En este artículo analizaremos el escenario político-comunicativo
en el que se desarrollan las campañas referidas a la lucha contra el SIDA.
Nuestro punto de partida se asentará en la crisis actual de las políticas
sociales a partir del retiro del Estado de sus funciones asistenciales. En
efecto, las políticas sociales y sus funciones se han reconvertido
drásticamente en los últimos años en nuestro país debido a la declinación
del "estado de bienestar" que se hizo visible en la región desde mediados
de la década del 70. La crisis actual se caracteriza -entre otros aspectos-
por el deterioro de las instituciones -gobiemo, partidos, sindicatos, etc.· y
por un cambio en las reglas de comportamiento y los modos de
convivencia social.
Para estudiar la relación entre comunicación y políticas sociales
debemos tener en cuenta al menos dos factores:
- el rol del Estado como comunicador de sus políticas a la
población. Las características históricamente variables de las relaciones
entre el Estado y la sociedad condicionan ei posicionamiento del primero
como enunciador y las estrategias comunicacionales que desplegará para
conseguir sus objetivos.
- el rol novedoso de los medios en la gestación, implementación
y evaluación de políticas sociales. Hasta hace pocos años, las políticas
sociales eran un terreno del Estado en el que ocasionalmente intervenían
algunas organizaciones no gubernamentales.
Hoy los medios de
comunicación comparten este lugar con el Estado en tanto son escenarios
de la tematización, del debate y de la definición de las urgencias sociales
y se han convertido paulatinamente en la representación simbólica de la
sociedad, frente a la crisis de la representación institucional, con partidos
y sindicatos con una credibilidad erosionada y con un Estado en retirada
de las funciones ligadas a la asistencia social. En la Argentina de los
años 90, el sistema de medios de comunicación entabla una relación
cultural muy profunda con sus audiencias.
La retracción del Estado en la implementación de políticas
asistenciales es un punto de partida para reconocer el escenario político
en el que nos movemos. Sin embargo, y ya metiéndonos por dentro de
las políticas que se Ilevan a cabo, debemos considerar los problemas
derivados de la instrumentación de las políticas sociales existentes. En
este caso podemos marcar dos características centrales: por un lado, la
discontinuidad de los programas, que atenta contra la eficiencia de
los mismos.
Por otro, el mecanismo de Ilegada de los planes a la
población. El éxito o el fracaso de una política depende muchas veces
de la selección que se realice de sus beneficiarios y del modo en que se
acceda a ellos: no incorporar a los destinatarios en los memontos de su
planificación, es decir, no considerar los componentes culturales de sus
demandas y la forma en que plantean sus derechos en relación al Estado
o utilizar canales comunicativos, códigos y lenguajes distintos de los de
las poblaciones que serán las destinatarias de las políticas sociales puede
provocar la exclusión de los sectores a los que se pretende Ilegar -2-. Por
eso, el componente comunicativo de una política social es un elemento
fundamental para garantizar eI acceso de la población a los bienes
públicos.
El Estado comunicador: Las campañas de prevención del SIDA
Para analizar cómo fue tematizado el SIDA y cómo se articularon
las campañas, hay que considerar en qué contexto sanitanio se ubica
esta enfermedad. Nuestro país vivió a principios de la década del 90,
momento en que el SIDA aparece sostenidamente en la información
pública, una situación de "catástrofe sanitaria". En el verano 1991/92 y
1992/1993 se desataron dos brotes de cólera. Además se produjeron
entre 1991 y 1993 varios episodios de intoxicaciones masivas que
presentaron características mediáticas similares a las del cólera: gran
presencia en los medios de comunicación y fuerte impacto en la opinión
pública. (El caso del hallazgo de grandes partidas de queso en estado de
descomposición y de leche no apta para consumo humano; el caso de
propóleos tóxicos y de vino envenenado, un brote de meningitis y otro de
sarampión, etc).
