Guerra contra los chicos
Los Gendarmes

Por: Alberto Morlachetti
Sebastián fue detenido el 26 de mayo en la Estación de Burzaco por portar un rostro que sugiere peligrosidad a la gendarmería, "que se ha hecho cargo de garantizar la seguridad de los pasajeros y prevenir los robos en los trenes". De nada sirvió que Sebastián les dijera que venía de Glew, y que se dirigía a la Capital Federal, donde tenía que entrar a trabajar a las 16 horas. Eran las 15.10 cuando lo hicieron bajar del tren y lo llevaron a un cuarto de torturas y lo soltaron una hora después, con las piernas doloridas por las 140 flexiones que le obligaron a hacer. Estuvo una semana en cama por los golpes que había recibido en la espalda, en los tobillos, en los dedos de las manos y las nalgas. Le pegaron utilizando como arma los bastones largos.

A Gabriel lo sorprendieron cuando se agachaba para pasar por el hueco de una alambrada, en la estación Monte Grande del ramal a Ezeiza, tomando un atajo que significa caminar dos cuadras menos para llegar al andén. Gabriel tenía su boleto, sacado con anterioridad. Lo detienen a las siete de la tarde del 25 de junio. Lo obligaron a permanecer con las manos en la nuca, el gendarme le recordaba que la vida "no vale nada" mientras la Itaka le despertaba la idea de una muerte que no llego.

Según Pagina/12 (6-7-2002), estos episodios que afectaron a dos jóvenes no es mas que una serie de torturas y abusos que regularmente practica la gendarmería. Sobre todo a niños y adolescentes pobres, esos blancos fijos.

Se ha instalado en nosotros la indefensión que experimentamos cotidianamente. Tanto frente a la impunidad que protegen a las fuerzas de seguridad que pueden torturar o matar, o gobernantes impotentes para terminar con la actitud delictiva de los Bancos y ciertos empresarios que alimentan nuestros miedos de cada día. Hay una inseguridad que nos atraviesa, que crece desde el pie.

Convengamos que "la totalidad del género humano de repente se habría salido de la realidad". Cuando la gente obtiene el derecho a vivir, es porque ya no tiene la posibilidad de ello. Podríamos decir con Malraux: no sé muy bien qué es la dignidad humana; sí conozco bien, muy bien, lo que es la humillación.