Cada día son asesinados cuatro niños de la calle en Brasil
Millones de meninos de rua, niños y niñas de la calle, pululan por las ciudades brasileñas. Trabajan, trafican, roban y se prostituyen a los extranjeros por unos dólares, son detenidos, golpeados, violados y asesinados. El Movimiento Nacional de Meninos e Meninas de Rua denuncia la marginación y el olvido que sufren y trabajo con los más desfavorecidos.
No tienen casa ni familia ni derechos. A veces, ni siquiera tienen una existencia oficial. Los meninos de rua, de Brasil son niños y niñas para los que la calle se ha convertido en la cuna, el lugar de trabajo, el techo y, tantísimas veces, también en el cementerio. El hambre, la prostuitución, los golpes, las detenciones y en muchos casos, la muerte violenta a manos de grupos extremistas, sicarios pagados o de la propia policía, son el pan de cada día de varios millones de niños brasileños.
"El caso típico es el niño huérfano sin vínculos familiares", explica Tess Alves, coordinadora del Movimento Nacional de Meninos e Meninas de Rúa (MNMMR, Movimiento Nacional de Niños y Niñas de la Calle) en Fortaleza, una de las ciudades más importantes en el nordeste de Brasil. "A veces tienen una madre que trabaja como prostituta, o un padre que suele ser alcohólico o drogadicto". Según Alves, un 35 por ciento de los dos millones de habitantes de Fortaleza se puede clasificar de indigente. Las calles de esta bonita ciudad costera albergan durante el día a unos diecisiete mil niños, de los que un sesenta por ciento no tiene otro techo que las marquesinas de los centros comerciales o alguna ruina donde dormir. Otros niños 'viven' en las chabolas de su familia o regresan allí al caer la noche, tras haber pasado todo el día en la calle.
EL MIEDO, LA PROSTITUCION Y LA MUERTE
Tienen entre cinco y diecisiete años y se buscan la vida como pueden. Venden bolsas de plástico, limpian botas o parabrisas, trafican con todo lo que parece tener algún valor, hurtan alguna cartera y acuden de noche a los hoteles de la playa donde atraen las miradas y los dólares de los turistas.
Fortaleza se ha convertido tanto a nivel nacional como para muchos extranjeros en un atractivo paraíso de sexo infantil. La mayoría de las muchachas y muchos niños empiezan con diez u once años, se maquillan para aparentar más edad y se entregan a los redes de taxistas y dueños de hoteles que les proporcionan los clientes. El dinero lo llevan a la chabola familiar para mantener a su familia, si es que la tienen, o se lo gastan en el mismo día por miedo a que se lo roben en cuanto se duermen. Puede ser que lo primero que se compren sea una muñeca o cualquier otro juguete que nunca han podido tener.
Las drogas también forman parte de la realidad cotidiana de los niños. Aspirar pegamento o gasolina es una práctica frecuente. Sufren todo tipo de violencia, son detenidos por la policía y hasta asesinados a sangre fría. El año pasado murieron 350 niños en Fortaleza en extrañas circunstancias. Muchos se encuentran en la calle disparados en la cabeza. La policía acude para investigar los hechos, pero nunca se aclaran. Entre 1988 y 1990 fueron asesinados unos 4.611 niños en 17 de los 26 estados de Brasil, según las estadísticas de la policía federal. Eso equivale a una media de 4 niños al día. Entre 1991 y 1993 parecen haber sido unos 5.000 en todo el país. El desinterés del sistema judicial y del gobierno garantiza la impunidad total a los asesinos.
"Lo peor de todo es la desidia y la pasividad de la gente", opina Tess Alves. "Cuando un niño es golpeado en plena calle por un policía, todos se asoman para mirar, pero nadie hace nada. Es como si los niños no existieran".
CLASES Y CALOR HUMANO
El desinterés es una de las razones por las que es casi imposible dar datos sobre el número de niños brasileños que viven en la calle. Se barajan cifras que van de tres a dieciocho millones, aunque algunos afirman que unos treinta millones de niños en Brasil viven en condiciones de riesgo o en la miseria. Un censo oficial de Fortaleza arrojó la cifra de algo más de seis mil niños que están todo el día en la calle, aunque el MNMMR afirma que son alrededor de 17.000. La misma disparidad de cifras se da a la hora de determinar el porcentaje de los pequeños que viven directamente en la calle frente a los que sólo acuden durante el día.
