Quisiera hacer algunas reflexiones vinculadas con el presente. Por un lado, una vía de entrada para analizar ese presente tiene que ver con una lectura de Argentina en su singularidad. Y en el reconocimiento de que hay una serie de puertas que están presentes en nuestra sociedad y son fuertes marcas en la subjetividad. Tiene que ver de alguna manera con lo que reflexionaba Rubén Dri sobre el Sujeto.
Si hacemos un resumen histórico reciente, parecería que padecemos todavía la fuerte marca del Terrorismo de Estado (1976-1983) en la sociedad argentina. Lo que implica que este fantasma está presente. Nos atraviesa a todos nosotros. Lo bueno es que tal vez ahora lo podamos ver, discutir y ponerle nombre, en la medida que esto nos permite luchar contra él y reflexionar acerca de sus efectos; porque si no se transforma solamente en expresiones del malestar, como que la gente está desorganizada, desmovilizada, etc.
Otro elemento importante que marca fuertemente a los argentinos en los últimos años es la hiperinflación de 1989, momento muy parecido al que vivimos actualmente.
Y dos elementos más que marcarían a nuestra sociedad. Uno es el desmantelamiento del Estado, con la entrega, el regalo de sus bienes. Casualmente me llegó un informe realizado por una Consultora francesa que plantea por ejemplo que cada avión de Aerolíneas Argentinas fue vendido al precio de 1 dolar con 54 centavos. Argentina lleva pagado un total de intereses de la Deuda, entre 1976 y 2000, de 212.280 millones de dólares. Es decir que hemos pagado más intereses de lo que debemos, que se estima en este momento en 160.000 millones.
Doy estas cifras porque se está volviendo a hablar de la Deuda Externa. Estamos volviendo a hablar de las presiones internacionales sobre nuestra Nación. Creo que es importante en el sentido de que nos moviliza para encontrarnos y reflexionar, sino ponernos en acción.
Creo que esta primera pincelada sobre los efectos de las grandes marcas de los últimos años en la sociedad argentina, nos darán cierto panorama de impacto sobre la cuestión de la identidad. Que se expresa también en lo cultural. Se ve mucho en distintos sectores sociales una interesante tendencia a la reafirmación y defensa de la propia identidad argentina y latinoamericana. Y so se trata de un nacionalismo de élite, como hubiera pasado algunos años atrás. Es la vieja cultura de resistencia que tiene nuestra sociedad y que siempre ha resignificado los diferentes embates frente a las diferentes maneras de dominación.
Creo que una buena forma de ver esto es a través de la producción de algunos grupos de rock argentinos, que lo plantean claramente en sus letras. En otros momentos, como en los ´80, las letras de algunos conjuntos de rock, como Ataque 77, planteaban cuestiones del Malestar. Tal vez se hablaba más de los padeceres de un chico que vivía en un edificio de monoblock. Y hoy en día se escucha como una mayor proyección en estas expresiones culturales. Hay como un redescubrimiento de la identidad y de la necesidad de luchar por ella. Esto quizás es lo que más molesta al Poder y lo que más nos une hacia adentro.
Basta con ver la reacción de los noticieron internacionales ante los últimos hechos que han ocurrido en la Argentina, que en realidad no es mucho lo que ha hecho el gobierno (Eduardo Duhalde), pero lo poquitito que ha hecho, asustó.
El tema de la identidad es importante.
Otro punto de reflexión es el de la mirada hacia la sociedad, en tanto que ésta sigue siendo una sociedad fragmentada, donde los lazos sociales están fuertemente desarticulados y hasta rotos. Creo que también se está visualizando esto y las diferentes formas de interevención, como la militancia social o política, desde la cátedra o bien desde el trabajo cotidiano o el diálogo que tenemos cada uno de nosotros; implica una mirada a la recuperación de esa solidaridad en esos lazos sociales. Porque pareciera que frente hechos tan terribles como los que vienen ocurriendo, nos sentimos hermanados con quienes no conocemos, en una manifestación, en un escrache o alguna actividad de protesta frente a lo que está ocurriendo.
