La cuestión social |
Apología de la pobreza
Por: J. Franco
¿Qué es ser pobre?
El Combate Ideológico sobre la Pobreza
Inviabilidad del Modelo de Consumo de los Ricos
Las Soluciones de los Pobres
Reconstrucción de Ámbitos de Mercado para el Intercambio entre Pobres
- ¿Qué es ser pobre?
Ser pobre es un término impreciso, con importantes variaciones históricas
en cuanto a los niveles de acceso al consumo, la salubridad, la educación
y el ocio que definen lo que es la pobreza. Ser pobre tiene un significado
determinado por la sociedad en que se vive y su experiencia histórica. No
es lo mismo ser pobre en una sociedad rica, que serlo en un país
periférico ; también es distinto ser un pobre productivo y autosuficiente,
por ejemplo un campesino del tercer mundo, a ser un pobre enteramente
dependiente, parasitario, como tienden a serlo los pobres urbanos de los
países industrializados.
Lado a lado con la pobreza económica, existe, en paralelo, una pobreza
política. Generalmente los pobres no participan en los procesos de toma de
decisiones, tienen dificultades para expresar sus intereses y ser oídos,
tienen poca fuerza de negociación. Esta debilidad se acrecienta día con
día en tanto que los pobres parecen cada vez menos necesarios. Los pobres/
trabajadores de antes eran necesarios; los nuevos pobres/ inactivos/
dependientes tienen crecientemente como la única carta restante su
capacidad de estorbar.
Dentro de su indefinición la pobreza varía en connotaciones; sus
significados implícitos y emocionales son también variados y de la mayor
importancia. En los últimos años se ha dado un intenso combate ideológico
que, una vez más, los pobres parecen haber perdido. Los pobres han perdido
su derecho y su posibilidad de ser pobres y lo que antes podía ser una
pobreza digna ha sido confundida con la miseria.
Se trata de una pérdida ideológica, pretendo decir aquí, de la mayor
importancia, pues le cierra a la humanidad entera la única salida posible,
la de la dignificación de la pobreza y nos arroja en un camino sin salida;
la aspiración fantasiosa a la universalización de niveles de vida basados
en el derroche energético y la destrucción del medio.
El cambio de significado de la pobreza es evidente. En los años cuarenta
era posible que los actores populares mexicanos presumieran, en sus
películas, de pobres. Eran pobres "pero honrados"; eran pobres
trabajadores, autosuficientes, dignos. Las películas podían pregonar que
el dinero no daba la felicidad y que se podía ser feliz y pobre al mismo
tiempo.
Era, evidentemente, un cine orientado a las masas. Amplios grupos de
población disfrutaban del amplio reparto de tierras y de los avances de la
organización sindical e institucional de los años treinta. Con empleo y un
ingreso modesto; con agua entubada y electricidad; con salud y acceso de
los hijos al sistema escolar, todo parecía haberse conseguido.
Tratar de obtener más, mucho más, implicaba, en la moral popular, la
pérdida de los valores, de la honestidad, en aras de conseguir lo
superfluo, lo que no garantizaba la felicidad; esta última necesariamente
más vinculada a la firmeza de la familia y la comunidad, asentada en el
pueblo rural, el barrio urbano o la vecindad.
Tal vez la imagen era idílica. Lo importante es que era aceptada por la
mayoría de la población. Se trataba de un cine de masas que no corría a
contrapelo del sentido popular. Los que veían la película no se rebelaban
ante el mensaje del héroe; parecía aceptable ser pobre, honrado,
trabajador, vivir modestamente y ser feliz. Era aceptable, sobre todo, por
que era la situación de casi todos.
La misma película se encargaba de explicar las excepciones: los ricos eran
los puntos negros del arroz; su riqueza era de origen dudoso; su trato
hipócrita e interesado, su comportamiento guiado por las apariencias, su
vida familiar sin valores; sus esfuerzos por conseguir lo superfluo y
vivir interesados en las apariencias desembocaban en la infelicidad.
