La huelga en la Universidad Nacional Autónoma de México UNAM
* ANALISIS
La Jornada, México, 7 de febrero de 2000


La toma

* Luis Javier Garrido

La ocupación policiaco-militar de la Ciudad Universitaria por elementos de la Policía Federal Preventiva con el apoyo de los cuerpos policiacos del gobierno del Distrito Federal, y la detención de más de 700 profesores y estudiantes el día de ayer no constituye de ninguna manera el fin del Movimiento Estudiantil Universitario, y ese es un hecho que no puede entender el gobierno.

1. La toma policiaco-militar de las instalaciones de la UNAM constituye en primer término una derrota para Ernesto Zedillo y el gobierno que encabeza, pues pone al desnudo una vez más los rasgos antidemocráticos del régimen mexicano. La represión contra los estudiantes no tiene justificación alguna, pues a pesar de la propaganda desarrollada por el régimen, los hechos son inocultables: a lo largo de 292 días, primero Barnés y luego De la Fuente se negaron sistemáticamente a dialogar con los estudiantes en huelga. En el Palacio de Minería, lo mismo en julio que en diciembre, los emisarios del rector se negaron a discutir los seis puntos del pliego estudiantil, y el viernes 4 en la Antigua Escuela de Medicina, De la Fuente exigió del Consejo General de Huelga su rendición incondicional utilizando a los estudiantes detenidos en la Preparatoria 3 como rehenes y argumentando que su plebiscito, en el que no votó ni la mitad de la comunidad universitaria, constituía "un mandato": negándose una vez más a dialogar sobre los seis puntos del pliego estudiantil. Ante la evidente voluntad de diálogo por parte de la delegación del CGH que acudió con la voluntad de, a) establecer un diálogo que, b) llegara a un acuerdo para levantar la huelga, el rector insistió una y otra vez en que el diálogo sería después del levantamiento de la huelga, amenazando claramente con la represión, aunque ahora pretenda que no es responsabilidad suya, y pretendiendo de manera hipócrita que va a ayudar a liberar a los detenidos cuando él es el principal responsable de su encarcelamiento: un rector que en vez de defender a la universidad y a los universitarios actúa en la institución como un instrumento del poder para reprimir a los universitarios y desmantela a la universidad.

2. De la Fuente no sólo faltó a su palabra empeñada al haber acordado en diciembre en Minería que el diálogo con el CGH sería la única vía para resolver el conflicto y que el levantamiento de la huelga sería simultáneo a la entrada en vigor de los acuerdos, sino que ahora aparece como el principal responsable de la represión, y si tuviera un mínimo de dignidad, debería renunciar de inmediato al cargo.

3. El gobierno "de Ernesto Zedillo" cometió a lo largo de todos estos meses el error fundamental de desdeñar la importancia del Movimiento Estudiantil y Popular de 1999-2000, y no tiene idea de a dónde está llevando al país. La ocupación policiaco-militar de la Ciudad Universitaria y de las demás instalaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México no conduce a una solución al conflicto y, lejos de lo que piensan quienes gobiernan al país, no hace más que agravarlo, pues deja a una comunidad dividida, carente de derechos y encabezada por un rector sin autoridad moral alguna. La toma física de las instalaciones y la detención de integrantes del CGH, así como la de cientos de estudiantes y de profesores, no va a facilitar la imposición por la fuerza de una Propuesta del Rector contraria a la principios constitucionales fundamentales.

4. ¿Creerán de veras Zedillo, Labastida y De la Fuente que quien recurre de manera tan burda a la fuerza policiaco-militar tiene la razón? Los hechos están a la vista, y el gobierno recurrió a la represión porque falló su política de engaños: porque el plebiscito manipulado fue un desastre respaldado sólo por una minoría, porque las asambleas a las que convocaron fracasaron y porque el operativo del grupo de choque enviado por De la Fuente a la Preparatoria 3 no hizo más que evidenciarlo: porque la violencia que han utilizado ha hundido electoralmente a Labastida.

5. El gobierno no va a poder entender, sin embargo, después de la represión, que la lucha de los estudiantes mexicanos está muy lejos de haber concluido, y que todo lo que ha acontecido no va a terminar con el movimiento estudiantil, ni con la lucha histórica del CGH en favor de una universidad democrática y de una educación pública superior gratuita.

