiento de la
intervención social basada en derechos sociales a una
intervención social basada en los deberes morales.
En
el marco de esta crisis se ponen en discusión las
características esenciales del Estado evidenciadas hasta ese
momento. Se marca una crisis de legitimidad y representación.
Se
produce una fragmentación dentro del mismo Estado y sumado
ello, a su retiro de la prestación de servicios,
comienza una revalorización de lo privado, lo
comunitario y del mercado que se integra a la vida cotidiana a
partir de la necesidad de supervivencia. La acción
social se privatiza, interviniedo las empresas al descubrir que
ello puede traerles mayores ventas de sus productos, a partir de la
construcción de una imagen de solidaridad.
Existe
un discurso que da cobertura ideológica a este retiro
del Estado y apela a la responsabilidad de los individuos y la
comunidad recurriendo a la vuelta a la filantropía para la
atención de la cuestión social a la par que habla de
derechos. El Trabajo Social no escapa a esto.
La
incertidumbre vuelve a reinar, los fenómenos generados a
partir de la globalización, la creciente fragmentación
social a partir del crecimiento de las desigualdades sociales, los
procesos migratorios de la población, la aparición de
nuevas problemáticas sociales, etc., ponen a las ciencias
sociales y al Estado frente a nuevos interrogantes sobre mecanismos o
intervenciones para superar esta crisis de la modernidad.
Susana
Malacalza marca como aspectos de la crisis indispensables de tener en
cuenta al pensar en las prácticas del Trabajo Social los
siguientes:
crisis
de representatividad de las instituciones (ya no cumplen la función
integradora).
metamorfosis
de la función del Estado.
Corrimiento
de las responsabilidades públicas al ámbito privado.
Desdibujamiento
de la figura de ciudadano.
Irrupción
de la violencia en la vida cotidiana.
Exclusión
económica y social de un número cada vez mayor de la
población con la correlativa aparición de relaciones
sociales y producción de nuevo tipo.
Desarrollo
tecnológico con pocas posibilidades de apertura de fuentes
de trabajo.
Precarización
laboral.
Contradicciones
entre la globalización cotidiana de la economía y la
cotidianeidad cada vez má individual del sujeto.
Pérdida
de identidades.
Influencia
creciente de los medios de comunicación como formadores de
opinión.
Incremento
de actitudes racistas y xenofóbicas.
Agudización
de la contradicción entre centralismo y lo local.
Crisis
de eticidad.
Esta
crisis impacta, sin duda, en el Trabajo Social como profesión
y en su práctica.
El
Estado se ha desprendido de sus criterios de benefactor como otra
visión de lo social, dándole otros
significados a la administración de recursos (escasez,
incertidumbre en cuanto a continuidad de los existentes, clientelismo
político, etc.), recursos que han perdido su sentido como
instrumentos de integración social y por ello también
han perdido su validez como tales.
Esta
pérdida de validez involucra también al Trabajo Social
como profesión que había construido buena parte de su
especificidad en la intermediación entre recursos y
satisfactores. Así esta profesión encuentra cuestionado
su papel y su lugar en las instituciones.
El
discurso neoliberal hace una re-interpretación de la cuestión
social. Se naturalizan las desigualdades expropiándoles su
carácter histórico y social, se elimina así a
la pobreza como comprensión social y se instala en
su lugar a los pobres definidos como incapaces.
Se efectúa una
valoración negativa de aquellos sujetos que demandan lo que
otrora fueran derechos sociales, argumentando que quienes realizan
estas demandas expresan y reconocen su "deficiencia"
individual para llevar adelante su vida sin ayuda.
Expresa Margarita
Rozas sobre esto: ...Si son deficientes, bien vale entonces
en esta perspectiva, perpetuar en los desposeídos una suerte
de estatuto de minoridad, de la mano del cual siempre está
presente el desprecio y la condescendencia, y la sospecha continua de
que se trata de una población sobrante que quiere apropiarse
de la ayuda en forma indebida; por lo tanto, quedan expuestos a
permanentes vigilancias y evaluaciones por parte de expertos que
comprueben la existencia y permanencia de los requisitos que los
habilitan para ser tratados como pobres.
Pierde
validez el concepto de derecho social que es sustituido por el de
deber moral. La asistencia social ha dejado de obedecer al
derecho de los desposeídos para constituirse en un deber moral
de aquellos que están en condiciones materiales de ayudar.
El
modelo exige a los Trabajadores Sociales parámetros de
eficiencia y productividad que incluyen cada vez más elementos
para la definición y tratamiento social de los pobres,
un tratamiento que tiene por finalidad la de transformar en
"razonables", a los ojos del poder, sus demandas.
La
focalización, tanto de las necesidades como de la población
que merece ser atendida, ubican a los Trabajadores sociales en el
lugar de expertos habilitados para clasificar personas
lo que otorga un importante papel a partir de la asignación de
identidad en 2 sujetos:
en
las personas que el Trabajador social atiende poniendose en juego
múltiples ejes de inclusión y exclusión.
en
los trabajadores sociales y su función en una institución
Esto
es lo que se está jugando en la perspectiva tecnocrática
que intenta imponerse.Desde esta perspectiva el saber es un saber
interesado en asegurar y ampliar el campo de acción del
control social.
Las
ideas del neoliberalismo se han incorporado a las profesiones
sociales a través de las prédicas neofilantrópicas
y, con el argumento de disminuir el gasto social, intentan reemplazar
la intervención en la cuestión social basada en
derechos y resposabilidades sociales por una intervención
sustentada en la piedad y otros deberes morales.
Este
contexto plantea múltiples interrogantes y demanda
redefiniciones desde todos los ámbitos de la sociedad, más
aún desde las ciencias sociales, requiriendo del esfuerzo del
Trabajo Social en la construcción de respuestas y alternativas
de intervención posibilitadoras de una salida de esta crisis.
Los
interrogantes aún se hallan sin responder y las alternativas a
construir.
Nota:
los términos señalados entre comillas así como
las frases escritas en letra cursiva son copia fiel de expresiones
observadas en la lectura bibliográfica realizada.
Biliografía:
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Alfredo El Trabajo Social y el otro lado Margen
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Alfredo Exclusión y ciudadanía. Nuevos
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Exclusión e integración en los nuevos escenarios
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Cifuentes
Gil Pava Barboza Rodriguez Durán
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Firpo
Isela Los hilos invisibles entre una retórica
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Nilda Gladys Génesis y ¿consolidación?
del Trabajo Social en Argentina: su vinculación con el Estado
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