El ideal de pobre, era un pobre trabajador y honrado; la vida todavía
ofrecía recompensas, modestas desde la perspectiva actual, a la constancia
en el trabajo. Ofrecía, por lo menos, trabajo. Pero el pobre ideal seguía
siendo pobre y la película no nos imponía un final feliz en el que el
pobre dejara de serlo; al final era simplemente un pobre que, a pesar de
contratiempos y vicisitudes, podía sentirse satisfecho de si mismo.
La propuesta no era absurda ni novedosa; recogía una herencia de siglos
durante los cuales el cristianismo había pregonado la pobreza como ideal.
Recordemos aquello de que era más fácil que un camello pasara por el ojo
de una aguja a que un rico entrara al reino de los cielos. El reino de
Dios era para los pobres.
Algunas ordenes religiosas, las menos, todavía recogen esa tradición y sus
integrantes aceptan, incluso buscan voluntariamente vivir en la pobreza.
Pero ¿de cuál pobreza hablan? De una pobreza que no es miseria, ni hambre;
sino simplemente tener una alta satisfacción personal en un nivel de vida
modesto, ajustado a lo necesario, y con aspiraciones y logros definidos
por valores no económicos.
- El Combate Ideológico sobre la Pobreza
Pero algo ha cambiado en los últimos años. Desde el norte, desde los
países centrales y desde las grandes instituciones financieras, se ha
convertido a la pobreza en un término peyorativo. Pobreza y miseria se han
vuelto indistinguibles una de la otra y ahora se trata de combatir ambas
como si fueran lo mismo y como si todos pudiéramos ser ricos. Se combate a
la pobreza en una batalla que, por no definir objetivos precisos
(nutrición, salud, autonomía, dignidad, etc.), amenaza convertirse en una
propósito absurdo e incluso suicida.
Se ofrece, implícitamente, un sueño a millones de seres humanos: ser "no
pobres". Pero, ¿que entiende el pobre con dejar de ser pobre?. Cuando el
discurso promete acabar con la pobreza parece haber una promesa que a los
oídos del que escucha puede significar muchas cosas, pero que sin duda se
asocia a las nuevas imágenes de la televisión: los arquetipos de
triunfadores, el consumo de las clases medias industrializadas, incluso el
"american way of life".
Las imágenes que ofrece la televisión de los norteamericanos "pobres" los
muestran con electricidad, teléfono y refrigerador; su ropa parece
adecuada y los hijos van a la escuela. Bueno, hasta carro tienen. Por
demás decir que cuentan con agua corriente en sus hogares y no parecen
desnutridos. Obviamente los norteamericanos "no pobres" se encuentran
todavía mejor (computadora, microondas, videojuegos, etc.). Entonces,
¿cual es el estándar que se ofrece al prometer la erradicación de la
pobreza?
Las dificultades de definir a la pobreza y a los pobres han sido grandes.
Definir lo que se ofrece como un nivel de vida "no pobre", es imposible.
El discurso ideológico que pregona el progreso y la modernidad, que ofrece
acabar con la pobreza y deja a la televisión esbozar constantemente la
promesa del consumo inalcanzable, nos roba la posibilidad de una pobreza
digna y satisfecha a cambio de un engaño.
El cambio en los valores/ imágenes que imponen los medios masivos, es
brutal: del pobre honrado y trabajador hemos pasado al pobre fracasado por
estúpido e ineficiente; del rico sin valores, al triunfador cuyo triunfo
lo justifica todo, incluso el consumo más absurdo y derrochador de
recursos que son, finalmente, patrimonio de la humanidad.
Hoy en día la norma que se impone es ser rico; es inaceptable ser pobre.
La satisfacción interior que daba el orgullo del propio trabajo, la
rectitud en la vida, la unidad familiar, se desvanece ante la urgencia de
alcanzar el disfrute de un consumo cada vez más sofisticado e inaccesible.
