LUNES ¤ 26 ¤ FEBRERO ¤ 2001
¤ Estados Unidos lleva años soñando con construir ahí un canal interoceánico
"El Istmo de Tehuantepec no se vende": Marcos
¤ A pesar del plan de desarrollo en la región, el problema agrícola se agrava
RAMON VERA HERRERA ESPECIAL PARA LA JORNADA
Juchitan, Oax., 25 de febrero. "El Istmo no se vende", dijo el subcomandante Marcos a una multitud reunida a la orilla de la carretera en La Ventosa, a escasos kilómetros de Juchitán, en el Istmo de Tehuantepec. Pero qué es el Istmo y cuales han sido sus luchas.
El Istmo es la franja más estrecha del territorio nacional que durante años ha estado en la mira de Estados Unidos como alternativa geopolítica al canal de Panamá. Nuestros vecinos del norte llevan años soñando con construir en esa franja, que va de Juchitán a las costas veracruzanas, un canal interoceánico -marítimo o terrestre.
Desde principios de siglo se construyó el Ferrocarril Nacional de Tehuantepec y se inauguró en Minatitlán la primera refinería del país, con capital británico, "lo que significó el despojo de más de 80 mil hectáreas de tierras indígenas, y tuvo un fuerte impacto en la vida de los pueblos istmeños. En respuesta, los pueblos nahuas y popolucas de Acayucan, Veracruz, se levantaron en armas en 1906", según lo ha documentado Carlos Beas, asesor de la Unión de Comunidades Indígenas de la Zona Norte del Istmo (Ucizoni).
La región comenzó a ser codiciada otra vez durante el gobierno de Luis Echeverría, quien emprendió un "programa de desarrollo integral" que en los hechos comenzó la acelerada predación de los recursos naturales de este corredor, algo que hoy en día es una de las razones para que el Megaproyecto del Istmo tan multicitado incluya nuevos planes de bioprospección -además de rápidas autopistas y ferrovías que urbanizarían la región y la plagarían de maquiladoras, servicios y diversión, haciendo muy rentable para las grandes empresas mover por estos conductos mercancía.
En juego está también un control estratégico de la región, por lo menos en el Golfo de México, considerado por algunos autores el Mediterráneo estadunidense. El Grupo Acerero del Norte está construyendo el ferroducto más grande de México, que permitiría explotar los yacimientos de hierro de Zaniza, en el distrito de Sola de Vega, y enviarlos directamente a Salina Cruz, con el consabido despojo de los zapotecos de Zaniza y la reconversión del área.
Una historia de luchas
Desde finales de los 60 y en los 70, el Istmo de Tehuantepec fue el escenario de luchas innovadoras, por proponer el tejido de alianzas y una visión integral de los problemas regionales.
La organización con más historia acumulada en la región es la llamada Coalición Obrera Campesina Estudiantil del Istmo, (COCEI), que fuera germen de luchas municipalistas, buscando la toma de los poderes locales mediante el registro de partidos de oposición, si bien su impulso provenía no de los institutos políticos, sino desde las organizaciones sociales. Esto generó de inmediato un repunte de la conciencia de lo indígena a nivel regional, que los llevó a reivindicar lo zapoteco como algo valioso.
Baste decir que la casa de la Cultura Juchiteca y la revista de literatura regional en zapoteco Guchachi Reza generaron un repunte de la intelectualidad zapoteca y juchiteca en un tiempo en que lo indígena no había cobrado la visibilidad de ahora.
Al proceso regional se insertaron también asesores (como Adriana López Monjardín, Sergio Zermeño, Carlos Monsiváis, Elena Poniatowska y otros), que con sus conocimientos y su perspectiva nacional dieron a lo regional -junto con las organizaciones locales- un valor estratégico en las luchas nacionales.
El proceso comenzó con la lucha por la tierra, pero pronto los esfuerzos derivaron en la construcción de frentes multiclasistas, que al tiempo de asumir como espacio de lucha el ámbito regional, lograron integrar las luchas obrera y estudiantil, lo que en los hechos carcomió el corporativismo oficial al reunir bajo su égida a varias organizaciones sociales locales.
El Istmo también fue el ámbito del trabajo de la diócesis de Tehuantepec y el obispo Arturo Lona, hoy retirado y que en el mundo de la teología de liberación representó un camino distinto, aunque paralelo, al emprendido por Samuel Ruiz en San Cristóbal de las Casas, Chiapas.
