JUEVES ¤ ¤ MARZO ¤ 2001

¤ En Pachuca una manta rezaba: "Marcos, si eres amigo de los indios firma la paz"

En el recorrido quedó evidenciada la estrategia foxista

¤ Con música, vestimentas de gala y bailes, habitantes de Tephé recibieron a los zapatistas

JAIME AVILES

De Puebla, PUE., a El Tephé, HGO., 28 de febrero Y de pronto, en medio de la miseria extrema, el asombro: una empresa indígena, autónoma, próspera, en franca expansión, que opera en números negros, da empleo a 190 personas y entrega dividendos a las 300 familias otomíes que la poseen y explotan bajo el régimen de propiedad comunal desde 1991. En otras palabras, el balneario de El Tephé, en el valle del Mezquital, donde esta noche duermen los zapatistas.
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Paradojas de la vida: a este parque de 12 hectáreas, formado por un hotel de 32 habitaciones y cinco piscinas que se alimentan de las aguas de un manantial que las hace bullir a 38 grados centígrados, los delegados rebeldes llegaron a las 20 horas tiritando, completamente empapados por el bíblico aguacero que se desplomó sobre Ixmiquilpan, en los exactos momentos en que el subcomandante Marcos leía el discurso final de esta jornada.

A seis kilómetros de aquella ciudad, en plena furia de la lluvia, debajo de una lona arrinconada junto al portón y las mantas de bienvenida al EZLN, aquí, en el amplísimo estacionamiento del parque, un grupo de ancianas mazahuas ?ataviadas con sus faldas y blusas de gala para las fiestas grandes y que apenas lograban alzar los pies al darse la vuelta y aporrear el suelo con sus rítmicos bastones?, bailaba y cantaba una dulce y monótona melodía de vigüela y violín, llamada Vamos, vamos pastorcita, y que a la letra decía así: "Vamos, vamos, pastorcita; vamos, vamos por favor".

Todo estaba preparado para una recepción de polendas. Adentro, en la cocina del hotel, otras reconcentradas mujeres preparaban la cena de los comandantes y el subcomandante, a sabiendas de que no compartirían los alimentos con ellos, dado el riguroso protocolo que impone el pasamontañas, prenda con la cual, simplemente, no se puede y no se debe comer... porque se mancha.

Arriba, en los cuartos equipados con camas con colchones nuevos, televisiones a colores conectadas al sistema Sky, duchas y demás muebles de baño, otras mujeres colocaban flores y golosinas para sus huéspedes inminentes, mientras las escobas de varas daban los últimos toques a los espléndidos jardines, donde biznagas colosales, de más de 200 años de edad, compartían la luz y el aire con la flora representativa de este paupérrimo semidesierto.

Un ejemplo para México

"Nosotros quisimos que los zapatistas nos hicieran el honor, para que descansen y conozcan una empresa digna, manejada por indígenas, que puede servir de ejemplo para todo el país. Que se vea, pues, que para esto queremos la autonomía de los pueblos indios, para que podamos tener desarrollo y crecimiento", dijo a La Jornada Heliodoro Huerta Vite, administrador del lugar.

En 1985, me cuenta, iniciaron un proceso legal para demandar a la Secretaría de la Reforma Agraria el cumplimiento de la resolución presidencial de 1947, que los dotó de una superficie de mil 265 hectáreas y que se había ejecutado en toda la propiedad comunal, excepto en el balneario. En abril de 1990, desesperados por la falta de respuesta de las autoridades, "taparon" la entrada del parque para exigir que se los entregaran. Pasado casi un año de resistencia, obtuvieron el veredicto favorable el 27 de febrero de 1991, de modo que hoy celebran no sólo la llegada de los zapatistas sino también su primera década de prosperidad.

"Los antiguos dueños lo tenían todo muy triste. Era muy mediocre esto, estaba esta  ncado. Hoy tenemos seis manantiales, un tobogán para adultos, un tobogán para niños, una cascada, cinco piscinas y la única alberca con olas de aguas sulfurosas que existe en el país. Ahora queremos ampliar el hotel y construir un nuevo edificio para meterle otros cien cuartos", dice Heliodoro.