Lo peor es que no parecen caber en el planeta dos estilos de consumo y de
vida; la difusión del estilo de consumo de los ricos exige el monopolio y
se expande en las élites periféricas (siempre será de acceso minoritario)
destruyendo la viabilidad y la dignidad del consumo de los pobres que
quedan sin la posibilidad de seguir trabajando y viviendo como antes y sin
acceso a la modernidad. Se les construye un limbo configurado por los
programas de asistencia social.
El pobre de los años noventa se siente necesariamente un rezagado; alguien
que quedó atrás cuando todos los demás lograron avanzar y parecen estar
disfrutando los beneficios del progreso y el consumo moderno. Lo muestra
en sus imagenes la tele, y no puede sino repetir constantemente la promesa
implicita porque otra cosa sería revelar el engaño del fin de la pobreza.
Es posible, si, acabar con la miseria; pero no ofrecer que pronto todos
accederemos al consumo depredador.
En México traemos arroz de Filipinas, kiwis de Nueva Zelanda, piñas
enlatadas de indonesia, galletas de Grecia y atún para gatos de los
Estados Unidos (quien lo dijera). Eso es posible por el precio
absurdamente bajo de los energéticos, por medio del cual la humanidad
hipoteca su futuro para sostener el consumo derrochador de unos cuantos y
hacer a un lado a los pobres locales (que podrían producir arroz, kiwis,
piñas y atún localmente). El anzuelo del fin de la pobreza ha servido para
distraernos del problema de fondo, la glorificación del consumo ilimitado
y el derroche absurdo de los pocos.
Cada día hay más pobres/ miserables/ dependientes. No son, por desgracia,
aquellos pobres dignos, trabajadores, autosuficientes que podían ser el
sustento de una sociedad democrática. Más bien son los nuevos pobres
miserables, desempleados o subocupados, insatisfechos, encandilados por el
faro de una modernidad que los reduce a la improductividad y a la pérdida
de sus recursos individuales y colectivos. Pobres que buscan trabajo y se
les ofrece caridad; sus capacidades no son únicamente redundantes, sino
incluso estorbosas. El mercado ha sido rediseñado solo para los
productivos y eficientes, los modernos, los que prestan a los pobres para
una nueva dosis de consumo moderno a cambio de las escrituras de sus
derechos a la propiedad, la producción y la autodeterminación.
Los pobres son más, pero parecen menos en su presencia social, en su
capacidad para incidir en el rumbo nacional, en sus apariciones en la
televisión, en la que se asoman como marginados, fracasados o
antisociales. Son menos porque se han quedado sin discurso y sin rumbo
propio; el mensaje de la modernización es apabullante.
Pregúntese a un pobre en la calle ¿porqué es pobre?. Lo más probable es
que conteste "porque no estudié". Ha sido convencido de su ineficiencia,
se le ha dicho que no es competitivo y ha aprendido (en la escuela sobre
todo) que es su propia culpa (y no de la ineficiente operación del
mercado).
El embate no ha sido neutro. Los pobres, la mayoría de la humanidad (no
los verdaderamente miserables) han perdido la batalla ideológica en torno
a la pobreza; es decir que han perdido la posibilidad de definir su forma
de producir y consumir. Esta derrota ha facilitado el inutilizar sus
capacidades y recursos ("no competitivos"), destruir sus redes y
mecanismos de intercambio (familiares, comunitarios, extramercantiles,
solidarios) y orientarse progresivamente al modelo de producción, de
consumo, de cultura y de vida asociado a la industrialización masiva.
- Inviabilidad del Modelo de Consumo de los Ricos
Al destruir la dignidad y aceptabilidad de la pobreza, al romper las
distancias entre pobreza como forma modesta de vivir y la franca miseria,
lo que queda como único camino a seguir es el modelo de consumo de las
clases medias de los países industrializados. Este es el mensaje de fondo
del combate a la pobreza: tienes que producir y consumir como rico.