Frutos sociales
Una de las organizaciones que más frutos sociales rindieron a partir de una teología campesina que pronto transmutó en teología indígena fue la Unión de Comunidades Indígenas de la Región del Istmo (UCIRI), que aglutina a zapotecos, mixes y huaves, y precursores de los cultivos órganicos en nuestro país, en especial el del café. Resultado de esta organización es un centro de capacitación agrícola, el cual logró fama nacional al ser invadido a principios de 1994 por el Ejército Mexicano bajo la acusación de ser un centro de entrenamiento guerrillero, algo que se demostró era falso.
Quizá uno de los esfuerzos más interesantes en la región es el que protagoniza Ucizoni, proceso que resultó de la lucha social de los promotores bilingües en los tiempos en que Víctor Bravo Ahuja fuera gobernador de Oaxaca, y que siendo en principio un programa oficial desencadenó luchas reivindicativas y en favor de los derechos humanos.
Esto desembocó en la fundación de Ucizoni, una organización independiente, y la reivindicación agraria los llevó a recuperaciones de tierra, invadidas por los ganaderos veracruzanos y oaxaqueños, pero también contra el cacicazgo y el pistolerismo de los "hombres fuertes" de la región.
De la lucha por la tierra, Ucizoni pasó también a defender la identidad de los pueblos, la promoción de los derechos humanos y la reivindicación de los ideales magonistas, que todavía en esta región, como también ocurre en la mazateca, tierra de Ricardo Flores Magón, mantiene la defensa de los ideales comunitarios y de nuevo una visión más integral de lo que significa la región. Trabaron también relación con los ferrocarrileros de Matías Romero, gente vinculada a Demetrio Vallejo, a partir de que saliera de la cárcel, y esta alianza generó también luchas que la gente recuerda.
Quizá por este cruce de historias de resistencia y anticipación, uno de los primeros foros en el que los pueblos indígenas del país pusieron en perspectiva su problemática y compartieron sus experiencias fue el celebrado en Matías Romero en 1989. A partir de esta reunión, los encuentros ulteriores han logrado conferirle visibilidad a los problemas de las regiones indígenas y crearon eso que hoy es un movimiento indígena que exige el reconocimiento de sus derechos en la Constitución.
Expulsión de mano de obra
Hoy, además del Megaproyecto del Istmo que formará parte del Plan Puebla-Panamá, la región es una donde los productos agrícolas "no tienen precio", es decir, rinde más dejar la naranja o el café a que se pudran, que venderlos, lo cual ha generado una expulsión de mano de obra a Ciudad Juárez, enclave fronterizo que recibe semanalmente remesas de jornaleros venidos de la zona norte del Istmo, sobre todo de la región Mixe baja.
Hoy, el petróleo, la biodiversidad y la minería, aparejadas a la construcción de vías que iniciarían un nuevo despojo del territorio indígena del Istmo de costa a costa, causan tal preocupación entre los habitantes que una nueva vuelta de la resistencia interétnica comienza a aglutinar, como antaño, pero con más conciencia geopolítica e información independiente, a prácticamente todas las organizaciones de la región.
Ante la oportunidad de que se reconozcan los derechos colectivos de los pueblos indios, hay que recordar que justamente los acuerdos de San Andrés comprometen al gobierno a no emprender nunca más acciones unilaterales, y a obedecer la negativa de la población si ésta considera que tales proyectos la lesionarán.
Dicen los acuerdos: "son las propias comunidades y pueblos indígenas quienes deben determinar sus proyectos y programas de desarrollo. Por eso, se estima pertinente incorporar en las legislaciones local y federal los mecanismos idóneos que propicien la participación de los pueblos indígenas en la planeación del desarrollo en todos los niveles, en forma tal que ésta se diseñe tomando en consideración sus aspiraciones, necesidades y prioridades (documento 2; propuestas conjuntas)".
Por si fuera poco, la propuesta de reformas constitucionales de la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa) es muy clara al reformar el artículo 4° para que diga: "Acceder de manera colectiva al uso y disfrute de los recursos naturales de sus tierras y territorios, entendidos éstos como la totalidad del hábitat que los pueblos indígenas usan u ocupan, salvo aquellos cuyo dominio directo corresponda a la nación", lo que significa, en el caso del petróleo, que ningún particular o comunidad podría usufructarlo, lo que no legaliza, en apartado alguno, que el Estado pueda hacerlo si daña de manera tan fundamental otros muchísimos recursos y, sobre todo, tantas y tantas vidas humanas que hoy como en la época porfirista declaran: "el Istmo no se vende".