Por suerte, agrega, "en 1991, cuando agarramos el control, no le pedimos dinero al banco. Llamamos a la asamblea de la comunidad, formada por los jefes de las 300 familias que son dueñas, elegimos al consejo de administración y aprobamos invertir en mejoras 60 centavos de cada peso de ganancia. Con este sistema, pues, hemos logrado todo esto".

Tephé en otomí significa "cerro de biznaga". En 1999, "Oscar Espinosa Villarreal vino como secretario de Turismo y nos prometió muchas ayudas. Luego se fue y nunca nos dio beneficio. Ahora lo tienen guardado en Venezuela o Nicaragua, según leímos, y nosotros aquí estamos", resume Heliodoro, con una maliciosa sonrisa.

"Todavía nos falta mucho: traer masajistas, hacer un gimnasio, meter, como le digo, más cuartos, pero ahorita lo que nos importa es que el subcomandante Marcos vea lo que los indígenas podemos hacer y que se los diga a todos. Nosotros somos autónomos y estamos demostrando que la autonomía de los pueblos indios es buena", concluyó.

No a la paz foxista

Tras la apoteósica jornada de ayer (martes) en Orizaba y en Puebla, hoy los zapatistas se levantaron tarde, no a las cuatro de la mañana como la víspera, sino a las seis. A las siete partieron del convento de las madres carmelinas, a las ocho fueron aturdidos por las bocinas de la plaza de Tlaxcala, donde miles de personas les recordaron, con excesivos decibeles, que "no están solos", aunque alguien hubiera debido aclararle al maestro de ceremonias que tampoco están sordos.

De Tlaxcala se dirigieron a Ciudad Sahagún, y por el camino recorrieron carreteras vacías y escasos pueblos donde comenzó a vislumbrarse, con más claridad que ayer, la estrategia propagandística del foxismo. Como en los tiempos de la dictadura del PRI, la Secretaría de Educación Pública sacó a los niños de las escuelas federales a la orilla del camino, y acompañados de padres y maestros, los hizo ondear banderitas blancas de papel y repetir consignas a favor de la paz.

Con mayor descaro, el gobierno estatal colocó mantas con la leyenda "Di sí a la paz" sobre los puentes peatonales de Pachuca, y algunos concurrentes al mitin en la plaza Benito Juárez de la airosa ciudad exhibieron incluso una pancarta que decía: "Marcos, si de veras eres amigo de los indios, firma la paz". En su breve discurso, Marcos recordó que en 1997 los indios de Acteal habían firmado la paz con los paramilitares, dos semanas antes de que éstos los mataran por la espalda y de rodillas, mientras se encontraban rezando. Y entonces preguntó el Sup a la audiencia: "¿Esta es la paz que quieren ustedes?". La respuesta, obviamente fue tan clamorosa que resonó incluso dentro de las heridas de los manifestantes de Cancún. Y alguien, entre la muchedumbre, precisó:

-¡No queremos la paz foxista! 


¤ En pleno aguacero, en Ixmiquilpan pidieron a Marcos que pronunciara su discurso

Hidalgo, tierra de largas luchas y grandes represiones, dio cálida bienvenida el EZLN

¤ La madre patria hoy nos necesita más que nunca para que sus hijos ya no seamos objeto de discriminación, dijo el comandante Zebedeo en un mitin en Pachuca

HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO

Valle del Mezquital, hgo., 28 de febrero. "Aquí Dios nos castiga mucho con el agua. No llueve nunca", comenta un hombre de edad, ñañhú que presencia desde los portales la recepción a la delegación zapatista, no sin cierta reserva. Cae sobre Ixmiquilpan un aguacero torrencial, pegan fuertes truenos que rasgan el cielo negro.