Justo cuando nos enteramos que es un modelo de consumo inviable. Su
expansión a la mayoría de la humanidad es imposible, tan sólo intentarlo
con un 20 por ciento de la población amenaza agotar los recursos
naturales, destruir la capa de ozono, y agotar los hidrocarburos en
exportar carros de Japón a los Estados Unidos y otros de los Estados
Unidos al Japón (buena parte del comercio mundial es redundante).
El planeta hace sonar numerosas señales de alarma y en los juegos de poder
y de engaño de las élites mundiales adquiere carta de naturalidad la
mención de lo autosustentable; lamentablemente lo hace sin intentar tocar
y definir su requisito más indispensable: la definición de la franja de
consumo verdaderamente viable y generalizable para todos. Un consumo
accesible para todos y que no destruya el planeta. No es este el caso del
nivel de consumo de las clases medias de los países industrializados;
intentar generalizarlo, además de inviable sería suicida.
Además de la definición de la franja de consumo generalizable se encuentra
el asunto del uso eficiente de los medios de producción disponibles y del
empleo racional de los recursos no renovables. Marchamos a contrapelo de
lo primero; la globalización del mercado tiene como impacto inmediato la
inutilización y demolición de las capacidades y recursos productivos en
manos de los pobres. Sólo la agricultura con alto nivel de insumos
agroquímicos y tecnificación es competitiva; sólo la construcción con
materiales no biodegradables es económicamente viable; sólo el pan
envuelto en plástico tiene una durabilidad de almacen que permita su
comercialización masiva, etc.
En contraste los recursos y capacidades en manos de la población pobre del
planeta, que el mercado condena por no competitivos, parecen tener mayor
grado de eficiencia energética autosustentable y adaptabilidad y menos
agresividad con la naturaleza (menos desechos no biodegradables, por
ejemplo).
Ni las previsiones más optimistas permiten considerar que la elevación de
los niveles de consumo de los países periféricos se acerquen al actual
consumo norteamericano antes del agotamiento del petróleo y otros recursos
no renovables. Este acercamiento consumiría tales reservas prácticamente
de inmediato.
La implicación es inevadible. Las poblaciones periféricas no podrán
alcanzar los modelos de consumo, de uso de materias primas y de
energéticos de las sociedades industrializadas. Simplemente no quedan
suficientes recursos para que otras tres cuartas partes de la humanidad
tengan un nivel de consumo similar al que, con sólo una cuarta parte de la
población beneficiada, ya se revela insostenible.
La nueva preocupación mundial por el desarrollo sustentable implica que,
en particular las periferias se verán obligadas a vivir con un
racionamiento de materias primas y energéticos, y un nuevo respeto por la
naturaleza, totalmente ajeno a lo conocido por los países centrales, que
no sólo tuvieron los recursos propios, los ubicados en sus territorios,
sino que han hecho uso de buena parte del patrimonio de toda la humanidad.
La creación de clases medias locales ya es un fracaso evidente y estos
grupos se deslindan crecientemente en unos cuantos muy ricos y una mayoría
en descenso socioeconómico.
- Las Soluciones de los Pobres
Nuestro camino, el de las poblaciones periféricas del planeta, será
necesariamente una vía original y estará marcado por nuevos conceptos
crecientemente en boga: los límites del crecimiento y del consumo, el
cuidado del patrimonio ecológico, el reciclamiento en todas las escalas.
Todo hace suponer que tendremos que pensar en una estrategia económica
para pobres. Nos veremos obligados, más pronto que tarde, a abandonar las
fantasías de los modelos de consumo de las clases medias centrales, en
derrumbe incluso en ese medio, y aceptar que somos pobres y que seguiremos
siendo pobres.
