Me detengo. No entiendo. Es el principio de un cuento nahoa que tradujo mi padre. Un saltamontes colorado estaba descansando y un saltamontes sordo le reprochó: ¡Ay, muchacho, brincaste encima de mí!
-¿Qué dices? ¿Ya eres viejo? -Ya soy viejo. -Si eres de veras viejo, dí, ¿cuántas veces has visto la danza de los aventadores de micses y el corretear de los busca piés? -Y tú, ¿cuántas veces la has visto? -Yo, siete veces y tú acaso acabas de nacer y ya te dices viejo... Ya ves que te he ganado, nada puedes decir de lo que se te preguntó... Se despidió el saltamontes sordo, voló y se fue.
Bueno, tampoco entiendo muy bien el cuento en español. Pero me emociona pensar en su origen, en mi origen y que en el cuento aparece el número siete. Me parece que el saltamontes muchacho es más viejo por sabio que por viejo y que sabe más de las cosechas y de las luchas. Tal vez eso quiere decir el cuento, o que tengo que oír también las experiencias del joven. En todo caso asocio el cuento a ciertas expresiones y ritos de "los más viejos" que son, a la vez, un obstáculo para salir del pasado y fuente de experiencias y esperanzas que no debemos olvidar.
Cito el primer mensaje de los siete a la ciudad de México: "¿Cómo habremos de hacer? Le preguntamos a nuestros más antiguos. Así dijeron nuestros más antiguos: pide su ayuda a los hermanos y hermanas que cargan la vida en la espalda y una de las siete llaves que guardan te será dada. Si ellos entran contigo, más fuerte será la voz de todos". Y como si le hablara al saltamontes sordo del cuento dice el Comité Revolucionario: "Nada deben temer. Que teman quienes cierren los oídos y la boca para oír y hablar con los que somos". Fíjense en eso de "los que somos".
Paso a un mensaje en el que creo firmemente: "Estos ni se van a rendir ni se van a vender", dijo un hermano. Sépanlo. Sépanlo bien "señores del poder y del dinero". Sean corteses con respeto y sin paternalismo. Ojo, sin ningún paternalismo. Hablen en forma práctica de cómo van a cumplir con los derechos de los pueblos indios. No intenten sustituir los problemas sociales de los muchos con soluciones personales de los pocos. No se inmolen. Ojo. No confundan los encuentros de cortesía con los acuerdos que llevan en los actos a dar señales de que ahora sí se está cumpliendo. Acuérdense que hablan con quienes han hecho de la dignidad la ley del respeto a uno mismo y a los demás. Por dignidad de dignatarios no den ni asomo de burla, humillación o engaño. Por dignidad no hagan de las palabras ruidos ni de los actos espectáculos. Y acuérdense que hablan con quienes tienen la cultura política de los más viejos y de los más jóvenes de estas tierras, y una cultura de la resistencia indígena y de la democracia de los indios y de los no indios, de los mexicanos, de los latinoamericanos y los habitantes de los más distintos países del mundo que piensan en la historia pasada para hacer mejor la historia futura. Cúmplanles las tres señales a los zapatistas, o hagan lo que el saltamontes sordo, que se despidió, voló y se fue. Si tienen sordera histórica, despídanse y váyanse, vuelen. Que aquí se queda el gran nosotros.