Han debido recurrir a la generosidad del resto de la comunidad, primero pidiendo mercadería fiada a los comerciantes de la zona, luego solicitando donaciones a empresas, parroquias, templos, organizaciones sociales y particulares, que tendieron su mano generosa para superar una situación de emergencia. Pero la emergencia persiste. La gravedad de esta situación radica en la imposibilidad de brindar siquiera el servicio de comedor que garantiza la alimentación necesaria a más de 80.000 niños. Se agrava aún más al considerar que los comedores escolares y los programas nutricionales para la primera infancia tampoco están recibiendo los fondos necesarios para brindar sus servicios. Se hace imposible cumplir con los pagos a proveedores de bienes y servicios (agua, luz, gas) lo que dificulta la misma continuidad de los servicios alimentarios. Se ha suprimido, en muchas instituciones, el pago de haberes y retribuciones al personal que atiende a los niños.

El riesgo de cierre definitivo es inminente, con dramáticas consecuencias para los niños y sus familias, ya bastante castigados por el desempleo, la imposibilidad de acceder a una vivienda digna y de satisfacer los requerimientos básicos de salud y educación.
Las familias más pobres, entonces, deben afrontar la ausencia de alimentación básica para sus miembros más jóvenes ya que el Estado provincial ha dejado de garantizar a los niños "la protección y el cuidado necesarios para su bienestar".
Como sociedad, no estamos pudiendo brindar a nuestros niños ni siquiera las mínimas condiciones para su desarrollo integral.