SABADO ¤ 10 ¤ MARZO ¤ 2001
REPORTAJE
1914: libres, sin capataz ni amo
FRANCISCO PINEDA
A tres años de proclamar el Plan de Ayala, el Ejército Libertador del Sur tomó la capital de la República, el 24 de noviembre de 1914. Poco después, la tarde del 3 de diciembre, Eufemio Zapata entregó el Palacio Nacional al presidente designado en Aguascalientes, con estas palabras:
"Cuando los hombres del sur nos lanzamos a la revolución para derrocar a los dictadores que por grado o por la fuerza se habían posesionado de la silla presidencial, hice yo una solemne promesa a mis muchachos: la de quemar la disputada silla tan pronto como hiciera mi entrada a la capital. Esa silla yo creo que tiene un talismán de mal agüero, porque he notado que todos los que en ella se han sentado, no sé por qué extraño maleficio debido al talismán de mal agüero, se olvidan de sus promesas y compromisos que hicieron y su único sueño dorado es el de permanecer por el mayor tiempo sentados en esa silla.
"Cuando mis hombres tomaron la capital de la República -continuó Eufemio- y vine a México, mi primera visita fue al Palacio, con objeto de cumplir la promesa que hice a mis soldados, de quemar la silla del mal talismán, pero me encontré con que se la llevó Carranza con la intención, según cuentan que dice, de sentirse Presidente de la República cada vez que se sienta en ella.
"Nosotros, los hombres del sur, no nos lanzamos a la revuelta en pos de conquista de puestos públicos ni para habitar palacios donde pisar alfombras, ni usar magníficos automóviles, como hicieron otros. Nosotros hemos venido peleando por derrocar las tiranías y conquistar con nuestras armas las libertades a que tanto hemos aspirado, y que a nuestros hermanos les sea impartida la justicia" (El Monitor).
Las palabras rebeldes golpearon los muros del salón Emperadores y aun la inmensa levedad de los nuevos hombres del poder. Martín Luis Guzmán trató de vengar la afrenta, años después, al novelar el acontecimiento: "Eufemio subía como un caballerango que se cree de súbito presidente. Había en el modo como su zapato pisaba la alfombra una incompatibilidad entre alfombra y zapato; en la manera como su mano apoyaba la barandilla, una incompatibilidad entre barandilla y mano". Tal era la calidad de los nuevos aliados quienes, antes de un mes, incluido Guzmán, traicionaron a la Convención de Aguascalientes y salieron huyendo de México. Primero fue la traición de Madero, luego, la de Pascual Orozco, asunto conocido, pero los necios dirán después que los zapatistas no tuvieron política de alianzas.
El domingo siguiente a la entrega de palacio fue el desfile de los 58 mil rebeldes del sur y del norte con sus almas y cuerpos marcados en las batallas recientes. "Entre tañedores y cantores -registró la prensa-, así cruzaron la avenida Reforma bañada de sol y envuelta en tricolores trofeos, los dos guerreros en quienes la patria tiene enclavada su pupila". El general en jefe del Ejército Libertador lucía chaqueta de gamuza color beige, con un águila bordada que abarcaba toda la espalda. El Atila del Sur y El Centauro del Norte cabalgaron, como en los días de batalla, con los hombres que no se convertirían en bronce.
Al llegar la columna al Zócalo, a las doce y diez del mediodía, los metales tocaron a libertad. Villa, Zapata y otros jefes entraron a la sede del poder y en el balcón central recibieron descubiertos el saludo de la muchedumbre que llenaba la plaza de armas y de fervor. La parada continuó hasta las cinco y media de la tarde en la urbe resonante.
El no olvido fue, como la lucha que emprendieron, duro y humano; la tierna furia del insurgente. Sobrevivientes recordaron, años después, los días luminosos de su estancia en la capital de la República, ante un grupo entusiasta de jóvenes historiadores.(¤)
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-¿Nos platica usted cuando entraron con Villa a la ciudad de México?
-Ah, sí, fue en 1914. Nosotros entramos primero que el general Villa. Todo eso atacamos así, pusimos nuestra artillería aquí en el Cerro de la Estrella, porque aquí no llegarían. Ya después entramos aquí y triunfamos.
"Estuvimos aquí y yo con mis fuerzas estuve en la penitenciaría de destacamento. Y una mañana de ese mismo año, llegó el general Villa, sólo que su escolta venía muy lejos.
"Yo, como el jefe de allí de la guarnición, pues... el subordinado éste, que no tenía disciplina, lo aplaqué así, le digo:
--¿A dónde vas?
Y me dice así:
--Soy tu general Francisco Villa.
--Ay, mi general --le digo--, dispense, yo no lo conozco a usted.
--Pues ahora ya me vas a conocer. Ven, vamos a la celda número 12, donde yo estuve prisionero.
"Y sacó un papelito chico así, por acá así, que lo fue a traer a la celda número 12, y nos enseñó así, dice:
--Miren, esto iba a ser la causa de mi muerte, y hasta ahorita ignoro quién me haiga dado la fuga. Sólo recuerdo yo un joven, como de 14 años, que fue el que me abrió la celda para que yo me hubiera ido.