La relación entre las políticas de salud y los medios de comunicación
mostró rasgos muy diferentes en el caso del SIDA y en el resto de las
situaciones sanitarias planteadas. Específicamente en el caso del cólera,
el gobierno intentó minimizar la epidemia y enfatizar que estaba bajo
control en tanto los medios le declararon al Estado una guerra diaria de
cifras de muertos y enfermos, además de escenificar y dramatizar las
condiciones de vida de las poblaciones más afectadas por la enfermedad.
En los otros casos citados, el Estado apareció como directamente
responsable, al menos. de la falta de control sobre los alimentos que
Ilegan a la población. Todas estas situaciones sanitarias lograron además
alterar el formato de los diarios y Ilevar a las primeras páginas (las de la
sección política) los temas ligados a la salud. El SIDA, por el contrario,
pocas veces consigue ocupar los titulares y en general se mantiene en
las páginas de información general, sin adquirir un status politico -3-.
El SIDA, entonces, apareció como una enfermedad en la que, en
principio, el Estado estaba relativamente "libre de culpas" y donde no se
le plantearon reclamos que tuvieran la envergadura política de las otras cuestiones sanitarias.
El SIDA no está originado tan directamente en la
pobreza, ni en la contaminación, ni en la falta de inversión, ni en el retiro
estatal de la prestación de los servicios esenciales: es entonces más fácil
colocarlo discursivamente como una "responsabilidad personal", y el
Estado juega a desentenderse de aquello que plantea en términos de las
conductas privadas de las personas. Los casos más resonantes sobre
contagios masivos de SIDA, que por cierto han existido, no han
conmocionado hasta ahora a la sociedad ni al Estado como sucedió por
ejemplo en el caso de Francia, donde la falta de control de los bancos de
sangre produjo un contagio masivo de enfermos hemofílicos y un
cuestionamiento severo al sistema de salud -4-.
La enfermedad no termina
de constituirse claramente en un problema de salud pública y el SIDA se
ha mantenido, hasta ahora, como un campo políticamente neutralizado.
Precisamente, una de las cuestiones centrales que se proponen las
organizaciones dedicadas a la lucha contra el SIDA consiste en interpelar
al Estado para involucrarlo profundamente en un escenario político que
éste intenta colocar en otro terreno.
De acuerdo con esta tesitura, el Estado nacional ha mostrado serias
falencias en las actividades de prevención del contagio, y ni siquiera
Ilegó a articular una campaña de larga duración. La cuestión asume
particular importancia porque en la prevención del contagio, la
comunicación es la política social misma. Mientras que en el caso del
cólera se consiguió articular un mensaje claro y unívoco (agregue tres
gotitas de lavandina en cada litro de agua) los mensajes sobre el SIDA
fueron siempre borrosos y discutidos y se modificaron con cada gestión
ministerial.
La voz del Estado como enunciador de la prevención estuvo
constituida por un discurso lateral, un discurso permanentemente
desplazado y fuertemente marcado por el poder de veto de la iglesia
católica.
En la visión eclesiástica parece que en la utilización de
preservativos se jugara el repertorio completo de valores morales y normas
del "buen uso" de la sexualidad y transforma la indicación médica en
precepto moral. El debate no logró nunca articularse en torno a los temas
que -como subtexcto- se están discutiendo cuando se habla de SIDA: la
sexualidad, la muerte, el placer, el riesgo, los derechos sobre el cuerpo
propio, cruzados además con la política, la economía y la moral social.
Existen una serie de mecanismos que conforman esta lateralidad: el
diferimiento, la metáfora; el malentendido. La comunicación oficial sobre
el SIDA apareció siempre trabada, forzada y con grandes omisiones.
Como señalábamos más arriba, en la Argentina el tema de las
campañas de prevención del SIDA apereció recién en 1991. Hasta ese
momento casi no hubo actividad oficial de difusión masiva (aunque el
Plan Nacional de Lucha contra el SIDA data de 1987), y sólo se registró
algún intento aislado de organizaciones no gubemamentales por colocar
en la opinión pública un tema que· aparecía lejano y ligado
fundamentalmente a los homosexuales.
