Acabábamos de conducir los 900 kilómetros de la autopista del desierto que va
desde Bagdad a Amman y embarcar en el avión de Amman a Suecia vía París. Después
de haber vivido en una zona libre para la prensa durante dos semanas en una
misión de investigación en Bagdad, cogimos con ilusión The Wall Street
Journal del 28 de mayo. El principal titular decía: Los estrategas
militares a favor de una gran fuerza invasora en Irak. EE.UU. sugiere que al
menos 200.000 soldados serán necesarios para expulsar a Saddam.¿Así, que van
a bombardear, destruir, imponer su voluntad sobre Irak, el país y la gente, que
acabamos de visitar?
Ahora que hemos estado allí, nuestra reacción es diferente de la que hubiera
sido si hubiéramos leído el titular en Suecia. Conocimos a una joven en silla de
ruedas en Babilón, al sur de Bagdad. El Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD) y el Ministerio de Trabajo iraquí, le habían ayudado a montar
una pequeña tienda donde imprime diferentes publicaciones y da clases de
informática a estudiantes universitarios y particulares. ¿Se verá su sueño, ya
realizado, destrozado por una nueva guerra?
Pensamos en las docenas de niños y mayores en las calles que nos saludaban
con un Bienvenido a Irak y Salam Aleikum, Hola = la paz sea contigo, y
que querían que les hiciésemos fotos, todos sonrientes, a pesar de nuestro
aspecto de extranjeros. Los dos hemos viajado un poco y muy poca gente puede
competir con los iraquíes a la hora de ser amables, serviciales, hospitalarios y
respetables con el extranjero. Pensamos en los intelectuales que conocimos la
última tarde cuando dimos algunas charlas sobre diplomacia preventiva,
construcción de la paz y resolución pacífica de conflictos en Baytol Hikma, La
Casa de la Sabiduría, un precioso recinto azul recién restaurado a orillas del
Tigris. ¿Será destruido Baytol Hikma en nuevos bombardeos? ¿Morirán estos
estudiosos y sus familias o serán privados de sus derechos a llevar a cabo un
trabajo intelectual de la forma en que solían hacerlo?
Esto podrá sonarle a un excesivo sentimentalismo. Pero el problema con
occidente y sus "media", incluyendo The Wall Street Journal, es que al
único iraquí que mencionan de los 25 millones es al presidente Saddam Hussein.
La única manera que encuentran de abordar a una de las más antiguas y
sofisticadas culturas del mundo es a través de devastadoras sanciones y control
militar. La única perspectiva que tienen es la suya propia, y parece estar más
allá de toda discusión que tienen un derecho moral para bombardear sociedades y
expulsar a los líderes que no les gustan. Cómo piensan y qué sienten los
iraquíes después de las guerras con Irán, con Kuwait, entre ellos mismos, con
occidente y después de 12 años de sanciones totalmente inhumanas parece no
importar.
Si The Wall Street Journal se preocupara de investigar e ir a Irak, lo
pasaría mal para encontrar a alguien en Irak, habitante o extranjero, que esté a
favor de las actuales sanciones o de una futura guerra de los EE.UU. contra
Irak. Si le preocupara la objetividad, hubiéramos tenido el punto de vista
pacifista representado en el mismo artículo u ocupando la portada de la
siguiente edición.
El proyecto de guerra es, en su totalidad, contraproductivo; dicho con menos
diplomacia: absurdo, perverso, patético y moralmente indefendible. Si los EE.UU.
lanzan una guerra contra Irak, supondrá un motivo de división dentro de la OTAN,
que aun se relame las heridas por el bombardeo de Yugoslavia en 1999 y por la
postura "no os necesitamos" adoptada por EE.UU. en el bombardeo contra
Afganistán. En cuanto a la opinión pública, los EE.UU. acabarán,
desafortunadamente, aun más aislados y distanciados del resto por una brecha
cada vez mayor.
Saddam Hussein saldrá ganando de esa guerra y sabrá como explotarla en su
propio beneficio. Es verdad, puede que haya muchos dentro y fuera de Irak que
sueñan con el día en que se vaya. Pero en época de crisis y guerra, los
ciudadanos tienden a concentrarse alrededor de sus líderes; lo vimos en Serbia
durante los bombardeos. Lo más probable es que los elementos de oposición
interna sean catalogados de traidores y tratados consecuentemente por un régimen
que no es conocido precisamente por tener mano blanda. Por lo que sabemos, no
hay gobiernos en Oriente Medio, con la excepción de Israel, que estén a favor de
una nueva guerra contra Irak, ni siquiera Kuwait. Si eso es cierto, no cabe duda
que el árabe de la calle está incluso más en contra todavía. El hecho es que los
iraquíes se las han arreglado extremadamente bien para reconstruir las
relaciones diplomáticas y económicas con sus vecinos. La apertura de la frontera
con Arabia Saudita en mayo es uno de los muchos ejemplos.
Aunque Irak esté devastada y hoy día su poder militar sea sólo una sombra de
lo que fuera en el pasado, no es Afganistán. A ningún régimen impuesto desde
fuera le será posible controlar Bagdad y sus alrededores, unos 5 millones de
habitantes, y mucho menos el país entero.
