Psicopatías:
- Perversiones Primarias:
- Sexuales
- Constitucionales
- Adicciones
- Perversiones
Secundarias:
- Esquizoide
- Depresiva
- Paranoide
- Obsesivo
- Fóbico
- Histérico
Desde
lo observable pueden aparecer con ausencia de tensión agresiva
(dejando hacer a la intrusión del otro semejante sin
afectividad) o como psicosis violenta ( donde la agresión es
un acto como forma de poner fin a la intrusión),
diferenciándolos de aquellos que con un grado de adaptación
mejor logrado y que por circunstancias de vida no pueden incluirse en
el medio social; por ejemplo ante determinadas pérdidas:
trabajo, separación familiar, vivienda, perdiendo la
instancia de un organizador que pueda marcar reglas, horarios,
vínculos con los otros.
Perdida remite a duelo, si pensamos en
los tres tiempos de todo duelo:
- cimbronazo en la estructura que
reenvía a una posición de privación,
- donde se
desconoce la perdida y
- en el que el yo declara muerto al objeto
tomando una posición activa respecto a la separación
del objeto y que recuperando su libido pueda reenviarla a otros
objetos, en estos últimos se trataría de un duelo
patológico donde la tercera etapa no fue elaborada.
La
vida no es sin pérdidas.
Desde
nuestra experiencia de calle encontramos habitualmente que se trata
de individuos con estructuras yoicas lábiles, mecanismos de
defensa cristalizados así como un profundo corte con los
vínculos sociales.
En cuanto a los mecanismo de defensa más instalados podemos
mencionar:
Desmentida
Formación
Reactiva
Desplazamiento
Introyección
Proyección
Negación
Por
lo tanto pensamos que no se trataría específicamente de
patologías de calle sino de profundizar en que medida se
juegan o se manifiestan las estructuras antes mencionadas incidiendo
en cada individuo que encontramos de manera diferente.
En
la mayoría de los casos estas patologías se hallan
asociadas con adicciones como la drogadependencia o el alcoholismo.
Ya
la palabra adicción nos habla de una A-DICCION, algo no puede
decirse, nos enfrentamos a un Super Yo manifestándose sólo
en su vertiente de ferocidad que le ordena un goce mortífero.
El adicto es consumido por, está identificado al objeto droga,
que llega además a ser un fetiche que lo acompaña, está
en un actuar algo indecible, no en el hablar. En algunos casos se
trata de un duelo no realizado en la generación anterior,
alguna pérdida rechazada, el adicto es esta muerte, encarna en
lo real algo imposible de perder en lo simbólico.
Se
halla una dificultad de inscribir una ausencia, ausencia ésta
que no ahueca, no se crea el vacío necesario para la aparición
del sujeto, ante una ausencia inasimilable llama al tóxico,
vacío que colma con sustancias. Son meramente prótesis
químicas que aplacarían el dolor, la soledad, el vacío.
Se habría producido una falla en la operación
presencia-ausencia, alienación-separación.
Esto nos
remite como toda patología a lo familiar, como parte
fundamental de la trilogía drogadependiente/alcoholico
-sociedad-familia en una totalidad gestáltica que nos permita
comprender cada caso. En la sintomatología del adicto se
halla presente una inestabilidad emocional sumada a reacciones
afectivas desarmónicas, una marcada incapacidad de soportar
las frustraciones, que son vividas como injurias a sus núcleos
narcisistas por no poder externalizar su agresión ante los
fracasos, configurándose una estructura compleja caracterizada
por fatiga, inquietud, abulia y desasosiego, astenia y desinterés
por la búsqueda de una vía de canalización para
su problemática.
El adicto se miente a si mismo, resulta más
engañado que engañador. Trata de huir de sí, de
escapar y desplaza su responsabilidad original proyectándola
en el mundo externo, intenta no concienciar a cualquier costo el
propio peligro psíquico transformándolo en peligro
exterior. La estructura familiar que caracteriza a los adictos los
ubica en el lugar de hijos utilitarios, insertos en un grupo familiar
gravemente perturbado, como un barco sin timón, a la deriva.
Reflejando un sentimiento de abandono.
De
lo antedicho debemos hacer mención a otro cuadro nosográfico
las Psicopatías.
Luego
de los momentos de Ver y Comprender llegó el de Concluir en
posibles hipótesis de trabajo en el que se trataría
fundamentalmente de propiciar efectos de subjetividad apoyándonos
en lo invocante instalando algo de la palabra propia que falta, como
así también en lo escópico que permita al ser
mirado, mirarse.
El lugar que ocuparíamos como psicólogos
en la calle no diferiría del que ocupa un analista, es un
lugar de descompletud , función paterna que acota el goce, da
cuenta de la inexistencia del Otro, función de corte que
permite la inscripción de la falta y por lo tanto propicia la
emergencia del deseo, inscribiendo una legalidad. Puede continuar
realizando sus prácticas pero nuestra presencia y palabra
permitirá que hable de su problemática, historice sobre
el goce, trueque su sufrimiento, alcohol, drogas por palabras,
produciendo un resto que va cayendo y gasta este goce. Al historizar
se gesta una distancia y comienza un posible duelo por el Otro.
La
función de corte no puede darse por si sola sino que también
es imprescindible acompañarla con la función de sostén
no como cura, sino por lo menos como preocupación por el
otro, para poder llegar a tocar de alguna manera aquello
que las defensas ocultan, abrir el espacio para que lo inefable tenga
palabra.
Apoyándonos en Winnicott en Arquitectura del ser,
construcción y derrumbe, el autor plantea el temor al
derrumbe, temor a un derrumbe que ya se ha experimentado. Es
un temor a la agonía original que dio origen a la organización
defensiva que se manifiesta como síndrome patológico.
El derrumbe ya ha ocurrido, esto es, se constituye una escena en el
pasado. De ella dice Winnicott que permanece oculta en el
inconsciente, inconsciente que no es el de la represión, ni el
colectivo ni lo inconsciente imposible de hacerse consciente sino
como aquello que ha quedado afuera de la integración del yo
porque éste no pudo abarcarlo. El yo inmaduro no le permitió
incluir este fenómeno dentro de su experiencia dentro de la
omnipotencia personal.
La
conceptualización del derrumbe conlleva la idea de
construcción. Construcción desde la no existencia a la
existencia, de la indiferenciación a la discriminación,
de la dependencia absoluta a la relativa, hay que llegar a ser antes
de poder hacer. Si el ser constituye el escenario interno, el hacer
implica el reconocimiento de la exterioridad. Es hacia aquí
donde se orientaría nuestra labor.
Se
podría hablar de un trabajo posible si la mano ayuda, también
con sus limitaciones, y ese otro la acepta con el fin de ir
modificando las conductas, elaborando los miedos y el vínculo
con el otro y los otros para poder compartir de alguna manera parte
de su vida.
Debemos
trabajar también en una escucha activa con el vecino
demandante, que con su angustia expresa Lo Ominoso, aquello que no
debe ser visto, lo rechazado de cada uno: temor de estar algún
día en ese mismo lugar, en donde la pérdida se
resignifica. Temores de los que en definitiva, nadie está
exento.
La
mano solidaria seguirá recorriendo las calles, y los recovecos
oscuros donde alguna persona encerrada en su mundo individual
pernocta. Por hoy la camioneta se retira y un nuevo desafío
comenzará mañana.