Creo que son buenas noticias. La sociedad sigue fragmentada, pero estamos viendo que se puede recomponer. Lo interesante es que la fragmentación puede recomponerse desde la lucha, desde el hacer. No desde una perspectiva teórica o técnica.
Nuestra sociedad está muy fragmentada, es muy competitiva, muy norteamericanizada, muy "Mc Donald's", en la que el "otro" se me presenta como el enemigo que compite en el mundo del trabajo.
En la medida en que la sociedad está fragmentada, es competitiva, justamente lo que se corrompe es la identidad. Y esto es lo que vemos que se está empezando a recuperar. Una identidad construida, a través del Estado, de la Nación y del Trabajo.
Otro plano de análisis posible se refiere a la desigualdad. Nunca en la historia de nuestro país tuvimos niveles de desigualdad social como los que tenemos en este momento.
Hemos publicado una estadística realizada por las Naciones Unidas, que muestra que en 1820 el 20 % más rico ganaba 3 veces más que el 20 % más pobre. En 1997, el 20 % más rico recibía 74 veces más que el 20 % más pobre.
Este es un proceso mundial. Jamás existió tal inequidad a nivel mundial. A partir de democracias generadas a partir de la caída del Muro y la Unión Soviética. Se trata de democracias, pero podemos llamarlas de mercado. Donde el mercado marca el ritmo de la vida social, determina si somos o no ciudadanos. Somos más o menos ciudadanos de acuerdo a la inserción que tengamos en el mercado.
Tendremos mejor o peor acceso a la salud, de acuerdo a cómo estemos insertados en el mercado. Se presenta como la vieja fórmula hubbesiana -perdonen que cite a Hubbs, un pensador de 350 años atrás- que plantea que el pacto social se resolvía con un Leviatán (monstruo bíblico), un monstruo al cual todos nosotros le cedíamos nuestra soberanía, a cambio de asegurarnos la paz y la tranquilidad. Esta es la fórmula hubbesiana para conseguir paz y tanquilidad: entregar nuestra soberanía al Mercado.
Y fíjense que Hubbs escribió esto hace 350 años. Fue la primera forma de contrato social y todavía -en algunos puntos del mundo- sigue en vigencia.
Los neoyorquinos, cuando votaron a Giuliani, votaron un Leviatán. Cuando los argentinos votan a Patti, votan un Leviatán. Votan a alguien que saben que los va a restringir en sus libertades ante la promesa del cuidado de determinados bienes.
Pero lo más terrible es que este monstruo Leviatán, este monstruo Mercado, ante cualquier movimiento que hagamos, se asusta y nos ataca. Si hablamos mal del mercado, sube el Riesgo País.
En Argentina estamos entregándole a esta monstruo 53 chicos por día, que mueren por razones sociales. Mueren por desnutrición o enfermedades vinculadas a la desnutrición. Pareciera que entregamos en sacrificio a este monstruo parte de nuestra vida, parte de nuestra historia, para que se quede tranquilo.
Pero pareciera que en este momento las cosas están cambiando. El monstruo está empezando a retroceder, lo estamos corriendo. Porque hay algo nuevo que no ocurría en la sociedad argentina desde mucho tiempo atrás. Los argentinos pudimos hacer que se produjera un acontecimiento. Por ejemplo, que el pueblo se uniera y su protesta generara la renuncia del gobierno.
Este punto es para reflexionar, en la perspectiva de la situación internacional. Porque si las Torres Gemelas pueden caer, entonces todo es posible. Y hace mucho que no pensábamos que todo es posible.
Esto es lo que nos anima a estar acá. Porque el Che también nos hablaba de esto.
Y como lo marcó Manuel Gaggero, en el contexto en que vivió el Che, había una conciencia de que todo era posible. Era un contexto en que razón y pasión hacían que todo se viera como posible. Donde todo se podía transformar. Y creo que estamos entrando en un ciclo en el que de nuevo vamos a ver que todas las cosas se podrán transformar, pero que nosotros como sociedad seremos posibles transformadores.