A sus espaldas, una mujer con blusa bordada en hilo azul agrega: "llueve así mucho otros dos días. Y el resto del año ya no va a llover".
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Mientras tanto, sobre la plaza sigue reunida una multitud obstinada, y pese a las circunstancias, festiva. Escucha a los comandantes Zebedeo, David y Tacho, tan bajo el agua como los millares de personas. Los portales acaban llenos a reventar de los que prefirieron no mojarse, y que de todos modos gritan "Zapata vive", apretujados como estaban en la plaza al comenzar la ceremonia, cuando aún no llovía.

Pocos minutos antes un grupo bailaba en ñañhú sobre la tarima. Ahora, el comandante David, con el sombreo tzotzil chorreante, dice: "La Tierra es nuestra madre", invita a la concurrencia a que acompañe a los zapatistas en su viaje a México, explica las razones y cede la palabra al comandante Tacho, quien con urgencia en la voz, y no porque la lluvia le moleste, allá de dónde viene llueve mucho de por sí, dice: "vamos a México a conseguir el cumplimiento de la ley de derechos y cultura indígena por el Congreso de la Unión".

El hombre del portal, viendo que empieza a granizar, se abraza el pecho, sonríe con suavidad y señala a la delegación zapatista sobre el estrado: "Ellos sí se están mojando". Alrededor, muchos emplean periscopios de cartón para ver por encima de las cabezas en el portal. Los faroles y reflectores a través del granizo hacen que la multitud empapada se agite y brille como si echara chispas.

En los llanos del pulque

Hoy la delegación del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y su larga cola atravesaron el corazón del Valle del Mezquital, tierras muy otras para ellos, resecas y pedregosas. Donde la pobreza de ser indígena salta a la vista, entre mezquites y eventuales magueyes que parecen huir del polvo.

Estas tierras, pobres entre las pobres, y cuna de uno de los pueblos más antiguos y olvidados de México, gente invisible que abunda en las ciudades y la frontera pero a la que nadie mira. Son los albañiles, las sirvientas, las marchantas, los cargadores citadinos, y no sólo los campesinos de estas ingratas tierras; el pueblo que los meztizos llaman otomí y que a sí mismo se llama ñañhú.

Después de un acto mañanero en la alameda de Tlaxcala, los 24 enviados del Comité Clandestino Revolucionario Indígena ingresaron en los llanos de Hidalgo dejando atrás otras multitudes, y vinieron a encontrarse en Calpulalpan con un millar de personas que tenían un templete con sonido a orillas de la carretera. Bajaron el subcomandante Marcos y el comandante Tacho, y el primero habló brevemente para invitar a los calpulalpenses a unirse en la marcha a México para exigir el cumplimiento de los acuerdos de San Andrés.

En Apan, Axapusco, Ciudad Sahagún, escolapios que han de ver mucha tele agitaban banderitas blancas. Un chavo de plano pegaba su cartelito a los parabrisas: "Ese Marcos, quiero boletos para Limp Biskit".

Una niña, rodeada de otras con cartelitos idénticos diciéndole "sí a la paz", así  nada más, era el negro en el arroz: "Quiero ser otro Marcos".

En Tepeapulco y sobre todo en Pachuca, donde se efectuó un concurrido acto en la plaza del Teatro Hidalgo, al pie de una inmensa estatua de Benito Juárez rodeada de banderas y mantas de bienvenida, la niña Violeta Jerónimo terminó su discurso para los comandantes con una "chiquillada" de su tierra: "Marcos, no te veo cansado,/ pero sí te veo la lengua seca./ Es que no has pasado por la Huasteca."

Miles de obreros, chavos, mujeres y algunos curiosos contagiados del entusiasmo reinante, oyeron al comandante Zebedeo: "la lucha por el reconocimiento constitucional de los derechos indígenas ha comenzado. La madre patria hoy nos necesita más que nunca, para que sus hijos ya no seamos objeto de discriminación. Hagamos todos el uso de la conciencia de sumergirnos en la lucha. Hagamos nuestro necesario esfuerzo. La sensibilidad es posible si queremos ser parte de esta historia. Hacer esfuerzo en esta tarea no será un tiempo vanidoso".

Invitando a unirse a la marcha, se dirigió a las "amas de casa, los campesinos, los choferes, los licenciados, todos los que se sienten mexicanos". Cuando el subcomandante Marcos habló sobre la paz, los derechos y la valiosa existencia de los pueblos indígenas, los pachuqueños le agradecieron con aplausos y ovaciones.