El Movimiento lleva ya diez años trabajando con los meninos. Fundado en 1985, se dedica a tareas de educación, sensibilización y denuncia.
"Intentamos demostrar que los meninos son niños como todos y que tienen los mismos derechos", explica Alves. Los veinticinco miembros que componen el grupo de Fortaleza cuentan con un centro de apoyo donde los niños pueden acudir para pedir consejo, aprender a leer o simplemente rercibir el calor humano de lo educadores. Son hombres y mujeres que salen a diario a la calle para hablar con los niños, acompañarlos al hospital - de otra manera, no serían atendidos - y motivarlos para que cambien las aceras por las pequeñas aulas del centro, donde se imparten clases de alfabetización por la mañana y talleres de teatro, música o circo por la tarde.
"La base de nuestro trabajo es la libre participación de los niños", describe Tess Alves la tarea del Movimiento.
"Es vital que los niños tengan la oportunidad de de intervenir, de opinar y hacer sugerencias porque así aprenden a autovalorarse y empiezan a confiar en su capacidad de cambiar ellos mismos su futuro". Los frutos de tantos años de esfuerzos están a la vista: actualmente hay cinco educadores en Fortaleza que antes han formado parte del anónimo ejército de los meninos.
Los educadores no reciben ningún salario por su labor. Algunos cuentan con trabajos remunerados y ayudan a mantener a sus compañeros que se dedican a los niños los veinticuatro horas del día. Todos arriesgan su vida, ya que les plantan cara a la arbitrariedad de la policía y de los tristemente famosos escuadrones de la muerte e intentan denunciar los frecuentes asesinatos. Están acostumbrados a pasar días en la cárcel cuando son detenidos junto con los niños, recibir amenazas de muerte por teléfono o sentir en su sien la boca de una pistola. Alguna vez pagan con la vida su fe en un cambio de la sociedad. El caso más reciente ha sido el asesinato de dos educadores en Recife, que ha desencadenado una ola de protestas por todo el país.
UNA BRECHA EN LA IMPUNIDAD
El juicio del "caso de la Candelaria" ha marcado un punto irreversible en la historia de los niños de la calle. Por primera vez se ha condenado, el pasado 30 de abril, a un policía militar por su participación en una masacre en la que murieron más de siete "meninos y un adulto. Los hechos ocurrieron en julio de 1993, cuando un grupo de policías abrió fuego a medio centenar de niños que dormían en el portal de la Iglesia de la Candelaria en Rí o de Janeiro.
El tribunal condenó al policía Marcos Emmanuel a trescientos nueve años de cárcel, mientras que los juicios para otros tres implicados se celebrarán el 27 de este mes. El representante de Amnistía Internacional consideró que este juicio abre una brecha definitiva en la impunidad de los asesinos de menores en Brasil. Amnistía tuvo que proteger y sacar del país al testigo clave del caso, Wagner dos Santos, después de que éste sufriera un secuestro policial en el que fue disparado y dejado por muerto por haber denunciado a los culpables del caso.
Tess Alves precisó que la presión internacional ha sido fundamental para la decisión del tribunal. "Una carta de España dirigida al presidente del gobierno o al alcalde de Fortaleza tiene mucho más efecto que una manifestación ante el ayuntamiento de la ciudad. Necesitamos vuestra ayuda, no sólo en sentido económico sino más aún como apoyo moral. Lo mínimo que podáis hacer desde España, aunque os parezca que no tiene ningún valor, sería muchísimo para nosotros", dijo la coordinadora del Movimiento en Fortaleza, al tiempo que agradeció la solidaridad de todos los españoles a los que ha conocido durante su estancia en nuestro país, a donde fue invitada por la ONG malagueña Asociación de Niños y Niñas de la Calle.
Este grupo de personas solidarias ha decidido aunar sus esfuerzos para dotar Fortaleza de un centro de día, donde los educadores podrán trabajar con niñas prostitutas y niños portadores del sida, otro de los grandes problemas de Brasil. "El proyecto costará unos diez millones y medio de pesetas, y ya conseguimos reunir ocho millones", explica Javier García, miembro fundador del grupo. "Esperamos que el centro se inaugurará antes de que termine el año". Añade el número de una cuenta corriente abierta en Unicaja para recoger aportaciones: 2103 / 2087 / 27 / 003 000 2533, así como el teléfono de contacto: 95-228 57 68. En Granada, por otra parte, también se está formando un núcleo solidario que contribuirá a no olvidar a los meninos de Brasil.