Tendremos la posibilidad de trabajar para esa posible transformación. Porque como decía Rubén Dri, esto implica repensar la política. Si recordamos que a partir de la terrible recuperación de la democracia (1983), cuando comenzó la militancia apenas recuperadas las libertades políticas, la política se entendía como "el arte de lo posible". Hoy se ve como "el arte de la transformación". Y creo que ese es el verdadero sentido de la política. En poco tiempo dejará de ser sólo mera administración, para empezar a pensar en ser transformadores de la sociedad. Ya no sirve el modelo que cierra con el Banco Mundial, de ese funcionario que cumple con todos sus requisitos. Argentina cumplió rigurosamente con todos los requisitos exigidos por los acreedores externos y vean cómo estamos.
Entonces, lo interesante es ver qué está pasando en este momento, no sólo en Argentina, sino a nivel mundial. Estamos en una época en la que la posibilidad se pone arriba de la mesa.
Es importante analizar que tenemos historia. Hemos aprendido de lo que nos equivocamos, y tal vez hemos aprendido que la posibilidad depende de nosotros. No de una receta que nos traiga otro. Dependerá de algo que construyamos consensuadamente, en una sociedad mucho más madura, con mucha paciencia y sabiduría.
Quiero llevar lo que analizamos hasta aquí hasta la perspectiva del Che, retomando algunas cosas que planteaba Manuel Gaggero.
El contexto de los años '60, el contexto donde aparece la figura del Che, así como otras tantas figuras, es de lucha. No debemos olvidarnos de los muchos que lucharon aquí y en otros países, incluso en Estados Unidos. No olvidemos a quienes lucharon por los derechos civiles de los estadounidenses de origen africano. Allí hubo también represión, muertes y desapariciones. No olvidemos a los estudiantes norteamericanos masacrados en Berkeley, por ejemplo, o de lo que pasó en Europa en esos años.
Quisiera resaltar que -en ese contexto- el "otro", el pobre, el desposeído, el "condenado de la Tierra" del que hablaba Franz Fanon; era portador de verdad. Si uno se preguntaba en ese momento dónde estaba la verdad, la verdad estaba en ese otro, en ese expoliado, ese villero, ese marginado.
Y creo que estamos volviendo a encontrar verdad en esos lugares. Y creo que eso implica un pensamiento revolucionario.
Ernesto Guevara, en su libro "Mi primer gran viaje", antes de convertirse en el Che, habla sobre el mar:
"La luna llena se recorta sobre el mar y cubre de reflejos plateados las olas. Sentados sobre una duna, miramos el continuo vaivén con distintos ánimos: para mí fue siempre el mar un confidente, un amigo que absorbe todo lo que le cuentan sin revelar jamás el secreto confiado y que da el mejor de los consejos: un ruido cuyo significado cada uno interpreta como puede..."
Para mí, este relato del Che me dice que hay algo de la pasión que se junta con la razón. Generalmente vemos al Che como un hombre fuertemente racional. Pero acá vemos la pasión. Incluso vemos irracionalidad, "el mar es mi confidente", me dice dónde está la verdad. El mar sería aquí ese "otro", portador de verdad. Y creo que este es el punto de conexión de este encuentro. El mar sería el punto de conexión del Che con América Latina, porque América Lartina es razón, pero también es pasión.
América Latina es el ser, pero también es el estar. Y creo que esta conjunción de ser/estar, fue bien resumida por Rodolfo Kush en el concepto de estar siendo, es decir que a veces estamos por el ser y a veces estamos por el estar.
Creo que esto atraviesa la trayectoria del Che. Si hubiese sido un hombre estrictamente racional, no hubiera hecho lo que hizo. Si el Che no hubiera puesto pasión a la razón, no hubiese llegado a donde llegó, porque creo que sin razón y pasión, no hay revolución.
Alfredo Carballeda