Con 200.000 soldados estadounidenses y posiblemente algunos más que se unan
durante la lucha, ¿Qué harán los EE.UU. y occidente para controlar y llevar los
asuntos de Irak? Para empezar, ¿Cómo se gobiernan 25 millones de personas, cuya
mayoría es apasionadamente adversa a occidente y recela de los EE.UU. después de
todo lo que han pasado? Ni siquiera se puede discutir la liberalización de las
mujeres, porque Irak es una sociedad secular en la que las mujeres juegan un
papel más "occidental" que prácticamente en cualquier otra nación árabe.
¿De dónde esperan sacar los estrategas de la guerra y los planificadores de
la política exterior suficientes iraquíes honestos, bien preparados y con
experiencia para llevar las riendas del Irak pos-Saddam que perseveran? Debería
quedar bastante obvio que la oposición iraquí no constituye una alternativa
viable y creíble. ¿Servirían a un gobierno foráneo simplemente por el dinero y
privilegios asociados? ¿Serían, con esa principal motivación, los líderes y
funcionarios que la ciudadanía necesita? ¿O acabaremos siendo testigos de una
guerra civil, golpes de estado, complots y levantamientos - de los que existen
un gran número en la reciente historia de Irak - después de una invasión y
salida norteamericana?
¿Qué significaría para los ciudadanos de Irak si la ONU y las organizaciones
humanitarias como Care, UNICEF, Caritas, la Federación y el Comité Internacional
de la Cruz Roja, etc. que tan importante papel desempeñan, se vieran obligados a
evacuar el país? El programa Petróleo por Alimentos se realiza de manera eficaz
gracias tanto al gobierno iraquí (cuya distribución de comida y medicina, según
un alto cargo internacional, es inigualable a la hora de alcanzar a aquellos que
la necesitan) como a la gran variedad de organizaciones humanitarias nacionales
e internacionales. Nadie que haya visitado Irak puede por un momento dudar que
una nueva guerra tendría desastrosas consecuencias para la población civil. Todo
el mundo sabe también, que la élite iraquí no ha sufrido en ningún momento las
consecuencias de las sanciones y bombardeos.
Pero Saddam Hussein también está cometiendo una serie de errores. El mayor de
todos puede ser el creer que la única forma de defender a Irak es la preparación
militar. No creemos que vaya a seguir la doctrina de Gandhi, pero él y sus
consejeros deberían de ser conscientes de que de ninguna forma van a ganar una
guerra contra el mayor poder militar de la historia. Lo que, por cierto, tampoco
significa que los EE.UU. puedan ganar, porque ello implica más que poder
militar. Se puede ganar militarmente y perder moral y políticamente...
La guerra debe prevenirse por todos los medios posibles. El único mediador
aceptable y de peso, que podría, quizás, evitar la guerra es la Unión Europea,
con algún tipo de colaboración con Rusia y China. Estos dos últimos países
poseen embajada en toda regla en Irak y siguen la situación muy de cerca. Aun
así, los países de la UE han retirado a sus embajadores del país. Sólo los
franceses mantienen una presencia importante, centrada en el ámbito de los
negocios y la cultura. De esta manera, el nivel de representación y
conocimientos acerca de lo que ocurre es muy bajo, lo que constituye una
infracción de la primera regla general en la resolución de un conflicto:
mantenerse bien informado sobre el oponente y dejar una puerta abierta al
diálogo.
Irak dio señales de querer dialogar con la UE, pero aquí de nuevo, la UE se
vio incapaz de aglutinar una política común coherente, relevante y con visión de
futuro. En su lugar, la UE dejó a EE.UU. que hiciera el papel de ésta,
reservándose el pago de la futura reconstrucción del país. Demasiado,
lamentablemente, para el grupo de gestión civil de las crisis frente a la
política común exterior y de seguridad. Uno de los conflictos más serios de la
tierra.
Así, artículos en la prensa occidental informan livianamente acerca de este
plan, que sólo puede llevar a los iraquíes hacia un caos y horror absolutos.
Supuestamente, nos librará de Saddam, pero incluso así: ¿Cuál es la probabilidad
de un mejor Irak, más próspero, seguro y democrático después de bombardeos,
invasiones y ocupación?
Una respuesta es: ninguna probabilidad. La resolución militar de conflictos
en Croacia, Bosnia, Kosovo, Macedonia, Somalia y Afganistán se puede resumir en
arreglos rápidos sin ninguna posibilidad de mejora a largo plazo. Los políticos
y militares detrás de la gestión de los conflictos en estos puntos calientes,
parecen haber olvidado el brillante manifiesto de Von Clausewitz: "Antes de ir a
la guerra, debes decidir que clase de paz quieres".
Cualquier tipo de guerra contra Irak causará más problemas y no resolverá
ninguno de ellos a largo plazo. Si los medios de comunicación independientes se
centraran en los 24.999.999 otros iraquíes en vez de en Saddam Hussein,
preguntaran a los responsables políticos sobre el supuesto escenario pos-Saddam
en Irak y la región, y por último le dieran a la mayoría pacifista en occidente
e Irak una voz, habría una oportunidad de evitar la inminente catástrofe.
El conflicto entre Irak y los EE.UU. y occidente es uno de los más
enmarañados. Estereotipos abundan en ambas partes, y nosotros, los autores, no
pretendemos tener la solución. Pero si el debate se pudiera reiniciar desde un
nuevo punto de partida - por ejemplo, no más guerras contra Irak - otras
posibilidades podrían ganar terreno. Cuando aceptemos que la guerra no es una
opción, empezaremos a alejarnos de sanciones y guerras inteligentes y explorar
si hay o no formas más inteligentes de resolver los conflictos.