El SIDA se instala como cuestión en los medios y en la gente a
partir de la gestión en el Ministerio de Salud y Acción Social de Avelino
Porto y sus reiterados anuncios de lanzamiento de una gran campaña de
prevención que finalmente nunca se llevó a cabo. Durante ese año las
organizaciones no gubemamentales mantuvieron un perfil bajo, los medios
no espectacularizaron el tema y solo articularon una voz propia cuando
trataron con ironía la cuestión de los anuncios nunca concretados de una
campaña nacional. Sólo se marcó una oposición a las campañas articuladas
desde la Iglesia Católica, frente al anuncio de que se distribuirían
masivamente preservativos como parte de la campaña realizado por el
ministro Porto.
Durante 1992 el SIDA fue un tema público: lo tomaron los medios,
los ámbitos oficiales y las ONGs y se generó un movimiento en la opinión
pública. Las campañas oficiales de prevención estuvieron ligadas al miedo
y no se promovió el uso de preservativos. Incluso se afirmó que la droga
era la principal via de contagio, aún cuando las estadísticas dadas a
conocer por el propio ministerio señalaban en ese momento otra cosa.
Por su parte las ONGs generaron publicidad y eventos importantes que
tuvíeron un fuerte efecto de rebote en los medios de comunicación.
Estas actividades fueron decayendo durante 1993 y casi
desaparecieron a partir del año 94. Sin embargo la cuestión del SIDA se
filtró de otra manera: comenzó a ingresar cada vez más sostenidamente
en los medios a través de la información en los diarios, por un lado, y a
través de la ficción televisiva por otro.
En efecto una gran cantidad de
géneros (telenovelas, comedias, programas juveniles, miniseries) trataron
el tema tepresentándolo en la ficción, con lo que consiguieron resuscitar
a nivel masivo un tema que aparecía muerto en las voces oficiales. Aquí
aparece el rol fundamental de los medios. Sin intentar una campaña y
tomando la cuestión del SIDA desde muchas ópticas (algunas de ellas,
sin duda, cuestionables), consiguieron que el tema se instalara en la
agenda pública. Esta tarea estuvo en muchos casos apoyada por la labor
de algunas ONGs que asesoraron en estos programas o hicieron algún
tipo de campaña radial, grafica y televisiva (una de las más
recordadas, por ejemplo, fue Ilevada a cabo por la Fundación Huésped y
el Consejo Publicitario Argentino en 1995).
Podríamos afirmar, como síntesis de lo dicho hasta el momento,
que la Argentina vive desde 1991 hasta la actualidad en un permanente
anuncio de que está por aparecer una gran campaña nacional de lucha
contra el SIDA.
Más aún, el Estado adjudica a su "permanente accionar"
el nivel de información pública sobre la enfermedad, que en realidad
tiene que ver con que la cuestión aparece tematizada en los medios de
comunicación. Sólo durante 1992 (y más allá del juicio de valor sobre
ella) hubo una pequeña campaña (continua, seriada, repetida y presente
en todos los medios), en tanto que en otros momentos apareció algún
esporádico spot o afiche en la vía pública.
Las declaraciones de los
funcionarios que acompañaron estos avisos, por otro lado, no ayudó a la
clarificación del tema, ya que, a modo de ejemplo, mientras la
Organización Mundial de la Salud sostenía en 1992 que el principal modo
de contagio del SIDA era el contacto sexual, el Jefe del Programa Nacional
decía que se producía por el uso de jeringas y ponía todo el peso del
tema en la drogadicción. Una campaña debe ser unívoca y no sumar
mensajes contradictorios porque entonces pierde eficacia. En el caso
argentino, a la falta de emprendimiento se sumó la confusión en los pocos
mensajes emitidos.
Las campañas publicitarias de prevención pueden fracasar porque
hablando del tema evitan el tema (tal fue el caso de la campaña dirigida
por el ex-ministro Avelino Porto, que produjo un spot televisivo donde
una serie de personajes famosos cantaba contra la discriminación sin
siquiera nombrar el SIDA), o simplemente porque no producen los efectos
esperados, es decir, porque son -en algún terreno- ineficientes. La dificultad
principal de las campañas de prevención de salud reside en encontrar
aquellos elementos simbólicos que pemitan enlazar el problema general
que representa una epidemia con el problema particular de cada uno de
los individuos de la comunidad. Dicho de otro modo, el desafío consiste
en producir el fenómeno de que cada persona sienta como propio un
tema que, en general, comienza afectando a unos pocos. Sólo a partir de
esta base de compromiso individual se pueden esperar respuestas
positivas a los mensajes que nos Ilaman a modificar conductas.