A través de llanos y zonas industriales, la caravana llegó a la iglesia de Actopan, con sus frescos portentosos al aire libre. Otra multitud muy indígena llenaba la plaza a un lado del templo para oir a los comandantes Abel y Maxo.

Esta es tierra de largas luchas, de grandes represiones, de resistencia, de afirmación por encima de la miseria.

Marcos hace un reconocimiento a su combativo público: "Si ustedes hubieran hecho la guerra, la hubieran hecho mejor que nosotros".

Enseguida, la caravana se desvió en su ruta a la ciudad de Ixmiquilpan y se dirigió al municipio Francisco I. Madero, tierra de indios recios que no se dejan. Ahí queda la escuela de El Mexe, famosa por su combatividad, y el pueblo de Tepa. Un letrero a la entrada de este último: "Apoyamos la paz pero también queremos salud".

El Mezquital por dentro

En Tepa (San Juan Tepantepec) los zapatistas encontraron una concentración de campesinos, estudiantes, maestros y obreros dura y madura. Aquí hay una antigua historia de organizaciones independientes. Y hoy tiene una hija presa por razones políticas en condiciones carcelarias criminales, nada menos que en el penal de alta seguridad de Puente Grande: Erika Zamora Pardo.

Alfonsina Pardo, madre suya y de otros siete hijos, antecedió a los comandantes al micrófono para hablar de su hija: cursaba el último año de bachillerato cuando fue detenida en julio de 1998 en El Charco, Guerrero, después de la matanza que hizo allí el Ejército federal. Detenida, torturada, obligada a firmar actas autoinculpatorias, fue condenada a ocho años y medio de prisión.

En noviembre de 1999, Erika Zamora fue trasladada a Puente Grande, y desde entonces, su madre la ha visto una sola vez. Doña Alfonsina reconoce en su hija un espíritu ejemplar, pero en el colmo de la humillación, fue obligada a cursar preescolar y ahora está en primero de primaria, porque sus estudios anteriores "no sirven".

Inspiración para el aguante

De ahí la caravana atravesó el más hirsuto de los paisajes hasta Ixmiquilpan, donde la esperaba una plaza atiborrada de ñañhús, nahuas y mestizos, además de los extranjeros que vienen en la caravana de miles de mexicanos, cada día más larga y más abrumada por las policías del régimen que no se sabe si la cuidan o la vigilan.

El recibimiento es nuevamente grande. ¿Estamos ante una avalancha? ¿O qué fenómeno es el que recorre ahora el espinazo de México?

Al anochecer todo indicaba que sería un acto más, cálido y tumultuoso. Pero el aguacero lo convirtió en algo distinto.

Cuando, en medio de la tormenta eléctrica y pluvial, el subcomandante Marcos dudó si leía el discurso que traía preparado o se esperaba a que pasara el agua para que la gente no se mojara, el público le gritó que no, que prosiguiera.

Y entonces, chorreando como el resto, el subcomandante improvisó ante su papel mojado y por ende borrado. El público lo obligó a mantenerse al habla, con ellos todos.

A lo mejor para los selváticos de Chiapas aquella era una lluvia de tantas, quizás más frías, pero aquí en el Mezquital de las secas y las penas resultaba una fiesta, una inspiración para el aguante.

Las calles de Ixmiquilpan eran ríos. Cuando la multitud echó a caminar sobre el torrente, como si con sus pasos pudiera detener el agua, una señora dijo: "déjenla que corra, para que llegue al río".

Aquí el agua vale muchísimo, así como la dura tierra y la vida misma, aunque desde fuera los patrones y los gobernantes crean que es barata, desechable, "exportable" y redimible con limosnas. Cómo se ve que no saben lo que vale la existencia de estos indígenas, pobres de cosas pero millonarios de ganas y fortalezas.

Quién hubiera dicho que los zapatistas encontrarían la primera lluvia de su viaje en un lugar donde no llueve nunca.