6. El mensaje que el régimen quiso enviar al país es una vez más el de 1968, en el sentido de que no se puede desafiar al Estado, y que con un movimiento social autónomo como el de los estudiantes mexicanos por la gratuidad de la educación pública superior y en defensa de la universidad pública, el gobierno no negocia. Sin embargo, los estudiantes del CGH han tenido en contra a lo largo de estos meses no sólo al gobierno "de Zedillo", sino a toda la sociedad política: de ahí el enorme mérito de su resistencia, y de todo lo que vendrá.

7. La traición del Partido de la Revolución Democrática (PRD) al movimiento estudiantil, y su apoyo abierto a lo largo de diez meses a las diversas "estrategias" del régimen para doblegar a los estudiantes, aun desde antes de que se iniciara la huelga, tendrá sin duda un alto costo político-electoral. La dirigencia del PRD y las autoridades de la capital, ante su incapacidad para controlar al CGH, negociaron una y otra vez a espaldas de los estudiantes su respaldo a todas las iniciativas oficiales, y esto no se ocultó a nadie: en abril trabajaron para impedir que estallara la huelga; en junio apoyaron al rector Barnés para aprobar un nuevo Reglamento General de Pagos que dejaba vigentes las cuotas; a partir de julio promovieron la iniciativa de los eméritos que rechaza las seis demandas de los estudiantes, y en enero se hicieron defensores activos de la propuesta del rector De la Fuente y de su plebiscito --denunciado por el CGH como antesala de la represión, pues convalidaba el abandono de la vía del diálogo y el desconocimiento de los Acuerdos de Minería-- y apoyaron activamente el ultimátum que desembocaba en la toma de las instalaciones. Y, lo que es más grave, no hubo una sola voz crítica en el perredismo, ni de sus candidatos ni de sus militantes, que disintiera de esta política de bajeza moral y de incongruencia política. Ni siquiera cuando la policía de granaderos una y otra vez golpeó a los estudiantes por hacer uso de un derecho legítimo, o cuando en diciembre las autoridades capitalinas formularon acusaciones aberrantes contra 73 jóvenes detenidos en las inmediaciones de la embajada estadunidense.

8. Los intelectuales perredistas descalificaron al movimiento estudiantil con una mayor violencia que los voceros oficiales, y con la lógica de que todo aquél que está a su izquierda y no acepta transar es un ultra, no sólo apoyaron las "salidas" oficiales, sino que en los últimos días apuntalaron la política que iba hacia la ocupación policíaco-militar de las instalaciones universitarias. A nadie extrañó ver una y otra vez en los medios a René Drucker y a Rosaura Ruiz, miembros de la "Comisión del Rector", difamar a los estudiantes, y con base en el plebiscito, impulsar primero la toma de las instalaciones por los académicos y exigir después la terminación de la huelga sin que hubiese un diálogo sobre los seis puntos del pliego estudiantil. La historia no puede reescribirse, y resulta por esto inadmisible desde el plano político y moral que los dirigentes del PRD que crearon activamente las condiciones para la intervención policiaco-militar, busquen ahora desresponsabilizarse y no sólo eso, sino que pretendan lucrar políticamente con los estudiantes detenidos encabezando la protesta y la liberación de los detenidos, cuando es evidente que lo único que buscan es lavar su imagen y su conciencia. Y además de todo, lo que es más grave, capitalizar políticamente la lucha del CGH, de confirmarse que estudiantes y académicos perredistas negociaron que tendrían un amplio espacio en el Congreso Universitario como pago a su labor de zapa.

9. La represión a los estudiantes y maestros universitarios tiene también otro significado más, que constituye una advertencia para todos los mexicanos: lo que serían las políticas de Francisco Labastida en el malhadado caso de que este individuo llegara a Los Pinos. Y lo indefensa que estaría la sociedad mexicana de no lograr organizarse mejor y al margen de los partidos: y de no aprender a reaccionar frente a actos de bárbara represión como los que estamos viendo, y frente a los cuales nadie puede sentirse ajeno.

10. La defensa del movimiento estudiantil universitario, la exigencia de una libertad inmediata e incondicional para todos los detenidos, y desde luego, la lucha por una universidad pública y gratuita, constituyen hoy en día, más que nunca, una obligación de todos: son parte central de un compromiso por el futuro.

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