Esto no significa resignación ante nuestra suerte. Todo lo contrario. El
abandono de las fantasías abre importantes posibilidades de evolución
económica y social fincadas en lo real. Implica dejar de estrellarnos
contra el cristal, intentando pasar al otro lado y empezar a pensar ¿qué
es lo que podemos hacer con lo que tenemos?; implica abrir las puertas a
la imaginación, no para acabar con la pobreza y convertirnos en la rica
clase media pregonada por la televisión, sino para apoyar una nueva
estrategia, con nuevas soluciones acordes a nuestras capacidades y
recursos y con el imperativo de que sea una vía que preserve el patrimonio
ecológico propio y de la humanidad.
En la nueva estrategia habremos de apoyar a los pobres en la solución, por
sí mismos, de sus, de nuestros problemas. Lo que significa que será
necesario recuperar y desarrollar soluciones de pobres. Esto es muy
distinto a llevar a los pobres las "soluciones" de los ricos.
Llevar a los pobres soluciones de ricos, de clases medias, es lo que se ha
hecho como estrategia fundamental de combate a la pobreza. Se intenta que
los pobres tengan algunos elementos del consumo de los ricos alegando que
son derecho de todos. Es, sin embargo, una estrategia desmovilizadora de
las energías y recursos de los pobres.
Los elementos de consumo de los ricos que se llevan a los pobres tienen
que ser, necesariamente, proporcionados por las áreas modernas de la
economía, por así decirlo por los ricos industrializados. Por ello en el
combate a la pobreza los más beneficiados son los sectores sociales,
institucionales y productivos insertos en la modernidad y que operan como
intermediarios de las soluciones para pobres.
Son distintas las respuestas para pobres que las respuestas de pobres. Las
soluciones para pobres son usualmente soluciones de ricos, así sean para
pobres.
Veamos ejemplos:
- Llevar a los pobres desayunos escolares y complementos al consumo
alimenticio con productos llevados de fuera termina por devaluar y
deteriorar sus propias capacidades de producción de alimentos en una
espiral de deterioro y dependencia crecientes. Otra cosa sería apoyar
el fortalecimiento de sus propias capacidades para la producción, la
transformación y el autoabasto. Todo lo contrario del subsidio a la
harinificación del consumo de maíz que obliga a que el más importante
consumo alimenticio de los mexicanos transcurra por mecanismos
centralizados de procesamiento industrial y pague su tributo a un
oligopolio privado.
- llevar a los pobres servicios institucionales de salud de alto nivel,
implica contratar médicos, administradores, contadores, servicios,
comprar instrumental y medicinas, construir infraestructura, adquirir
elevada capacitación, etc. Todo ello generado y vendido a buen precio
por los sectores modernos y prácticamente nada por los mismos pobres.
Es cierto que los pobres reciben el servicio (al tiempo que se
degradan sus alternativas tradicionales); pero muchas veces lo reciben
sólo de manera simbólica, como cuando se sortea o raciona el ejercicio
efectivo de su derecho, porque en realidad no puede alcanzar para
todos. Lo cuestionable es que la creación del aparato de salud no
apoya sino que erosiona su economía de pobres y destruye sus
alternativas tradicionales.
- proporcionar a los pobres vivienda y servicios urbanos (agua potable,
alcantarillado, electricidad, caminos, transportes, etc.) con casas,
infraestructura y servicios construidos y proporcionados por compañías
constructoras, instituciones y obreros formales, les da acceso a un
bien de consumo, no siempre sustentable (¡que bueno que se llevó
electricidad a Chalco!, nada más que siguen sin tener para pagarla) y
que no fortalece su inserción productiva en la economía. Todo lo
contrario, tiende a deteriorarla (ahora deben pagar servicios,
impuestos, deudas políticas, etc.).
Es imposible que pueda funcionar una estrategia en la que la elevación de
los niveles de consumo de los pobres no se ve sustentada en la elevación
de sus propias capacidades productivas. De esa manera se logran hacer
clientelas sociopolíticas crecientemente dependientes, con el riesgo de
que llegue un momento en que su incremento las haga insostenibles para los
sectores modernos de la economía y se rebelen al llegar a los límites de
un callejón sin salida.