"Eso nos dijo ahí y después habló conmigo, dice:
--Bueno, ¿y tú qué cosa eres de aquí?
--Yo tengo aquí a mis órdenes todos estos hombres que los ve usted aquí.
--¿Pero qué cosa eres tú?
--Pues, soy el jefe de ellos.
--Entonces --dice--, tú eres el comandante de la guardia.
"Y me dijo a mí, ya me habló vale, porque nosotros andábamos de calzón blanco, o sea los cigarros, me dice:
--Oye vale --se me quedó mirándome así--, que ¿a ti no te gusta el pantalón?
Le digo:
--General, pues aunque me guste, yo no tengo pa' comprármelo.
--Pero como yo te lo voy a regalar --dice--, 75 para tus soldados y el tuyo de oficial.
Ya de ahí se fue. Después vino la Convención y eso, y ya no nos volvimos a ver. Pero fue cuando yo conocí al general Francisco Villa, ahí en la penitenciaría. No preso, ya fue cuando el triunfo."
(Teniente de Caballería Macedonio García Ocampo, Ejército Libertador. Juchitepec, estado de México, 23 de abril de 1977.)
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-¿En qué punto los concentraron a ustedes, a la tropa?
-Pues, a mí me tocó entrar con el general Pacheco. Ese entró por allá por el rumbo de Xochimilco a Nativitas. Yo estaba chamaco, de a tiro, pero andaba yo con ellos, Mjm, pero ya andaba yo con arma. Yo nomás andaba con la bola ¿no?, porque me gustaba aquello. Hasta después, vine ya tomando experiencia.
"Yo oía que platicaban los hombres grandes. Platicaban que la justa causa y que había que defender el suelo, porque era muy mexicano, para los mexicanos. Y ya me vine dando yo las ideas. "¡Ah!, digo, pues entonces tiene razón Emiliano Zapata."
(Capitán primero José Alarcón Casales, Ejército Libertador. Zacatepec, Morelos, 4 de mayo de 1975.)
-¿Y usted sabía por qué peleaban los villistas?
-Se oía decir que don Francisco Villa estuvo preso en Santiago Tlatelolco. Allí en Santiago Tlatelolco cayeron unos compañeros de nosotros, que eran emisarios que habían ido al norte. Cayeron prisioneros y entonces ese individuo (Gildardo Magaña) se puso a platicar con el general Francisco Villa --que no era general entonces--, se pusieron a platicar y al general Villa le gustaron los ideales del general Zapata. Por eso ya se puso de acuerdo con Zapata y así fue como pelearon los mismos ideales Zapata y Villa.
(Mayor de Caballería Félix Vázquez Jiménez, Ejército Libertador. San Juan Ixtayopan, Tláhuac, Distrito Federal, 10 de agosto de 1973.)
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Todos estábamos aquí para habernos unido con el general Villa. Y de ahí vino el general Villa con el general Zapata. El general Zapata venía en medio, el general Villa a la derecha y a la izquierda el general Felipe Angeles. Los tres generales andaban por ahí, así, y con un zapatista que era muy consentido del general Zapata, le decían El Míster.
-¿Usted sabe cómo se llamaba?
-Nomás le decían El Míster, era muy querido del general Zapata y sabía manejar automóvil. Ese era el que los andaba trayendo por las calles. (Prudencio Casals en diciembre de 1913 tenía el rango de coronel y estaba a cargo del Hospital de las Fuerzas Revolucionarias del Sur, primera zona; acompañó a Zapata hasta los días de la traición de Chinameca.)
-¿Y él también peleaba ahí en Morelos?
-Sí, estaba con el general Zapata, ahí en Tlaltizapán. Allá estaba con él siempre, donde andaba el general Zapata, ahí iba él.
(Teniente de Caballería Macedonio García Ocampo, Ejército Libertador. Juchitepec, estado de México, 23 de abril de 1977.)
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Había gente de a'i, mesmos de México, que a los zapatistas nos conceptaban como... Se puede decir, como aquella gente que come gente, vaya.
¡Sí, de veras! (ríe).
"Ustedes se comen a la gente", nos dijeron unas que se sentaron con nosotros allí, en el Zócalo.
Y me le quedo mirando yo, a una joven ¿verdad?, le digo:
-Bueno, ¿por qué nos dices eso?
Dice:
-Porque ustedes son muy... Quién sabe, como en el cerro. Ustedes se comen a la gente.
(Coronel Narciso Cuéllar Ramírez, Ejército Libertador. El Higuerón, Jojutla, Morelos, 19 de julio de 1975.)
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Es lo que peleábamos nosotros: Tierra y Libertad. Libres, sin capataces, sin amo. Para todos.
Fíjese usted, señorita, el lema del general Zapata; si él hubiera sido alguna otra persona, hubiera dicho la tierra nada más es para los que andan... para los que empuñaron las armas. Pero no, mire, la tierra libre para todos.
(Teniente de Caballería Macedonio García Ocampo, Ejército Libertador. Juchitepec, estado de México, 23 de abril de 1977.)
(¤) Laura Espejel, Alicia Olivera, Salvador Rueda, Dirección de Estudios Históricos, INAH.