Un buen ejemplo de campaña ineficiente es el afiche del Ministerio
de Salud aparecido en ocasión del Día Mundial de Lucha contra el SIDA,
el 1 de diciembre de 1994: "El SIDA no razona. Vos sí. Cuidate siempre".
Y agrega "El SIDA es una enfermedad infecciosa que ataca a toda la
sociedad. Irrumpe en la vida de los más indefensos: los desprevenidos,
los que lo niegan, los que le temen. Mirá, escuchá. Hablá. Hoy tenés la
información necesaria para hacerle frente. Sin miedo. Con inteligencia.
Por amor a vos, y por amor a todos, cambiá de actitud." Lo paradójico es
que el aviso no informa, no dice cómo ataca la enfermedad. Pide a la
gente que se cuide. No dice cómo. Le dice al lector que tiene la información
necesaria sin decir cuál es y se le pide que cambie una actitud nunca
explicitada.
A modo de conclusión, podemos señalar para el caso de la
comunicación en prevención del SIDA una suma de todos los problemas
que plantea le comunicación de políticas sociales: un Estado que trató (y
aún sigue tratando) por todos los medios de desentenderse y retirarse de
una cuestión social, con escasas campañas y con mensajes equívocos o
incitaciones generales sin ninguna eficiencia en los casos en que llevó a
cabo algún tipo de acción comunicativa.
En el mes de octubre de 1996,
momento en que se escribe este artículo, se está anunciando el ingreso
de un préstamo del Banco Mundial para la lucha contra el SIDA, que
supuestamente dará un nuevo impulso al programa, aunque las
declaraciones públicas del ministro de Salud (sólo se destinará un 10%
del monto total a la prevención, Clarín, 17-10-96) no permite augurar un
cambio de actitud del Estado respecto de la comunicación de políticas
sociales.
NOTAS
-1- Las reflexiones que aquí aparecen son parte de dos trabajos de investigación en los que he intervenido: el primero se denomina Comunicación y sostenibilidad de políticas sociales y ambientales, dirigido por O. Landi, con la participación de L. A. Quevedo. El otro, Los escenarios político comunicativos del SIDA y el cólera en la Argentina, dirigido por L. A. Quevedo y la participación de Mónica Petracci.
-2- A modo de ejemplo en los casos que nos ocupan: un error común consiste en recomendar conductas imposibles de seguir, como prevenir el cólera instando a grupos que carecen de agua que se laven las manos después de ir al baño. Con respecto al SIDA, no considerar los obstáculos culturales que encontrarán los mensajes: la conveniencia del uso de preservativos en la prevención del SIDA en poblaciones que ya están suficientemente informadas al respecto, pero que no lo utilizan por prejuicios o vergüenza.
-3- El 27-10-96 el diario Clarín puso en tapa la notici de que hacía ya dos meses que el Ministerio de Salud no entregaba medicamentos contra el SIDA a las personas que los reciben habitualmente. Este es un reclamo político que se inscribe en las políticas de salud. Habrá que seguir la evolución posterior de este tema para ver si consigue instalarse definitivamente en este terreno.
-4- En marzo de 1995, se produjo el enjuiciamiento de seis médicos y una enfermera por no cumplir normas de bioseguridad en un instituto de hemodiálisis en Córdoba y provocar un contagio masivo de los enfermos. Todos fueron absueltos penalmente, aunque fueron condenados a pagar una indemnización a las víctimas o sus familiares. El fallo provocó cuestiones sobre la responsabilidad del Estado en el control de las clínicas privadas y sobre el rol de la justicia. Sin embargo, este caso no logró sacar la cuestión del SIDA del letargo político en que se encontraba.