Lo que aquí se propone es apoyar a los pobres en sus capacidades
productivas, en sus propias respuestas y soluciones, para que se hagan
cargo fundamentalmente por sí mismos de la atención a sus carencias. Ello
implica repensar las soluciones de ricos para pobres en nuevas soluciones
de pobres para pobres. Es decir el cambio de estrategia reclama un cambio
de tecnologías, de mecanismos de solución, de estrategias.
No es aceptable una estrategia modernizadora que se traduce sólo en
beneficios para las transnacionales por la importación de nuevas
tecnologías y equipos al tiempo que se desechan los recursos y capacidades
productivas disponibles para la mayoría de la población. Esta estrategia
modernizadora demanda grandes cantidades de capital externo al tiempo que
arroja por la borda el ahorro que la gran mayoría de la población ya ha
invertido en infraestructura, maquinaría y equipos, que se ven
inutilizados. Es una estrategia cuyos resultados patentes son hundir en la
miseria a cada vez más amplios grupos de población.
Por el contrario, se trata de apoyar a los pobres para que eleven sus
niveles de autosuficiencia a partir de la reactivación y movilización de
sus capacidades productivas. Este propósito implica una nueva (¿vieja?)
concepción económica y social. No se trata de que produzcan como ricos,
modernos y tecnológicamente avanzados. Para ello se requerirían enormes
cantidades de capital y formación masiva de recursos humanos en el dominio
de nuevas tecnologías, en su administración y comercialización; lo que
sólo sería posible en algunos escaparates de exhibición, pero no como
solución generalizada.
Se trata de permitir que los pobres produzcan como pobres; con las
tecnologías de pequeña escala que les resultan conocidas, en redes de
intercambio también de pequeña escala (comunidad, región, grupo social),
con las capacidades y recursos con los que ya cuentan. Implica no tirar
por la borda las capacidades y recursos disponibles para reconstruir el
país con tecnología y capitales importados para producir para otros. Se
trata de producir para nosotros con nuestros recursos y ahorros, con
nuestras capacidades y habilidades, con esquemas de comercialización y
mercados apropiados a nuestras escalas de producción.
- Reconstrucción de Ámbitos de Mercado para el Intercambio entre Pobres
No está cuestionado si se puede producir con tecnologías de pobres; se
podía antes, ¿por qué no ahora?. Hoy en día la producción de los pobres es
invendible; sus cereales, frutas y hortalizas se pudren en los campos; sus
botes pesqueros se pudren en los muelles; su alfarería, muebles, calzado,
sombrero, textiles y ropa no hay quien la compre; sus alimentos, dulces y
bebidas preparados ya no tienen demanda.
Nuestros pueblos pagan con su tierra y su subsuelo, con las empresas de la
nación y el hipotecamiento del futuro, el enorme costo del subsidio al
consumo en dólares que ha ido creando la deuda externa. El abaratamiento
artificial de los productos importados ha desplazado del mercado, de
"nuestro" mercado a la producción nacional en un proceso de modernización
del consumo que no tiene sustento en la modernización de nuestra
producción.
El asunto es productivo y mercantil; pero tiene profundas raíces
ideológicas; el problema es que ya no se vale ser pobre, producir como
pobre y producir para pobres. Ser un pobre viable, funcional, productivo,
orgulloso de su autosuficiencia, atenta contra los modelos de modernidad
en la producción, el consumo, el intercambio.
Ser un pobre autosuficiente y digno implica recuperar un contexto cultural
prácticamente perdido, a contrapelo del mensaje imperante en los medios
masivos de comunicación. Requiere también recuperar una gama de
tecnologías y capacidades productivas tradicionales y reconstruir los
mercados comunitarios y regionales en los que los pobres encontraban una
salida adecuada al ejercicio de sus capacidades productivas y el uso de
sus propios recursos; solo el intercambio entre pobres, fincado en la
reciprocidad, nos permitirá recuperar el control del propio destino, a
partir del abandono de la fantasía.
1º de agosto de 1996.
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